The Gringotts

Entra, desconocido, pero ten cuidado

con lo que le espera al pecado de la codicia,

porque aquellos que cogen, pero no se lo han ganado,

deberán pagar en cambio mucho más,

así que si buscas por debajo de nuestro suelo

un tesoro que nunca fue tuyo,

ladrón, te hemos advertido, ten cuidado

de encontrar aquí algo más que un tesoro...


16 de enero de 2011

Forward To Past: Chapter 2

Capítulo 2: La tierra del mar

            Cuando pudo abrir los ojos, se dio cuenta de que se encontraba en un lugar que no había visto nunca en su vida. De hecho, cuando por fin puedo enfocar las paredes rojo carmesí, y la ventana abierta que le soplaba un fresco aire en la cara, se dio cuenta de que era lo primero que veía en su vida. No era que se tratara de que estuviera ciego y de repente pudiera ver, era simplemente que no tenía memoria.
            -Parece ser que por fin has despertado –le sonrió una anciana desde un rincón de la habitación, donde aparentemente tenía un pequeño bote con agua fría, para cambiar el paño que se había caído de su frente, al despertarse y sentarse en la cama.
            -¿Dónde estoy? –fue lo primero que pudo preguntar, mientras se frotaba la frente, quitándose las gotas que se habían quedado prendidas.
            -Estas en el templo Unmei. Apareciste aquí hace 3 días. Mi nieta está deseosa de que despiertes. Eres lo más cercano a alguien de su edad en todo el lugar.
            -¿Nieta…?
            -¡Abuela! –se escuchó el gritó de una chica. Los pasos que venían velozmente desde el pasillo, y el azote de la puerta al abrirse-. ¡Abuela, no vas a creerlo! El sacerdote supremo me ha dicho que he superado mi poder a más del doble, solo en esta semana.
            La anciana le sonrió dulcemente. Estaba por felicitarla, cuando vio que la mirada de su nieta se enfocaba en el chico que seguía sentado en la cama.
            -¿Es él? –preguntó la chica-. ¿Ya despertó por fin?
            -Así es, Kaji. El es Mizu.
            -¿Mizu? –preguntaron Kaji y también el chico al mismo tiempo.
            -Ya decía yo que quizá no recordabas ni tu propio nombre –intervino la anciana, mientras se ponía de pie trabajosamente, y se acercaba a la puerta de la habitación-. Los dejaré que conversen un rato, ya los llamaré para que bajen a cenar- y salió de ahí dejándolos solos.

            La chica, llamada Kaji se acercó a él lentamente. Kaji era una chica de 18 años, bajita, de largo cabello pelirrojo, ojos negros y piel blanca. Mizu, por su parte, era un pequeño de apenas 8 años, con el cabello negro y ojos igual de oscuros, con una tez blanca y una expresión sonrojada. Kaji se acercó lentamente a él, y se sentó en el borde de la cama, contemplándolo silenciosamente. Al final, decidió hablarle:
            -Mucho gusto –le dijo -, yo soy Kaji, la heredera de los poderes del fuego. Así que tú eres Mizu, el heredero de los poderes del agua.
            -¿Poderes del fuego? ¿Del agua?
            -Así es –le sonrió la chica, y mientras se ponía de pie de un brinco, de la punta de los dedos de su mano derecha, surgió una pequeña llama. Mizu lo observaba perplejo, siguiendo el ritmo de las puntas del fuego.
            -¿Cómo haces eso? –le preguntó al final.
            -Es una habilidad que tengo desde que nací –explico Kaji mientras apagaba la llama, y volvía a sentarse en el borde de la cama-. Soy la única del templo que puede hacerlo, por lo que no tengo permitido el salir de aquí. Los monjes me llaman “la heredera del fuego”. El vidente del futuro dijo que llegaría muy pronto la segunda entidad. Hace apenas 3 días te apareciste flotando desde el cielo, y caíste en manos de uno de los mojes. La abuela dijo que la profecía hablaba de ti, y te identificó rápidamente como “el heredero del agua”. Nuestra misión es mantenernos a ti y a mí ocultos hasta que el “destino” comience.
            -¿Destino? ¡Pero yo no sé nada sobre manejar el agua!
            No tienes de qué asustarte. Has nacido con esa habilidad, y los monjes te ayudarán como a mí para que lo desarrolles hasta su máximo.
            En ese momento, Mizu estaba por preguntarle algo más a Kaji, pero se escucharon unos golpeteos en la puerta, y apenas dos segundos después de que dijo “adelante”, la figura de la anciana a la que Kaji llamaba abuela, apareció dentro de la habitación.
            -La cena ya esta lista, niños míos –dijo la señora, y Kaji se apuró a bajar de la cama nuevamente.
            -Necesitas cambiarte, Mizu –le sonrió-. La abuela te ha dejado ropa ahí –y señalo una silla que tenía algo de ropa arriba de ella-. Cuando estés listo, vendrás. Te estaremos esperando.
            Y las dos salieron de la habitación.
            Apenas estuvo solo, Mizu bajó de la cama. Por alguna extraña razón, se sentía diferente. Se acercó al espejo, y se examinó. No podía decir que su cara era o no la misma de siempre, ya que era la primera vez que se miraba en un espejo, pero sabía que algo en el no cuadraba. Tenía lo que era el aspecto de un niño de primaria, no pasaba de los 8 años. Pero él sabía que esa no era su edad correcta.
            Definitivamente había algo mal ahí.
            Se terminó de examinar la cara, pero encontró todo normal, por lo que se enfocó en la ropa limpia que lo esperaba. Se cambió lo más rápido que pudo, y salió de la habitación, dirigiéndose al comedor.
            Pero lo que había captado automáticamente su atención, fue lo que se encontraba en el centro del templo:
            Se trataba de un lago de tamaño mediano, que en el centro tenía una base que sostenía lo que parecía ser una copa de oro, dentro de la cual, surgía una gran flama roja como la sangre, y sobre la cual, una esfera de un blanco traslúcido daba vueltas sin parar: aire.
            Mizu empezó a caminar inconscientemente, repitiendo “agua, fuego, aire” para sí mismo. Sus pies iban encontrando el camino de manera automática, y se encontraba ya al borde del lago, cuando una mano en su hombro lo regresó a la normalidad.
            Se trataba de uno de los monjes, quién amablemente se ofreció para enseñarle donde se encontraba el comedor, con lo que los dos empezaron a caminar, mientras Mizu no pudo evitar mirar hacia atrás, observando nuevamente el lago, la llama y la esfera, repitiendo nuevamente, en un susurro: “agua, fuego, aire”.

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