The Gringotts

Entra, desconocido, pero ten cuidado

con lo que le espera al pecado de la codicia,

porque aquellos que cogen, pero no se lo han ganado,

deberán pagar en cambio mucho más,

así que si buscas por debajo de nuestro suelo

un tesoro que nunca fue tuyo,

ladrón, te hemos advertido, ten cuidado

de encontrar aquí algo más que un tesoro...


30 de junio de 2010

The Abandoned

-Llegas tarde.
-Lo siento. Es que tuve que...
-No te pregunté porque. Solo te dije que llegas tarde.

Él extendió su mano, y enredó sus dedos con los de ella. El perfume de la primavera estaba impregnado en sus ropas, pero él no sabía oler el aroma del amor.

-Te quiero.
-Ya te dije que te lo calles para ti misma.
-Si no puedo decir "te amo" lo menos que puedo decir es ~te quiero~.
-Tienes prohibido decir cualquier cosa que demuestre sentimentalismo.

Sólo se escuchaban los pasos de ellos dos. Las calles estaban vacías. Un par de minutos caminando sin sentido bastarían, pensó el.

-Nos vemos mañana.
-Prometo llegar a tiempo, no te volveré a fallar.
-Da igual. Limítate a irte ya.

Ella cerró los ojos, esperando un beso, al menos un abrazo. Esperó en la oscuridad de la fría noche. Cuando abrió los ojos, no había nadie más que ella.

-Te amo.

Le susurró al viento.

Al día siguiente, ella simplemente no llegó.

Y dentro de él, algo se quebró...

26 de junio de 2010

The Pray

-...Estoy, en casa. Ya se que ha pasado mucho tiempo, que quizá no recuerdes mi nombre, y tampoco espero que siga vivo en ti ese sentimiento que decliné, pero, finalmente he regresado.
-No debí haberte dejado ir. Yo sabía que no ibas a volver. Por más que lo prometieras, no lo ibas a cumplir.
-Estoy delante tuyo, ¿es que no me ves? Te prometí de corazón que regresaría a tu lado, que te amaría por siempre, y ninguna de esas promesas fueron llevadas por el tiempo, las tenía presente en mi corazón, y lo sigo haciendo...
-Te conozco más que a mí misma, claro que te veo. Pero es que esta vez es diferente. No has regresado, no aún. No lo harás.
-No entiendo cuál es esa diferencia a la que te refieres. Si puedes verme, es porque efectivamente estoy aquí. Si he regresado, es por ti. Si volví, fue por...
-Nunca volverás a casa. No puedes regresar. Las cosas han cambiado.
-Pero...
-Yo lo sé, y tú deberías de aceptarlo. Regresaste porque has cambiado, porque en el momento en que te fueras, ya no serías tú. Yo sabía que las cosas cambiarían, y que no podría encontrarte por más que te buscara, sobre todo porque tú no querías que te encontrara. Me olvidaste, y fuiste tú mismo el que olvidó su propio nombre. Olvidaste porque luchabas, que defendías. Olvidaste el sentimiento que existía por mí. Importaba más aquel honor hacia aquellas personas que solo te utilizaban, y ahora, es demasiado tarde.
-A mi nadie me ha dicho que hacer. Si me fui, fue porque tenía que hacerlo, porque era necesario para mí. Porque quería darte lo mejor...
-Deshiciste todo en lo que creía. Si has regresado, es porque ahora eres diferente. Este nuevo tú no me gusta. Sobre todo porque no eres tú.
-Después de todo lo que pasé por volver a verte...
-Cuando te fuiste, yo morí. En mi soledad y depresión, me entregué a los brazos de la muerte. Yo sabía que era la única forma de tenerte de regreso, pero es que... No es lo mismo. Y nunca lo será. Ya es muy tarde para dar marcha atrás.
-¿La muerte?
-Yo sabía que ibas a morir. Aquella lucha incongruente acabaría contigo. No eres inmortal, así como tampoco eres todo poderoso. El enemigo te ha vencido, y tú has perdido. Has muerto también.
-Yo no puedo estar muerto. Yo he ganado. Yo he...
-Has muerto, y así seguirás durante la eternidad. Te quería de vuelta, pero no de este modo... No así...

"Por favor, escucha mi plegaria. Desde el fondo de mi corazón que está sufriendo con su ausencia; si es que estás allá arriba, si es que hay algo allá arriba, si es que eres todo misericordioso y te apiadas de un alma en pena... Tráelo de vuelta a mi, quizá no triunfador, quizá no orgulloso de la victoria, pero tráelo sano y salvo, y por favor, tráelo aún enamorado."

-Parece ser que después de todo, no me escuchó, o simplemente no existe...

25 de junio de 2010

The Run Away

El reloj marcaba las 5:40 cuando Rosallie se levantó de la cama, y se dirigió al baño, caminando de puntitas. Se dirigió al lavabo a enjuagarse la cara, se limpió los dientes con rapidez, y al volver a la habitación, recogió toda su ropa con prontitud. Se visitó en el mayor de los silencios, y al terminar, tomó la negra cartera que descansaba sobre aquel pantalón negro de vestir (tirado en el suelo), perteneciente al hombre que seguía dormido en la cama.

Dentro de la cartera de piel, había varias tarjetas de crédito, y otras cuantas de débito; pero a Rosallie las tarjetas no le interesaban para nada. Ella iba por el efectivo. Siempre y sin excepciones. Se topó con la credencial de elector, pero no se preocupó por leer el nombre. Después de todo, él era uno de tantos. Sin preocuparse a revisar la cartera a fondo, tomó todo el efectivo que contenía (más o menos 1,000 dólares) y la aventó al suelo, como si nada. Gucci no era una de sus marcas predilectas.

