The Gringotts

Entra, desconocido, pero ten cuidado

con lo que le espera al pecado de la codicia,

porque aquellos que cogen, pero no se lo han ganado,

deberán pagar en cambio mucho más,

así que si buscas por debajo de nuestro suelo

un tesoro que nunca fue tuyo,

ladrón, te hemos advertido, ten cuidado

de encontrar aquí algo más que un tesoro...


18 de enero de 2011

The Dinner

   -¿Te parece bien cenar esta noche, en mi casa? Mía está deseosa de probar que es buena cocinera.
                -Supongo que está bien, no tengo nada planeado para hoy. ¿Será una cena formal, aunque solo seamos tú, tu esposa, mi secretaria y yo?
                -Si, quizá un poco formal. Necesito que Mía se vaya acostumbrando a todo esto. Además, hay alguien a quien quiero presentarte, ya sabes, pedirte tu opinión.
                -¿Así que siempre sí es una cena de trabajo?
                -Bueno, se involucra un poco, sí. Es solo que, me dijiste que necesitabas un director para la sucursal del banco, aquí en New York, y pues… Quiero que me digas que piensas de la selección que he hecho.
                -En ese caso, me vestiré formal. Espero no opacar a Mía.
                -Ante mis ojos, claro que no. Pero ante el joven…
                -¿Cuál joven? ¿Eso significa que tu recomendado es un adolecente?
                -Eres cruel con la gente que no pasa de los 35, Christine.
                -Mira, Hudson, es solo que… He tenido malas experiencias con niños inexpertos y, no quiero que este “joven” vaya a hacer mal uso de la sucursal.
                -Te aseguro que no pasará tal cosa. Lo he seleccionado yo personalmente. Digamos que he revisado sus antecedentes e historiales, y… Es un muy buen candidato. Además, tú eres la que tiene la última palabra. Tú decides si se queda, o se va.
                -De acuerdo, tú ganas. Estaré ahí esta noche.
                -Llega alrededor de las 8. Recuerda, cena casera, pero formal.
                -Cuenta con ello.

La llamada había ocurrido a medio día. Ahora, eran las 8.05 de la noche, y Christine se encontraba en el recibidor de la casa de Leopold Hudson, junto con su secretaria Katie, y su “consejero” Robert. Mía los saludo a los tres, y los guió por el pasillo hasta la sala de la casa, donde se encontraban Leopold y “el joven”. Los dos se levantaron de los sillones cuando vieron entrar al trío. Leopold saludó a Christine y a Katie como si fueran ya viejos amigos, y después se sentaron.

                -Pensé que solo iban a venir tú y tu secretaria, Christine –Hudson dijo en un claro intento por hacer que ella presentara primero a su acompañante.
                -Se trata solo de mi consejero financiero. Su nombre es Robert –y Robert saludó brevemente a Hudson, y al joven que lo acompañaba.
                -Pensé que no necesitabas consejeros financieros. Tenía entendido que podías hacerte cargo de tu dinero tú sola.
                -Oh Hudson, así es, pero de vez en cuando necesito a alguien para platicar, y Robert siempre está ahí. Pero, tú no me has dicho quien es el jovencito que nos acompaña.
                -Ah, sí, sí. Tengo maravillas que contarte de este jovencito. ¿Cuántos años tienes, chico?
                -28, señor.
                -Eso, eso. 28. Mira que resulta ser que este chico trabaja en un banco local. También es consejero financiero, como Robert. Es muy dedicado, y sabe de qué habla cuando habla. Además, lo que he podido platicar con él, tiene ideas muy frescas, y al mismo tiempo sabe de cosas conservadoras. Digamos que lo tiene todo.
                -¿Cómo te llamas? –preguntó Christine.
                -Jacoby Williams.
                -Pensé que no te gustaban los americanos, Hudson.
                -Bueno, bueno, tú eres americana y me agradas mucho. No hubiera firmado contrato de no haber sido así.
                -Me halagas, aunque tengo entendido que justamente a eso viniste a Estados Unidos: a extender tu compañía.
                -Bueno, sí y no. En realidad… -en ese momento entró Mía Roche, e interrumpiendo su conversación, los hizo pasar al comedor, con el anuncio de “la cena, está servida”.

