The Gringotts

Entra, desconocido, pero ten cuidado

con lo que le espera al pecado de la codicia,

porque aquellos que cogen, pero no se lo han ganado,

deberán pagar en cambio mucho más,

así que si buscas por debajo de nuestro suelo

un tesoro que nunca fue tuyo,

ladrón, te hemos advertido, ten cuidado

de encontrar aquí algo más que un tesoro...


22 de abril de 2011

Forward To Past: Chapter 5

Capítulo 5: Años

            -En este lugar… El tiempo no existe… En este lugar… Nada es real… En este lugar… Pronto despertará…
            -¿Es un sueño? ¿Esto que oigo, esto que veo?
            -¿Quieres que sea un sueño?
            -Quiero creer en una realidad.
            -En este lugar, el tiempo no existe… En este lugar, pronto despertará… En este lugar, nada es real, pero si tú lo deseas, saldrás pronto de aquí…
            -¿Y cuanto falta?
            -Años…
            -¿Cuántos?
            -Los que sean necesarios para que nazca… Los que sean necesarios para que despierten… Debes darte prisa si deseas cumplir con tu destino…

            Abrieron los ojos lentamente. Podían escuchar el repiqueteo de las campanas, no muy lejos de ahí. Se sentaron en la cama, y se frotaron la frente. Había sido un sueño muy extraño. No, estaban seguros de que no era un sueño. Aquella esfera de luz blanca, que era lo único que iluminaba aquella horrible oscuridad, era real. Se había aparecido en su sueño, pero era real.
            Las campanas se oían cada vez más reales, despertaban poco a poco del letargo, y buscaban los zapatos a tientas en el piso. Cuando se hubieron lavado la cara, y cambiado la ropa, salieron de la habitación, y nuevamente, pudieron apreciar el lago con la copa de fuego y la esfera de aire. Había algo en ese símbolo que los atraía fuertemente.
            -Es, como si me llamara –dijeron. Pero se apuraron a pensar en lo que les esperaba ese día. Tenían que darse prisa a desayunar, porque el entrenamiento comenzaba esa mañana, y tenía que ponerse a la par del otro heredero para explotar lo máximo de su poder, en el menor tiempo posible.
            -¿Nos vamos ya? –preguntó su acompañante, quien lo esperaba silenciosamente junto a la puerta de su habitación, y los dos se dirigieron al comedor.

            La estancia se encontraba completamente a oscuras. La anciana había llevado a Kaji y a Mizu ahí para que la chica ayudara a Mizu a practicar el invocar sus poderes de agua. Kaji se apuró a entrar a la habitación y usando sus poderes de fuego, encendió todas las velas que había a su alrededor. Ahora, podían ver una estancia con un tenue tono rojo, y al centro de ella, una pequeña plataforma que parecía ser una tina pequeña, llena de agua.
            -Antes de poder crear agua de tu cuerpo, debes de saber moverla –le explicaba la anciana a Mizu-. Si la crearas sin ningún tipo de conocimiento, el agua se movería dentro de ti a su caprichoso antojo, y la presión podría matarte, así que lo más sensato, es que practiques con agua normal. Es mucho más fácil de manejar que el agua espiritual.
            Mizu se acercó a la pequeña tina, se agachó, y tocó el agua con los dedos, haciendo que se moviera un poco.
            -¿Qué es lo que tengo que hacer? –preguntó el chico mientras se ponía nuevamente de pie.
            -Debes de creer que puedes mover el agua –le explicó Kaji-. Lo más importante para mover tu elemento, es creer en él, y creer que puedes hacerlo. Yo creo en el fuego –dijo ella, y se formó una pequeña llama en su mano-. Y yo creo que puedo manipularlo –con esto, Kaji hizo que la llama saliera de su mano, y flotara en círculos alrededor de ella. Después de unos segundos, agitó su mano, y la llama se desvaneció.
            -Solo debes creer –dijo la anciana, y se sentó para observar.
            Mizu volvió a meter la mano en la tina, y dejó que el agua recorriera su piel al sacar la mano. Unas pequeñas gotas se habían quedado pegadas a él, y cuando volteó su mano, las gotas resbalaron hasta la punta de sus dedos, y cayeron nuevamente a la tina.



            Los pájaros trinaban alegremente, mientras que unos cuantos se posaban en las ramas de un árbol cercano, otros revoloteaban por el aire. Mizu y Kaji caminaban por la orilla del jardín. El anciano los había llevado a practicar al aire libre, ya que pensaba que lo mejor era que recibieran luz y aire puro. Se encontraban cerca de una fogata pequeña, que contenía un brillante fuego.
            -Será mejor que practiques primero con esto –le explicaba Mizu a la pequeña Kaji-. Cuando tengas el entrenamiento suficiente, serás capaz de crear tu misma el fuego.
            -¿Y cómo voy a moverlo? –preguntó la niña, mientras se retiraba del fuego, y se acercaba al borde de un estanque que había por ahí.
            -Todo se basa en la fuerza del corazón. Debes de desearlo con todas tus fuerzas, como si tu vida dependiera de ello, porque, no es tu vida la que depende, es la del planeta. La de todos y cada uno de los humanos que viven aquí. De los animales, de las plantas…
            Mizu se había acercado a ella, y de repente, su mirada se posó en un pequeño pez que había saltado, fuera del estanque. El pobre pececillo se sacudía de manera alterada, ya que quería regresar al estanque, pero no podía. Mizu invocó su poder de agua, y encerrando al pez en una burbuja de agua, lo regresó al estanque, donde el pececillo volvió a nadar feliz.
            -¿Te das cuenta? Solo tienes que tener en mente el proteger algo, para poder usar tus poderes.
           Kaji se había acercado a la fogata. Las llamas rojas se relamían entre ellas. Acercó su mano a ellas, y pudo sentir el calor. Uno de sus dedos entró en contacto con la llama más alta, y dejó que el fuego se relamiera con el contacto de su piel.
            Al menos, el fuego no quemaba.



            Para la gente normal, el transcurso del tiempo habría dicho que un año había pasado ya, pero para los monjes del templo Unmei, el tiempo no existía. Las medidas del tiempo en años, en meses, eran cosa sin significado, porque, después de todo, no envejecían. Los días pasaban por ellos, como si no hubieran pasado.
            Lo mismo ocurría con sus herederos protegidos: desde que ellos existían, su protegida Kaji tenía la edad eterna de los 18 años, y desde que Mizu llegó al templo, la edad de 8 años lo acompañaba.
            Para la gente normal, un año había pasado ya. En todo ese tiempo, Mizu solo había sido capaz de no ahogarse en el agua. Podía estar dentro de ella sin sentir que se le acababa el aire, pero como había demostrado que era una habilidad que conservaba desde el principio, podría decirse que ese año había pasado en vano.

            Por su parte, en su dimensión en la tierra del mar, Kaji no había progresado nada en absoluto. Había descubierto que podía entrar completamente al fuego sin salir herida, ni quemada, ni nada de nada. Pero en cualquier otro aspecto, no había ningún tipo de progreso.

            Y cada noche, los dos chicos volvían a tener ese sueño.
            Aquella esfera de luz blanca volvía a aparecerse y a recitar sus enigmáticas palabras.
            -Tomará varios años… Necesitan despertar su poder… Necesitan manejarlo a la perfección antes de enfrentar su destino… Necesitan darse prisa porque él pronto despertará…
            Pero en un mundo sin tiempo, ¿qué significaba darse prisa?

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