Mientras tomaba su celular del piso, miró al hombre con quien había pasado la noche.El sujeto aún dormía, pero Rosallie sabía que no sería por mucho tiempo. Sin pensarlo mucho más, se puso los zapatos, y salió del lugar. Aquel sujeto había sido uno de los pocos que la habían llevado a su casa. Uno de los pocos que aún era soltero.

Llegó 2 cuadras más abajo antes de detenerse a tomar un taxi. En ese momento el reloj marcaba las 6:05 am. El tipo se despertaría a más tardar a las 6:30, y a esa hora, Rosallie ya se encontraría varios kilómetros más al sur.

Rosallie llegó a su departamento, ubicado al sur de la ciudad, 40 minutos más tarde. Tanto la ropa, como el dinero recién adquirido, habían caído al suelo, mientras ella se dirigía al baño a darse una ducha.

Cuando regresó a la habitación, mientras se secaba el cabello, tomó los nuevos 1,000 dólares, y los juntó con el resto. Si las cuentas no le fallaban, disponía de 4,900 dólares. Necesitaría unos 300 más, ya que esa tarde tenía planeado ir de compras: debía verse presentable para entregar el dinero. Ya se ocuparía en la noche de terminar de juntar los 5,000 dólares. Estaba segura de que ya había terminado con los empresarios más ricos de la ciudad, por lo que esta vez tendría que acudir a seducir peces no tan gordos.

El centro comercial la vio llegar alrededor de las 3 de al tarde. Rosallie recorrió un par de tiendas de ropa, y varias zapaterías. A las 4:10 fue a Mcdoland's a comer una mustia ensalada, y a las 4:35 se encontraba en una joyería, buscando pulseras de oro. Estaba admirando una pulsera de Tous llamada "Sweet Dolls" cuando la asaltó el presentimiento de que alguien la estaba viendo. Se giró un poco, y pudo ver a un caballero mirando relojes en una vitrina algo alejada. En ese momento, la mirada del caballero se clavó en la suya, y Rosallie se giró rápidamente, mientras sentía un escalofrío recorrer todo su cuerpo.

-¿Le gustaría verla? -preguntó en ese momento el dependiente que tenía delante de ella.
-Por favor -Rosallie dijo que "sí" con la cabeza. El dependiente corrió la vitrina, y extrajo del aparador la pulsera, mientras Rosallie miraba de reojo al caballero, que se había acercado un poco, de manera no tan disimulada.
-Se trata de una pulsera elástica de perlas cultivadas en agua dulce, con el símbolo de Tous elaborado en oro amarillo.
-Es hermosa -susurró, mientras trataba de fijar su vista en el amarillo del pequeño oso, en vez del azul de los ojos del señor-. ¿Puedo...?
-Claro que si -y el dependiente deslizó la pulsera dentro de la mano de Rosallie, quien levantó un poco el brazo para poder admirarla.
-¿Cuál es el precio?
-298 Euros -en la cara de Rosallie se dibujó la desilusión. Se quitó la pulsera lentamente, y con ese mismo cuidado, la colocó sobre el mostrador.
-Gracias...
-El pago se hará con tarjeta -dijo una voz a su espalda. Rosallie se apuró a voltear, y se topó cara a cara con el hombre que la había estado mirando desde que había puesto un pie en la tienda.
-Como guste, señor -el dependiente no había notado nada extraño. Tomó la tarjeta de manos del caballero, y la pasó por la terminal.

Un par de minutos después, Rosallie y el caballero (que vestía un traje Armani negro) caminaban hacia el estacionamiento. Rosallie no dejaba de acariciar, discretamente, la pulsera que volvía a estar en su muñeca, después de que el señor se la hubiera puesto con sumo cuidado. Tampoco podía dejar de ver el perfil de caballero, ya que caminaban lado a lado.

-¿Te acompaño a tu auto? -preguntó el señor. Rosallie se percató de su curioso acento inglés.
-Pues... No he venido en auto -fue su sencilla respuesta, mientras sentía como sus mejillas se coloreaban en un tono melocotón.
-Mejor -respondió el caballero, y la tomó por la cintura-. Iremos en el mío.

En la mente de Rosallie rondaban varias cosas. Entre ellas, una frase que le había escuchado decir a su padre, varios años atrás: "Si un hombre gasta mucho dinero en joyería para dama, hay muchas cosas que espera. Y como referencia, platicar no es una de ellas". Ahora sabía perfectamente a que se refería, pero ya no le importaba.

El centro comercial los había visto partir a las 4:59.

El resto de la tarde ocurrió en un bar ubicado en el centro de la ciudad. Estuvieron platicando y bebiendo un par de horas, hasta que el caballero inglés (porque ya se habían presentado formalmente, y formalmente el caballero tenía un nombre inglés), la invitó a acompañarlo a su "habitación de hotel". Algo demasiado común para Rosallie, pero esta vez, se sintió un poco recelosa.

-¿Tu esposa no debe de encontrarme en casa? -preguntó de manera un poco atrevida.
-No estoy casado -fue la respuesta que recibió cuando la ayudó a ponerse de pie-. Y tampoco vivo en la ciudad, por lo que no tengo casa aquí.
-Siento el mal chiste -Rosallie trató de disculparse.
-No tienes porqué.