Ahora, Hudson se encontraba sentado en una de las cabeceras de la mesa, mientras Mía se encontraba sentada a su derecha, y Jacoby a su izquierda. Christine se encontraba sentada en la otra cabecera, con su secretaria Katie a la derecha, y Robert a la izquierda. Mientras comían, la conversación siguió su curso, como si no hubiera sido interrumpida.

                -Entonces, me decías tus motivos por haber venido a Estados Unidos –preguntó Christine, Mía fue la que respondió.
                -Bueno, hemos vivido toda nuestra vida en Europa, y cuando Leopold me pidió en matrimonio, pedí que la boda se celebrara aquí, en New York.
                -Además –Hudson habló-, fue Mía la que me decidió a hacer negocios contigo, Christine. Al parecer también tiene buen ojo para esto de los negocios.
                -Intermediaria como ella sola sabe –agregó Jacoby-. Si no fuera por ella, yo no estaría aquí apelando por el trabajo esta noche, señora –dijo a Christine, quien miró a Mía con asombro.
                -No dudo del buen juicio de la señora Roche, así como tampoco dudo del sabor de su cena –Mía se ruborizó-. Por lo que puedo decirle, jovencito, que será bienvenido en la sucursal de New York.
                -Muchas gracias, señora.
                -Si Christine, gracias por no rechazar a mi protegido.
                -¡Oh! ¿Así que ya ascendiste de rango y ahora eres el protegido?

                El resto de la velada transcurrió en risas y bromas. La cena terminó después de una hora, y regresaron a la sala a tomar café y seguir conversando. Alrededor de la una de la mañana, Jacoby se despidió, y se retiró diciendo que tenía asuntos pendientes que arreglar por la mañana, por lo que debía dormir. Después de una media hora, Christine procedió a retirarse también.

                Ahora, ella, Katie y Robert conducían de regreso al departamento.

                -Dijiste que sería una noche muy productiva, y vaya que lo fue –dijo Robert, mientras se detenían en un semáforo en rojo-. Ese chico, Jacoby, tiene algo en la mirada…
                -¿Tienes ganas de investigar gente, no es así?
                -Sólo un poco. Acepto el trabajo por la mitad del pago usual –Christine lo miró recelosa, mientras el semáforo cambiaba a verde, y el auto volvía a arrancar.
                -Te pagaré un cuarto del pago regular, y nada más. Después de todo, lo haces para satisfacer tu curiosidad, no la mía. Este chico, Jacoby, no parece ser algo demasiado complicado.

                Llegaron al departamento, Christine y Katie se despidieron de Robert, y entraron al vestíbulo, donde tomaron un ascensor, ocupado por una mujer de piel pálida y cabello negro, que se encontraba muy ocupada realizando una llamada por su celular. Christine y Katie no le hicieron el menor caso, y ella tampoco les prestó atención, por lo que simplemente Katie pulsó el botón del piso 15, y las puertas del elevador se cerraron, iniciando el ascenso.

                -Buenas noches –la voz de la chica de piel pálida se escuchó, igual de pálida y temblorosa que sus pupilas. La voz de un caballero se escuchó débilmente por el celular-. Pensé que tu cena seguramente ya habría acabado, es algo tarde. Pensé que tu y yo podríamos hacer algo mañana, si es que no estás muy ocupado –se escuchó una leve contestación-. Oh, ya veo. En ese caso, que te parece… ¿Jacoby? ¿Jacoby?

                Pero la llamada ya se había cortado.

                El elevador llegó al piso quince, donde Christine y Katie salieron. El elevador volvió a cerrar sus puertas, mientras la chica de cabello oscuro guardaba el celular en su bolso. Christine miró a Katie.

                -¿Dijo, cena?
                -Así es señora.
                -¿Dijo Jacoby?
                -Sí, señora.
                -¿Habló de salir mañana?
                -Efectivamente.
                -¿Viste a que piso iba?
                -Al penthouse.

                Christine y Katie caminaron hasta la puerta de su departamento, y entraron en él, mientras Christine tomaba el celular, y marcaba un número de acceso directo. La llamada se conectó a los dos tonos.

