Era un poco depresivo el abrir los ojos y darse cuenta de la realidad que se cernía sobre él. Esa realidad que lo acosaba de la misma manera en que un buitre asecha a su presa agonizante. La música estaba tan fuera de lugar. Parecía sacada de alguna sosa sala de espera, como la de un consultorio médico. ¿Pero qué podía hacer él? El darse cuenta de que nada dependía de su mano le provocaba la depresión en un nuevo nivel, a cada paso que daba. Después de todo, ¿qué camino se suponía que estaba siguiendo? ¿O es que acaso estaba trazando un sendero nuevo? Las lágrimas que caían silenciosamente no le permitían ver más allá de tres palmos, por delante de su nariz. La canción había cambiado; ahora podía escucharse algo mas “orquestado”. Un poco más acorde a los sentimientos y pensamientos que inundaban su mente. Aunque eso no hacía más que aumentar su dolor. ¿Cuál era el pago por desaparecer? Así como desaparecían esos acordes de violín y se fundían con los mágicos sonidos que emanaban del piano. ¿Era eso un sueño? Sonaba tan fantasioso… Quizá se tratase solo de un sueño. El sueño de alguien más. Hubiera dado su vida entera por saberse parte de la imaginación de un ser superior. Pero quizás, y solamente quizás, ya lo era.
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