El hotel Ritz de 5 estrellas, se encontraba en el número 900 del W Olympic Boulevard, en los pisos 22 al 26 de la 54-Story Tower. Apenas el caballero hubo abierto la puerta, un valet parking le ayudó a sostenerla, y ocpuó su lugar, poco después, en el asiento del conductor del Mercedes color plata. Un botones se apuró a abrir la puerta del pasajero, y tenderle la mano a la damisela, para que Rosallie pudiera bajar.

-Buenas noches señor. Bienvenido al Ritz -dijo cortésmente el recepcionista que estaba en turno.
-Buenas noches, necesito una habitación para dos -respondió el inglés, mientras sacaba la cartera, para extraer de ella una de las tarjetas de crédito.
-¿Sencilla o suite?
-Deme la Ritz-Carlton Suite, por favor.
-¿Su pago será en efectivo o con tarjeta?

El inglés se detuvo al escuchar la pregunta. Algo le decía que no debía de usar la tarjeta, ya que cuando su secretaria revisara sus transacciones, se daría cuenta de semejante irregularidad, sobre todo tratándose de la suite más cara del hotel, y que era una suite para 2, tomando en cuenta el hecho de que él viajaba solo. Sintió la mirada del recepcionista, y guardó la tarjeta.

-Será en efectivo.

Cuando hubieron llegado a la suite, el botones dejó su equipaje (que no era nada más que las compras que Rosallie llevaba desde el centro comercial), se despidió de ellos cortésmente, y después de recibir un billete de 50 dólares, salió del lugar.

Para Rosallie, aquella fue la mejor noche que pasó en toda su vida. El champagne y las fresas cubiertas con chocolate llegaron alrededor de las 9 de la noche. Los juegos duraron poco más de una hora, y el sexo terminó como hasta las 3 de la mañana. Se sentía cansada, pero feliz: había sido el mejor sexo de toda su vida. Y con ese pensamiento en la cabeza, se quedó dormida.





La costumbre la antecedió cuando, a la mañana siguiente, se levantó alrededor de las 6 de la mañana. Se desperezó lentamente, ya que en esta ocasión no tenía planeada una silenciosa huída. Se puso las zapatillas y se dirigió al baño, a relajarse en la tina con agua caliente y sales aromáticas. Media hora de relajación después, Rosallie se encontraba secando su cabello con una toalla, y se acercó a la cama. Un bulto debajo de las sábanas de seda blanca, indicaban que el inglés seguía durmiendo.

Rosallie se sentó junto a él, y deslizó lentamente las cobijas, para no despertarlo bruscamente.

Pero debajo de las cobijas no había ningún inglés. Sólo un montón de almohadas amontonadas, dando la impresión de formar un cuerpo.

Rosallie se levantó inmediatamente, y fue ahí cuando se dio cuenta de que en la suite, no había ni rastro del inglés. No estaba su ropa, ni el celular, ni el reloj, ni la cartera. Nada. Durante años en su vida, había aplicado el escape silencioso en las mañanas después de sus aventuras de una noche. Era la primera vez que se la aplicaban a ella.

Y lo peor, era que ella se había enamorado.

-Leopold Hudson -susurró mientras caminaba por la calle, buscando un taxi que la llevase de regreso a su departamento-. Leopold Hudson -repitió. Era lo único que le quedaba del inglés. Su nombre, y la pulsera de perlas y oro amarillo que se agitó en su muñeca, cuando alzó la mano para detener un taxi.

24 de junio de 2010

The Will Forget

-Tiene una llamada de Boulet por la línea principal.
-¿Dijo que era urgente?
-Bastante.
-Que llame a las 6.
-Pero...
-He dicho, que llame a las 6.
-Claro, señora...


La secretaria abandonó la oficina de la presidenta de la compañía, con el nerviosismo dibujado en la cara y repercutiendo en sus temblorosas piernas. Regresó a su escritorio, y tomó el auricular. La voz del tal Boulet se escuchaba al otro lado de la línea, apurando a sus subordinados sobre cierto embargue.


-¿Señor Boulet?
-¿Señora Talasha?
-Lo siento, pero la Señora está ocupada y no...
-Dije que la llamada era de extrema urgencia.
-Eso es lo que me ha dicho, ya sabe como se pone...
-Es urgente.
-Dijo que vuelva a llamar a las 6...
-Dígale que el trato se cancela.


Boulet colgó el teléfono de un golpe. La pequeña secretaria se quedó con el auricular aún en mano durante un par de minutos antes de poder reaccionar y darse cuenta de lo que había pasado. Acababa de perder a uno de los principales compradores, lo cual significaba una pérdida de 100 mdd para la empresa. Con el miedo y la preocupación dibujados en el rostro, decidió ir a la oficina de la Presidenta para pedirle que rectificara y se comunicara con el Señor Boulet.


Pero la Presidenta no se encontraba en su oficina cuando ella llegó.


Christine Talasha se encontraba 30 pisos más abajo. Apenas su secretaria hubo salido de su oficina, ella había tomado su abrigo y su maletín, salió de su oficina sin preocuparse por cerrar con seguro la puerta, y se dirigió al acensor.


Y ahora se encontraba en el recibidor del edificio de oficinas de su empresa "Talasha & Co." 30 pisos más abajo.


Uno de los porteros había corrido hacia el estacionamiento subterráneo, y había sacado el Porsche negro de Christine en lo que ella recorría el camino hacia la entrada principal.


Le tendió un billete de 5 dólares al portero, y subió al Porsche, dando un fuerte portazo.