                -Te pago la mitad del cheque normal si investigas a Jacoby para mañana en la mañana.
                -Algo me dice que el chico sí esconde algo.
                -Simplemente me ha ganado la curiosidad.
                -Entonces, ¿sólo la mitad?
                -Sí, sólo la mitad.
                -Ya que, no creo que sea algo demasiado difícil. Después de todo, ya tengo bastante información recolectada. Mañana a las 8 am en tu escritorio, sin falta. Buenas noches, querida.

                Christine colgó inmediatamente. Detestaba que Robert se pusiera en ese plan romántico meloso.

16 de enero de 2011

The Opened Door

Salieron del distrito de Queens mientras Christine regañaba a Rosallie por haberse quedado en tan feo lugar. Rosallie decía que Queens le traía muy buenos recuerdos de su infancia, ya que había sido ahí donde Christine había sido la única tía que la había “adoptado” después de que sus padres murieron. Christine dijo que simplemente odiaba Queens porque fue donde vivió toda su pobre niñez, y ya no se habló nada del asunto.

           Así que salieron de Queens, y se dirigieron a Manhattan. Christine tomó el celular, y realizó una rápida llamada, tras la cual, le indicó a Robert que pasara de largo la 5ta Avenida, y fuera un poco más adelante, hasta llegar a Central Park, donde tenía que dar vuelta a la derecha. Llegaron a un edificio de departamentos de gente millonaria, y fue ahí donde bajaron.

                Christine tenía ya reservado el departamento del piso 15, donde se quedarían ella y su secretaria Katie, mientras que Rosallie estaba en uno de los departamentos del piso 5. Robert, por su parte, se quedaba en una modesta posada, unas calles más abajo. El investigador privado subió las maletas a los departamentos y después de intentar invitar a Christine a cenar (cosa que no logró), se retiró del edificio, prometiendo estar al día siguiente a primera hora del día, ya que Christine quería ir de compras.

                Así que al día siguiente, a primera hora de la mañana, Christine y su secretaria Katie, recorrían las tiendas de la 5ta avenida.

                -¿Señora, se puede saber por qué no trajo nada de ropa si sabía que se quedaría una temporada por aquí? –preguntó Katie, mientras entre ella y Robert cargaban las compras.
                -No quería cargar cosas inútiles que me recordaran al imbécil por el cual tuve que recorrer el país. Anótalo como número uno. Número dos, ir de compras me relaja, y necesito estar tranquila cuando a aquel imbécil reciba los papeles de demanda con cachetada incluida. Y número tres, quería renovar el guardarropa.

                Y fue así como toda la mañana, y gran parte de la tarde, Christine no vio más que ropa, joyas y accesorios nuevos, mientras que Katie y Robert no veían más que bolsas y paquetes amontonarse en sus manos.

                Por otro lado, aún en el departamento número 4D del piso 5, Rosallie, que había vendido sus dos bolsos Prada favoritos por 800 dólares, se encontraba ahora viviendo a expensas de su tía Christine. Así que se dedicó toda la mañana a pensar en un plan para poder volver a ver a Leopold Hudson, pero como su cabeza seguía llena de recuerdos sobre aquellos bolsos verdes, no adelantó mucho. Así que llamó a una pizzería cercana, y después de acabarse una pizza grande ella sola, fue cuando las ideas surgieron en su cabeza, y se decidió a cenar helado y quizá una hamburguesa. Su plan, si fallaba, le saldría muy caro.

                Alrededor de las 5 de la tarde, Rosallie había salido a dar la vuelta, para despejar su mente. Christine había vuelto a su departamento para dejar las compras de aquella media tarde, y cambiarse por un vestido de coctel rojo, su color favorito. Y así, ella, Kaite y Robert, volvieron a salir.

                -Buenas tardes –la voz de Robert se escuchaba en el recibidor de la pequeña casa, ubicada frente al Starbucks de la esquina.
                -Buenas tardes, joven –respondió la anciana que había abierto la puerta. Miró a Robert un poco asustada, seguramente pensaba que era un cobrador.
                -Discúlpeme la molestia, honorable dama, pero estoy buscando a Daniel Stevenson, me dijeron que podía encontrarlo aquí.
                -Oh, oh si, aquí vive –dijo la anciana, haciéndose a un lado para que Robert pasara, pero en ese momento Robert se hizo a un lado, y dejó entrar a la dama del vestido rojo, dejando a la anciana sorprendida.
                -¿Se encuentra arriba? –preguntó Christine, mientras la anciana decía que sí, con la boca abierta.
                -La primera puerta a la derecha, querida…

                Christine y Robert subieron al segundo piso. Christine tocó sólo una vez a la puerta, y antes de esperar respuesta, entró.
                -¿Qué…? ¡¿Qué haces tú aquí?! –preguntó Daniel, poniéndose de pie de repente.
                -Qué gusto verte… -respondió Christine, mientras entraba a la habitación-. Muy poco sensato de tu parte huir de tal manera, pequeño Daniel.
                -¿Qué es lo que quieres?
                -Oh, solo vengo a informarte de una pequeña demanda que he puesto en tu contra. Digamos que, la belleza de auto que está estacionada allá afuera, la has robado.
                -Pero… ¡Pero ese auto me lo has regalado tú!
                -Digamos que te he contado una mentirilla. Por favor Daniel, te amé, pero no a tal punto de regalarte un Cadillac. Digamos que fue, un préstamo. Préstamo que has robado, traficado a lo largo de todo el país, y que ahora debes devolver. Me gustaría mucho simplemente tomar las llaves ahorita y despedirme de ti para nunca volver a verte en mi vida pero… -y aquí, Christine se alzó cuan alta era, usando un tono de voz un poco amenazador, haciendo que Daniel se encogiera en un rincón-: Has sido un completo imbécil al pensar que podrías simplemente huir de mí, pensé que me conocías, pero ya veo que no. Así que, si tú te has dignado a romperme el corazón y mi imagen al querer hacerme parecer una vieja solterona a la cual acababan de dejar, déjame decirte que estás muy equivocado, y te regresaré el favor. Así que tienes una demanda por delante, disfruta viendo el Cadillac, hasta que te deje en la quiebra y entonces sí, me lo lleve en una grúa para que veas todo lo que has perdido.

                Christine aventó los papeles de la demanda a los pies de Daniel, le dirigió una última mirada asesina, y se dio la media vuelta.
                -¡Eres una…! –ocurrió muy deprisa. Daniel había tomado a Christine por el brazo, pero antes de poder sujetarla con fuerza, Robert se había entrepuesto, sujetándolo del cuello.
                -¡Cuidadito con lo que haces, muchacho! –Daniel soltó a Christine, quien se alejó prontamente. Daniel farfullaba a causa de la presión que Robert ponía en su tráquea, que no le permitía respirar.
                -No creo que quieras agregar a la demanda agresión, Daniel, así que a partir de hoy, ten mucho cuidado –Christine le dirigió una mirada asesina, y salió de la habitación. Robert derribó a Daniel, y le propino un buen puntapié en el estómago.
                -Allá va la mejor mujer que pudiste haber tenido, allá va la mejor mujer que jamás podrás dejar ir –Robert le susurró a Daniel-. Allá va tu felicidad –y con una risa un poco sarcástica, salió del lugar.

                -Las cosas fueron mejor de lo que esperábamos –Christine le dijo a su secretaria, mientras subía al auto.
                -¿Ha presentado resistencia? ¿Qué le dijo?
                -No ha dicho nada, estoy segura de que ha de estar mirando por la ventana, esperando el momento en que vea el auto arrancar. Entonces bajará y buscará en la guantera del Cadillac los papeles, y cuando lea las letras pequeñas, bueno… Se dará cuenta de que efectivamente, me ha robado el Cadillac. Si no es tan imbécil como ha demostrado serlo hasta ahorita, se quedará en esa casa, leerá los papeles de la demanda, y se presentará a la audiencia de la semana próxima.
                -¿Y si no? –preguntó Katie -. ¿Si es que piensa en huir…?
                -Aumentarían los cargos, y tendría aún más cosas que perder. Y además, tenemos a Robert. Él puede rastrearlo, vaya a donde vaya.

                Robert sonrió, y puso el auto en marcha. Katie procedió a ponerse el cinturón de seguridad, y Christine sacó el celular.