Conocía el camino de memoria. La única diferencia, esta vez, consistía en la hora. Comúnmente recorría ese trayecto a la hora pico, y como esta vez había salido de la oficina 4 horas antes, las avenidas estaban muchísimo más vacías que de costumbre, por lo que el camino fue muchísimo más rápido. Justo lo que necesitaba.


En su mente aún repiqueteaba esa conversación por teléfono, ocurrida hacía solo unos 15 minutos, y que la había obligado a salir de ese modo de la oficina.


-Daniel está con nosotros. Se está divirtiendo. Creo que más de lo que debería.
-No entiendo cuál es ese punto "tan importante" al que quiere llegar.
-Estamos en el "Pusy Chik", no creo que lo conozca. Una señora de su clase no frecuenta este tipo de lugares. Y Daniel, pues el...
-¿Lo ha llevado a la fuerza, no es así?
-Perdóneme que se lo diga, pero no. A decir verdad, él fue el que decidió venir.
-No tengo porqué creerle. Ni siquiera lo conozco...
-Ah, pero yo si la conozco a usted. No tiene porqué desconfiar así de mí. Si no me cree, llame a su celular. Le aseguro que no recibirá respuesta... Su amante no querrá que usted se entere de lo que está haciendo.

La llamada se había interrumpido abruptamente, así como los pensamientos de Christine. Había llegado al departamento de... Daniel. Le remordía la conciencia pensar en qué era ella para él. En que era él para ella.


La palabra "amante" no pudo haberlo definido mejor. Después de todo, él era 10 años menor que ella.


El departamento de Daniel se encontraba en el 3er piso del edificio. Era un lugar que se encontraba en una zona exclusiva, ya que había sido ella la que lo había pagado. Christine detuvo el Porsche en la esquina, y bajó de el, con un poco de nerviosismo.


Miró hacia los cajones del estacionamiento del edificio, y pudo ver el Cadillac rojo vino de Daniel. Eso hizo que se le calmara un poco el corazón: sin lugar a dudas él estaba en casa. Nunca iba a ningún lado sin el Cadillac que ella le había comprado en su aniversario de 1 mes.


Christine miró a ambos lados antes de cruzar, y entró al edificio como si se tratara de su propia casa. Porque lo era. Subió al tercer piso, se paró frente a la puerta del departamento C-3. Se quedó con la duda de si debía tocar o no. Nunca antes lo había hecho. Al final se decidió a entrar sin más, aunque en su mente ocurría una escena en la que Daniel le preguntaba que hacía ahí 4 horas antes de lo previsto. Ni en su imaginación encontró una respuesta lo suficientemente convincente, por lo que entró sin más.


El lugar estaba desierto. Christine sintió un poco de pánico. El Cadillac estaba, pero Daniel no. Aquí algo iba mal.


Tomó el celular, y marcó a Daniel. Aún no se ponía el móvil en el oído, cuando escuchó la cancioncita del celular del chico en el lugar. Christine caminó lentamente hacia donde escuchaba el celular: su habitación.


El celular vibraba sobre la cama, entre el lío de mantas que Daniel acostumbraba dejar cuando se levantaba tarde. Christine colgó y tomó el celular de Daniel. La pantalla marcaba una llamada perdida de "Mi princesa".


Se sentó en el borde de la cama, ya que las piernas habían amenazado con fallarle. Algo le decía que aquella llamada que había recibido hacía 25 minutos, no era del todo falsa. Fue en ese momento en que su mirada se fijó en algo: un pedazo de papel que surgía del cajón de la mesilla de noche.


Christine se acercó y lo sacó con cuidado. Se trataba de un panfleto que anunciaba un bar de "table dance" llamado "Pusy Chik".


En menos de un minuto, Christine se encontraba afuera del edificio, y un par de segudos después, el motor del Porsche rugió, y Christine Talasha conducía a toda velocidad por el distribuidor vial. En su mente surgían mil y un historias sobre lo que pasaría cuando llegara al lugar. Para empezar, ¿tendría el valor de entrar? Y de todos los años que conocía a Daniel... ¿cómo había terminado en un lugar así? Y más que nada... ¿quién había sido el hombre que la había telefoneado, hacía solo 35 minutos?


La dirección escrita en el panfleto se encontraba cerca. 5 minutos más y Christine estaría ahí. La atrapó un semáforo en rojo, y tuvo que detenerse. Eso le sumaría 2 minutos de retraso.


En ese momento, su celular empezó a sonar. Lo tomó y automáticamente presionó la tecla de colgar. Pero el tono seguía sonando.


Después de todo, el teléfono que había tomado, era el personal. El teléfono del trabajo seguía dentro del maletín, y seguía sonando. Christine miró al frente, con la mirada fija en el rojo del semáforo. No tardaría en cambiar.


Y el móvil seguía sonando.


Un poco molesta, abrió el maletín, y sacó el móvil. Su secretaria se encontraba buscándola.


-¿Que pasa Katie? -preguntó algo fastidiada. En ese momento el semáforo se puso en verde, con lo que Christine arrancó, pero para orillarse.
-Me asustó al no haberla encontrado en su oficina...
-Es que se me ha presentado algo importante.
-¿Más importante que el señor Boulet? -Christine se quedó callada-. Sé que no debo meterme en sus asuntos privados, señora, pero creo que no hay nada más importante que el trato con el Señor Boulet.
-Eso lo decido yo.
-Perdón señora, pero debo insistir. Si pierde este acuerdo, el prestigio de la empresa caerá y perderemos varios clientes potencialmente importantes. Si el negocio se lleva a cabo correctamente, tendrá en sus manos esa sucursal en Amsterdam de la que tanto ha mencionado... -esta vez fue el turno de la secretaria para quedarse callada.
-¿Cuánto fue la última oferta de Boulet? -preguntó Christine mientrás ponía el auto en marcha de nuevo.
-Antes de que colgara, dijo 158 mdd.
-Voy para allá.