                -Aún tenemos tiempo, parece ser que llegaremos temprano.
                -¿A dónde vamos? –preguntó Robert, mientras empezaba a conducir.
                -A casa de Leopold Hudson. Tenemos una cena ahí esta noche.
                -¿El amante de su sobrina? –Robert dijo con atrevimiento. Christine rió.
                -Un “caballero” de la talla de Leopold Hudson no se tomaría enserio a una niña mimada como Rosallie. No dudo que se hayan acostado, he ahí el encaprichamiento de mi sobrina. Pero de una noche de pasión, a una vida entera juntos, que es lo que ella planea, hay mucha distancia.
                -Y el señor Hudson está por casarse… -susurró Katie.
                -Exacto. Así que espero que Rosallie no cometa ninguna estupidez. Mira que meterse con Mía Roche, con lo amable y linda que es. Será mi sobrina, pero no tengo verdaderamente lazos que me unan con ella. Ahora, Leopold Hudson es otra cosa. Será un inglés con apellido y título rimbombante, pero tiene dinero, y estatus, y nos abrirá las puertas para extender la compañía por toda Europa. Así que sí, en pocas palabras, nos conviene que se case con Mía Roche.
                -Aunque la señora Roche solo era la secretaria del señor Hudson.
                -Bueno Katie, hay ciertas cosas que no mucha gente sabe pero, la familia de la señora Roche, también fue en su tiempo, una familia poderosa –Robert entró a la conversación-. Ahora lo único que les queda, es el apellido, perdieron el dinero hace ya varias generaciones. Es muy posible que Hudson lo sepa, y si no es así, pues lástima por él; pero ese matrimonio, les conviene a los dos. A ella, le regresará la fortuna, y a él, le abrirá muchas puertas en Francia.
                -Eso significa…
                -Que primero nos ganamos la confianza de Hudson demostrando ser una buena inversión, y entramos a Inglaterra. Despúes, nos ganamos el cariño y aprecio de Roche, y entramos a Francia e Italia. Y así, con la parejita, tenemos más oportunidades de tratar con Boulet y tener la sucursal en Alemania. Todo está fríamente calculado, Katie.
                -Hemos llegado –dijo Robert, mientras estacionaba el auto.
                -Que bonita casa –dijo Christine mirando por la ventana-. Nadie creería que aquí están por firmarse contratos que nos volverán el banco más importante del mundo. Pero bueno, nadie creería que mi fortuna se debe a la suerte de comprar el boleto ganador de la lotería. 5 millones en efectivo…

                Y los tres bajaron del auto. Robert tocó el timbre. Mía Roche les abrió la puerta personalmente. Los saludó, abrazó y besó en las mejillas, y los invitó a pasar. Aquella sería una velada muy productiva.

Forward To Past: Chapter 2

Capítulo 2: La tierra del mar

            Cuando pudo abrir los ojos, se dio cuenta de que se encontraba en un lugar que no había visto nunca en su vida. De hecho, cuando por fin puedo enfocar las paredes rojo carmesí, y la ventana abierta que le soplaba un fresco aire en la cara, se dio cuenta de que era lo primero que veía en su vida. No era que se tratara de que estuviera ciego y de repente pudiera ver, era simplemente que no tenía memoria.
            -Parece ser que por fin has despertado –le sonrió una anciana desde un rincón de la habitación, donde aparentemente tenía un pequeño bote con agua fría, para cambiar el paño que se había caído de su frente, al despertarse y sentarse en la cama.
            -¿Dónde estoy? –fue lo primero que pudo preguntar, mientras se frotaba la frente, quitándose las gotas que se habían quedado prendidas.
            -Estas en el templo Unmei. Apareciste aquí hace 3 días. Mi nieta está deseosa de que despiertes. Eres lo más cercano a alguien de su edad en todo el lugar.
            -¿Nieta…?
            -¡Abuela! –se escuchó el gritó de una chica. Los pasos que venían velozmente desde el pasillo, y el azote de la puerta al abrirse-. ¡Abuela, no vas a creerlo! El sacerdote supremo me ha dicho que he superado mi poder a más del doble, solo en esta semana.
            La anciana le sonrió dulcemente. Estaba por felicitarla, cuando vio que la mirada de su nieta se enfocaba en el chico que seguía sentado en la cama.
            -¿Es él? –preguntó la chica-. ¿Ya despertó por fin?
            -Así es, Kaji. El es Mizu.
            -¿Mizu? –preguntaron Kaji y también el chico al mismo tiempo.
            -Ya decía yo que quizá no recordabas ni tu propio nombre –intervino la anciana, mientras se ponía de pie trabajosamente, y se acercaba a la puerta de la habitación-. Los dejaré que conversen un rato, ya los llamaré para que bajen a cenar- y salió de ahí dejándolos solos.

            La chica, llamada Kaji se acercó a él lentamente. Kaji era una chica de 18 años, bajita, de largo cabello pelirrojo, ojos negros y piel blanca. Mizu, por su parte, era un pequeño de apenas 8 años, con el cabello negro y ojos igual de oscuros, con una tez blanca y una expresión sonrojada. Kaji se acercó lentamente a él, y se sentó en el borde de la cama, contemplándolo silenciosamente. Al final, decidió hablarle:
            -Mucho gusto –le dijo -, yo soy Kaji, la heredera de los poderes del fuego. Así que tú eres Mizu, el heredero de los poderes del agua.
            -¿Poderes del fuego? ¿Del agua?
            -Así es –le sonrió la chica, y mientras se ponía de pie de un brinco, de la punta de los dedos de su mano derecha, surgió una pequeña llama. Mizu lo observaba perplejo, siguiendo el ritmo de las puntas del fuego.
            -¿Cómo haces eso? –le preguntó al final.
            -Es una habilidad que tengo desde que nací –explico Kaji mientras apagaba la llama, y volvía a sentarse en el borde de la cama-. Soy la única del templo que puede hacerlo, por lo que no tengo permitido el salir de aquí. Los monjes me llaman “la heredera del fuego”. El vidente del futuro dijo que llegaría muy pronto la segunda entidad. Hace apenas 3 días te apareciste flotando desde el cielo, y caíste en manos de uno de los mojes. La abuela dijo que la profecía hablaba de ti, y te identificó rápidamente como “el heredero del agua”. Nuestra misión es mantenernos a ti y a mí ocultos hasta que el “destino” comience.
            -¿Destino? ¡Pero yo no sé nada sobre manejar el agua!
            No tienes de qué asustarte. Has nacido con esa habilidad, y los monjes te ayudarán como a mí para que lo desarrolles hasta su máximo.
            En ese momento, Mizu estaba por preguntarle algo más a Kaji, pero se escucharon unos golpeteos en la puerta, y apenas dos segundos después de que dijo “adelante”, la figura de la anciana a la que Kaji llamaba abuela, apareció dentro de la habitación.
            -La cena ya esta lista, niños míos –dijo la señora, y Kaji se apuró a bajar de la cama nuevamente.
            -Necesitas cambiarte, Mizu –le sonrió-. La abuela te ha dejado ropa ahí –y señalo una silla que tenía algo de ropa arriba de ella-. Cuando estés listo, vendrás. Te estaremos esperando.
            Y las dos salieron de la habitación.
            Apenas estuvo solo, Mizu bajó de la cama. Por alguna extraña razón, se sentía diferente. Se acercó al espejo, y se examinó. No podía decir que su cara era o no la misma de siempre, ya que era la primera vez que se miraba en un espejo, pero sabía que algo en el no cuadraba. Tenía lo que era el aspecto de un niño de primaria, no pasaba de los 8 años. Pero él sabía que esa no era su edad correcta.
            Definitivamente había algo mal ahí.
            Se terminó de examinar la cara, pero encontró todo normal, por lo que se enfocó en la ropa limpia que lo esperaba. Se cambió lo más rápido que pudo, y salió de la habitación, dirigiéndose al comedor.
            Pero lo que había captado automáticamente su atención, fue lo que se encontraba en el centro del templo:
            Se trataba de un lago de tamaño mediano, que en el centro tenía una base que sostenía lo que parecía ser una copa de oro, dentro de la cual, surgía una gran flama roja como la sangre, y sobre la cual, una esfera de un blanco traslúcido daba vueltas sin parar: aire.
            Mizu empezó a caminar inconscientemente, repitiendo “agua, fuego, aire” para sí mismo. Sus pies iban encontrando el camino de manera automática, y se encontraba ya al borde del lago, cuando una mano en su hombro lo regresó a la normalidad.
            Se trataba de uno de los monjes, quién amablemente se ofreció para enseñarle donde se encontraba el comedor, con lo que los dos empezaron a caminar, mientras Mizu no pudo evitar mirar hacia atrás, observando nuevamente el lago, la llama y la esfera, repitiendo nuevamente, en un susurro: “agua, fuego, aire”.