Y Christine colgó. Un par de segundos después, emprendía el camino de regreso al trabajo.


Ya aclararía las cosas con Daniel después. Prefería esperar a estar en un terreno que fuera favorable para ella.










-Te has tardado mucho. ¿Te has sentido mal? -dijo Daniel conteniendo una risilla. Tomó el vaso de tequila que estaba frente a él, mientras su amigo se sentaba a la mesa, y tomaba un puro.
-He tenido que hacer una llamada telefónica.
-¿Alguna otra "amiga nueva"?
-No. No se trata de eso -el amigo de Daniel sonrió, de manera un poco cansada. Tomó el puro, y lo prendió con un encendedor que había en la mesa-. ¿Sabes? Me he puesto a pensar... en tu "chica".
-Agh, Rob, no empieces, por favor.
-No, no. No he dicho nada -Rob se limitó a entretenerse con el puro un rato, antes de volver al ataque-. Es solo que... Ella está muy enamorada de ti.
-Lo se -Daniel se limitó a beber del tequila-. ¿Y eso a que viene de repente?
-Bueno, chico, no te ofendas, pero... Algo me dice que tú no la amas tanto como ella a ti.
-¿Y es por eso que me has traído a este lugar? -Daniel hizo una seña con la mano, como si tratara de abarcar todo el lugar. Se encontraban en un bar de mala muerte, con prostitutas bailando sobre las mesas, enredándose en los tubos, y degradándose a sí mismas.
-Solo te traje de vuelta al mundo de los mortales, chico. Desde que andas con esa "señora" no sabes mirar abajo. Ella te ha llevado muy alto, te está corrompiendo.
-No es una señora.
-Es diez años mayor que tú.
-Eso no quita...
-Te ha dado casa, auto, escuela, comida, ropa, lujos. Si, Daniel, en pocas palabras te ha dado lujos y te trata como su niño mimado, te compra y luego te lleva como perro de feria a exhibir frente al resto de sus amigos ricos. Deberías de sacarle el máximo provecho ahora que puedes, y después, deshacerte de ella. Que te compre, si eso es lo que quiere, pero después tendrá que pagar las consecuencias.

Daniel se quedó callado. No sabía que responder a ello. Bueno, sí sabía, pero no quería sonar... Desvió la mirada del tequila, y se concentró en una bailarina que se encontraba recibiendo unos dólares de un viejo gordo y calvo. Suspiró antes de mirar a Rob nuevamente.

-Tú puedes hacer que ella te dé lo que quiera -dijo Rob-. Yo lo haría.
-Lo sé -respondió Daniel-. Pero la diferencia entre tú y yo, es que yo la amo.

El caballito de tequila llegó a su fin. Mientras Daniel contemplaba un extraño reflejo en el caballito, suspiró nuevamente.

-Yo la amo, y quiero olvidarla. Yo no quiero una vida feliz a su lado...

20 de junio de 2010

The Night-ed

El sonido del despertador repiqueteaba por toda la habitación. El sol resplandecía mientras se reflejaba en las paredes color blanco perla. Aquellos cuadros de campos de flores y naturaleza muerta adornaban la soledad de semejante habitación. Extrañamente, las puertas del balcón estaban abiertas, con lo que las largas cortinas, a su vez blancas y vaporosas, revoloteaban a causa de la brisa matutina.

Y el despertador seguía sonando.

Una mano blancuzca, un poco pálida, se asomó por debajo de las cobijas color vino tinto. Lo único que rompía con el blanco de la habitación. De todo el lugar.

La mano de Alesana dio a tientas con el despertador, y mientras lo jalaba a las profundidades de la cama, el repiqueteo de la alarma aquella dejó de sonar. Un par de segundos después, las cobijas se retiraron para que ella pudiera sentarse, desperezarse, y contemplar su reflejo en el espejo del tocador, con mirada somnolienta.

Tenía pocos recuerdos de la noche anterior, pero no le preocupaba demasiado. Después de todo, ~esas noches~ eran todas iguales.

Miró alrededor, lentamente. En la cama se encontraba sólo ella, lo cual no era para nada extraño, ya que todos aquellos hombres se levantaban a primera hora del día, para no llegar tarde a la oficina. Los restos de ropa que quedaban esparcidas por todo el suelo de la habitación, no eran más que de ella.

Mientras se ponía de pie, su largo cabello oscuro susurraba al hacer contacto con su piel blanca y pálida. Tallándose los ojos, caminaba a ciegas hacia el baño, para darse su acostumbrada ducha matutina. No fue necesario quitarse la ropa, ya que obviamente no traía nada sobre sí misma; de modo que al abrir el grifo del agua fría, el agua golpeó directamente su piel, haciéndola despertar de golpe.

Como siempre, los sucesos de la noche anterior regresaban para hacerle compañía, con lo que sólo conseguía una sensación de soledad, y se obligaba a sí misma a tallarse el cuerpo con un poco más de fuerza que debería de aplicar, dejando su piel un poco rosada.

Una hora y media después, con los botines rojos de Gucci, los pendientes de diamantes de la nueva colección de Dolce & Gabanna, y aquel abrigo de piel de zorro de Armani Privé, se dio un pequeño rocío del Chanel No. 5 y tomando la bolsa color vino tinto de Louis Vuitton, Alesana se dispuso a salir a la calle.

Acostumbrada a vestir con todos aquellos regalos carísimos (de todos aquellos hombres que intentaban seducirla con joyas y ropa exclusiva, para terminar agradeciéndoles aquellos lujos en la cama), Alesana salió con la frente en alto de su departamento (regalo de un Griego que la visitaba una vez al mes), y enfiló hacia la 5ta Avenida. Encontrar un taxi en la ciudad de Manhattan no era difícil cuando enseñabas un poco de piel y un billete de 100 dólares.

Entrar y salir de cada una de las tiendas era un trabajo cada vez más cansado. Mientras las bolsas se iban amontonando bajo el brazo, coger el celular y marcar se tornaba más difícil en cada nuevo intento. Sobre todo cuando el único número con el cuál había estado intentado comunicarse todo el día, no paraba de sonar ocupado, o en todo caso, fuera del área de servicio.

A las 4 en punto, el tecleado del número marcado cambió. Conteniendo un largo suspiro, solo fue necesario esperar un tono de marcado antes de escuchar como se levantaba el auricular del otro lado de la línea. Alesana se preparó a fingir su mejor voz.

-Buenas tardes, mon amour -se escuchó la voz grave de un hombre, en un intento muy acertado de sonar seductor. Acertado para cualquiera, menos para Alesana.
-Buenas tardes, cielo -respondió ella.
-¿Estás pasando una buena tarde?
-Como no tienes idea... -y dejó la frase en suspenso, para ocultar un poco el sarcasmo de su voz.
-¿A que se debe el motivo de tu llamada, mon coeur?
-He pasado una larga jornada aquí en el lugar de siempre -Alesana sabía que no era necesario dar más explicaciones-. Las bolsas son demasiadas, y obviamente, son algo pesadas...
-No digas más, mon chérie. Mandaré a Antonio a buscarte.
-Eres un amor -Y sin esperar más respuesta, Alesana colgó.

Tan solo un par de minutos después, uno de tantos choferes, de aquel millonario de tantos, apareció en la esquina de la 5ta Avenida y la Calle 59 y se estacionó frente a Tiffany & Co. Las bolsas de Alesana prontamente ocuparon su lugar en la parte de atrás de la limusina, y después de que Antonio ayudara a la chica a subir, cerró la puerta, dio la vuelta al vehículo, subió al asiento del conductor, lo puso en marcha, y recorrió el acostumbrado camino hacia el apartamento de la chica, ubicado unas calles más abajo, y a la derecha, del Central Park.

Una vez las bolsas estuvieron dentro del apartamento, esparcidas por el suelo de la estancia, Alesana se despidió del chofér (Antonio hizo su acostumbrada reverencia y partió en silencio), y mientras se quitaba los zapatos y la bolsa caía rebotando en el sillón, Alesana entró a la habitación, donde el abrigo emitió un ruido sordo y resbaló de la cama para terminar en el suelo.

La ropa poco a poco fue haciendo un camino rumbo al baño. Las sales aromáticas cayeron en la tina, y después de un par de minutos en los que ella se contemplaba en el espejo, el grifo del agua se cerró, y Alesana entró a la tina llena de agua caliente con olor a lavanda.

El teléfono no tardó en sonar, y la mano de la chica no tardó en tomarlo y contestar. Pero su voz de felicidad se vino abajo cuando comprobó quién se refería a ella desde el otro lado de la línea.

-Il mio amore, es un placer hablar contigo en esta velada escarlata, llena de estrellas que no asemejan su brillo al destello que produce tu cabello en estas noches de luna llena.
-Supongo que también es un gusto hablar contigo, corazón.
-Scusi me por llamarte tan tarde, pero es que el trabajo en la oficina ha sido agotador, spaventoso, spaventoso; y apenas he tenido tiempo de desembarazarme de tanto ajetreo y así poder dedicarte toda mi atención.
-No tienes que disculparte -Alesana había tomado nuevamente un tono alegre en la voz, aunque su mirada no denotaba el mismo entusiasmo-. Yo también he estado un poco ocupada.
-¡Ah! Mi fa male escuchar algo así. ¿Te parecerá cenar conmigo mañana al atardecer para poder relajarnos un poco? Sarà lieto di averti vicino -Alesana se incorporó en la tina, y mirando su reflejo jabonoso en la pared de vidio que tenía frente a ella, se apresuró a mentir.
-Mi dispiace tanto, amore, pero mañana tengo programada ya una salida.
-¿E 'scortese chiedere chi?
-En absoluto, mio amore, se trata de una compañera de la Universidad. Hace años que no la veo.
-En ese caso, supongo que no hay nada que pueda hacerse. Che desolazione. Pero prometo llamarte mañana mismo sin falta para estar al cuidado de tí, mio amore. Que pases una bella notte.
-Lo mismo para ti. Ciao.

Y el teléfono volvió a ser colgado. Alesana lo colocó fuera de la tina, y se sumergió por completo en la espuma.

El reloj marcaba ya las 9 de la noche. Alesana se encontraba sentada en la sala con un Vodka Martini en una mano, y el teléfono en la otra. Había recibido un par de llamadas más, pero las había rechazado todas. Esa noche, en particular, no parecía tener ánimos para soportar mimos. Al menos, no de aquellos empresarios que se portaban empalagosamente atentos y preocupados por su ~bienestar~.

Mientras las aceitunas recorrían el fondo de la copa, ya casi vacía, sus ojos se perdían entre los botones del teléfono, y la duda sobre si marcar o no marcar, revoloteaba y crecía en su cabeza.

Marcó una vez, pero si bien el teléfono no logró dar ni un solo tono de marcado, Alesana colgó.

Un nuevo trago a la copa dejándola vacía, le dio tiempo suficiente de ir al mini bar, cambiar la copa por un vaso y servirse, esta vez, un poco de Whisky. Ya devuelta al sillón, y después de un largo trago, el teléfono nuevamente ondeaba en su mano, y Alesana volvió a marcar. Y esperó.

Esperó.

Esperó.

Estaba por colgar, cuando se escuchó como se conectaba la llamada. El corazón se le aceleró, y su mano sujetó fuertemente el vaso de Whisky, el cual se agitó peligrosamente en su regazo.

-Buenas noches -fue lo único que alcanzó a balbucear.
-Buenas noches -respondió aquella voz. Alesana respingó un poco al comprobar que era justo la voz con la que deseaba hablar, y un par de gotas del Whisky cayeron sobre su bata de seda rosa, pero no se dio cuenta.
-Te he estado marcando todo el día -fue lo único que alcanzó a decir, pero se apresuró a corregirlo-; me imagino que estarías ocupado.
-Si, algo así -respondió aquella voz, secamente.
-Siento tanto haberte importunado, pero necesitaba hablar contigo.
-Adelante -Alesana sintió el temblor de su mano, pero aferró el teléfono con mayor fuerza, haciéndose un poco de daño en la oreja.
-Mañana tengo el día libre, y estaba pensando en que tú y yo, podríamos...
-¿Me estás invitando a salir? -la voz se escuchaba un poco agotada, y Alesana pasó por alto el hecho de ser interrumpida. Guardó silencio un par de segundos, pero prontamente replicó con un modesto ""-. Lo siento tanto, pero mañana estaré ocupado.
-¿Cuanto ti...?
-Todo el día. Desde el amanecer hasta el ocaso.
-Podríamos vernos en la noche...
-Estaré demasiado cansado para prestarte la atención debida. Ahora, si me disculpas, tengo que ir a dormir. Mañana será un largo día.
-Je t'aime...

La llamada se cortó antes de que el susodicho pudiera escuchar las últimas palabras de Alesana. Fue en el mismo instante en que la copa de Whisky resbalaba de su mano, y el líquido color oro se desparramaba por la alfombra color blanco perla, para variar.





-Has tardado mucho... -dijo una voz seductora, perteneciente a una pelirroja que se encontraba sentada de manera un poco  provocativa, en el sillón.
-No encontraba las copas.
-Como si fuera la primera vez que vienes aquí -la pelirroja disimuló una risita, mientras se ponía en pie. El crepitar del fuego en la chimenea hacía que su cabello pareciera fuego también-. He escuchado sonar tu celular mientras estabas allá...
-Número equivocado -fue lo único que respondió. Colocó las copas altas en la mesilla que estaba junto al sillón, sacó el celular, y mientras la pelirroja veía como lo apagaba, lo aventó sin miramientos al sillón, donde se perdió entre los cojines. La pelirroja sonrió nuevamente, y lo abrazó por el cuello.
-Así es mejor, nadie nos molestará esta noche -susurró antes de deslizar sus labios por los suyos.
Aquel joven respondió al beso, sujetando su cintura firme, aunque dulcemente, mientras que a tientas, con la otra, buscaba la botella de Champagne.
-Hazme tuya esta noche, Jacoby...
-Te lo prometo, Clarisse, te haré mía como nunca nadie lo ha hecho...





Al otro lado de la ciudad, Alesana se encontraba perdida en sus pensamientos, sujetando una botella de Ron recién abierta, con la mirada perdida, y los ojos bañados en lágrimas.

El único hombre que había amado en su vida, amaba a otra en su lugar...

"A volte la vita può essere molto crudele."

18 de junio de 2010

The Lonely

Se arremolinan todos estos pedazos de papel, con palabras escritas en ellos. Son todas estas frases especiales que he guardado a lo largo de mi vida; todas ellas a las cuales me niego a renunciar. Algunas de ellas son por admiración. Otras son sólo porque suenan bien. Varias de ellas han sido escritas por mí, mientras que otras pocas las he robado de tu mente, mientras dormías.


Necesitaba huir de todo. Ni siquiera los lugares comunes a los que acudía en mi desesperación anteriormente eran los correctos para las actuales ocasiones: estaban todos llenos de ti. Ahora tengo la creciente necesidad de encontrar nuevos espacios para tener dónde esconder mi cara, la cual está sucia por todas las lágrimas que he estado derramando.


Sé que en estos momentos, saber de mí es lo menos que estás esperando de la vida. Entiendo que me haya vuelto algo innecesario para ti, pero aún así, yo sigo teniendo ciertos motivos que me impiden olvidarte. Y aún con lo anterior que he dicho, estoy segura de que ya no quiero abrazarte. Mucho menos darte un beso. De hecho, sólo quiero que sigas caminando, y que no se te ocurra mirar atrás.


No puedo soportar tu mirada crítica y calculadora que me recuerda todas y cada una de este paquete de mentiras que forman mi persona. La verdad, ya no importa. Soy lo que decidí ser, y por ningún motivo quiero cambiarlo. Estoy consciente de que he cometido demasiados errores por ser yo misma, pero la verdad es que no me arrepiento de ellos. Poco a poco, todos ellos me han hecho llegar a este punto estancado en el que me encuentro desde hace tiempo. Este punto del cual no quiero salir.


Supongo que se llama resignación. Quizá sigo con mi falacia de creer que algo bueno me depara el Karma. No sé cual sea el final de mi camino, pero al menos espero poder llegar a él. Quizá debería esperar a que el destino llame a mi puerta; quizá debería yo salir a buscarlo.


Sólo esperaré que el frío pase...


"Tu podrás llamarlo ~Interesante~. Yo prefiero ~Necesitada de Atención~."


06/01/10

13 de junio de 2010

The Needed

"Llama, no importa la hora, que yo estoy aquí
Entre las cuatro paredes de mi habitación
Y es importante al menos decirte
Que esto de tu ausencia me duele, y no sabes cuanto"

El tic-tac del reloj se funde con el goteo de la llave aquella que nunca ha cerrado bien; mientras el rugir del inexistente viento intenta escaparse por la ventana, aquel repiqueteo de la puerta se extingue junto conmigo.

Mientras el negro se funde con tu silueta, y recuerdo vagamente el tacto de tu piel, intento recordar aquellos tiempos en que la sonrisa formaba parte de mi rostro, y siento como mis pesados brazos intentan aferrarse a aquella sombra que se me a figura a ti, en mi techo blanco escarlata, y que resulta ser sólo mi imaginación.

"Ven, aparece, tan sólo comunícate
Que cada hora es un golpe de desolación
Es demasiado aburrido no estar a tu lado"

El ritmo de la música se funde en mi boca, mientras el calor me atonta y cierro los ojos para ver los tuyos una vez más. Perdiendo la noción del tiempo, se escapa poco a poco mi juventud, entre estos suspiros que acompañan cada letra de tu estrofa. Palabras que nunca llegarás a escuchar.

El agua de la regadera poco a poco borra las marcas superficiales que adornan esta piel marchita, pero aquellas marcas interiores siguen ahí, estigmas de aquel pasado que no se puede cambiar. Mientras mi boca sigue articulando momentos falsos de perdón y redención, mi mente sigue imaginándose aquellos falsos momentos en que las cosas mejoran y el gris de las nubes es tragado por el brillo dorado del sol.

"Ven, que mi alma no quiere dejarte ir
Que los minutos me acechan, aquí todo es gris
Que alrededor todo es miedo y desesperanza"

Un complejo de culpa del cual no puedo escapar. El cual se ha apoderado de la confianza, y lo carcome como si se tratase de un vil espejismo. Intentando encontrar aquellas palabras para recuperar lo perdido, sigo ocasionando líos en mi cabeza, porque sigo sin saber que es lo que deseas escuchar, qué es lo que necesito que sepas.

No puedo definir lo que en estos momentos es importante.

"Ven, que nunca imaginaba como era estar sola
Que no es nada fácil cuando te derrotan
Que no sé que hacer, y aquí no queda nada de nada"

Los párpados se me cierran, pero el sueño no viene. El dolor de cabeza sigue presente, pero se olvida cuando intento levantarme a buscar una aspirina, ya que no puedo con mis piernas, con mis brazos. Con todo mi cuerpo. Hacía mucho que no me derrotaba el mundo y me obligaba estar en cama, dando vueltas por toda ella, ignorando el llamado de las demás personas; mientras la música poco a poco se pierde en un abismo, y solo queda ese zumbido idiotizo de mi mente.

Aquel punto que se dibujó en la pared, ahora se encuentra rondando en el techo. No entiendo que se supone que quiere de mí. Si tan sólo aquella música se callara y me dejara pensar con tranquilidad. Si tan sólo el piano y el violín dejaran de producirme este efecto soporífero, yo podría enfocarme en ti.

"Llama y devuélveme todo lo que un día fui
Esta locura de verte se vuelve obsesión
Cuando me invaden esos días tristes
Siempre recuerdo mi vida, yo como te amo"

Siento la necesidad de arañarme a mí misma, pero el contacto con mi propia piel me escuece. Marchita. Se siente como algo muerto. Supongo que la putrefacción de adentro poco a poco está saliendo al exterior.

Si pudiera separarme de mí misma, y omitírme aunque sea por un par de horas, podría separar de mí estas ideas que involucran de nueva cuenta a la pared. A los golpes.

"Ven, que mi cuerpo la pasa extrañándote
Que mis sentidos se encuentran fuera de control
Es demasiado aburrido no estar a tu lado"

He perdido la cuenta del tiempo. Ya no sé si se trata solo de horas, de días. De vidas enteras en las cuales he muerto y reencarnado para repetir el mismo patrón. Y sin embargo, aquí sigo escuchando a aquellos que me preocupan, que me abstienen de aventar todo por la borda, de fingir felicidad. De expresarme como realmente soy.

No entiendo el poder de los amigos. La facilidad con la que una simple mirada te obligan a agachar la tuya, saltar en un abrazo y llorar hasta sus últimas consecuencias. Desahogo. Necesito un poco de tiempo antes de admitir que lo necesito.


"No me enseñaste como estar sin ti
¿Y qué le digo yo a este corazón?
Si tú te has ido y todo lo perdí
¿Por dónde empiezo si todo acabó?
No me enseñaste como estar sin ti
¿Cómo olvidarte si nunca aprendí?"

Thalía - No Me Enseñaste