13 de enero de 2011

Forward To Past: Chapter 1

Forward To Past

Capítulo 1: Tokyo

La luz del sol entraba débilmente por la ventana de la habitación. El ruido del despertador era lo único que rompía el silencio. Una mano se deslizó por debajo de las cobijas, y lo tomó, llevándolo a las oscuridades de debajo de la cama. El despertador se apagó, y ya no se escuchó nada más.
Los minutos pasaban en silencio. La luz cada vez entraba más fuerte, y de repente, se escuchó un golpeteo en la puerta, seguido por un gruñido que provenía de debajo de las cobijas. En ese momento, la puerta de la habitación se abrió, y una muchacha alta, de figura estilizada, con un largo cabello negro y unos hermosos ojos cafés, entró a la habitación. Sin hacer ningún ruido, se acercó a la cama, y mientras jalaba bruscamente las cobijas, dejó caer sobre la cara del dormido, una jarra con agua helada.
-¡¿Qué demonios?! – Se escuchó el grito del muchacho, el cual despertó dando un brinco. Shizuku miró a su hermana Rihna-. ¡¿Qué es lo que te pasa?!
-A mí, nada – Respondió Rihna tranquilamente, y empezó a caminar hacia la puerta-. Pero al parecer no te has dado cuenta de que ya es muy tarde; no llegarás a la primera clase – Y salió de la habitación dejando a Shizuku acomodando el despertador en su lugar.

Parecía ser que las palabras de su hermana habían sido proféticas, ya que por más que Shizuku se esforzó, no pudo estar a tiempo para que su hermana lo llevara a la escuela, de camino a su trabajo. Shizuku era un chico alto, delgado y con la tez blanca. Tenía el cabello negro, y sus ojos eran del mismo color. Mientras caminaba por la calle, zigzagueaba un poco, a causa del sueño que aun tenía. No era algo nuevo que a Shizuku se le hiciera tarde para ir a la escuela, al contrario, era algo muy común en él, por lo que el enfado de las mañanas con su hermana, debido a la jarra de agua helada, era cosa de todos los días.


Los ojos de Shizuku no dejaban de dirigirse hacia las ventanas de su salón, que se encontraba en el tercer piso del edificio principal de la escuela preparatoria Moso. Había entrado en ella hacía ya tres años, y era uno de los lugares en los que más le gustaba estar, pese a que trataba de mantener eso en secreto. No, lo que le gustaba no eran los estudios, tampoco los profesores, o las instalaciones de la escuela, no. Lo que le gustaba de la preparatoria Moso, desde el primer día que había puesto un pie en ella, tenía el nombre de...
-¡Buenos días! – Lo saludó una dulce voz a sus espaldas.
-Honoe... – Susurró Shizuku. Se dio la vuelta lentamente, mientras su corazón latía velozmente, y observó cuidadosamente a la frágil criatura que ahora se encontraba frente a él.
Honoe era una chica algo bajita, de largo y lacio cabello pelirrojo, con unos ojos negros como la noche. Su piel era blanca, y su sonrisa de un blanco brillante.
Buenos días – Dijo Shizuku, tratando de sonar calmado, y entonces se dio cuenta de algo-. Uh... ¿Honoe? ¿Por qué has llegado tarde? Eso es normal en mí, pero en ti...
Mientras Shizuku hablaba, Honoe se talló un ojo, y trató de reprimir un bostezo. Honoe sonrió lentamente. Ahora que Shizuku la miraba fijamente, Honoe se veía muy cansada.
-Estuve despierta casi hasta la una de la mañana haciendo los trajes de la obra del salón. Recuerda que ya es en una semana, y aun me falta terminar algunos disfraces más.
-Yo podría ayudarte si quieres... – Susurró Shizuku, mientras Honoe ponía una cara de sorpresa-. Sonará extraño, pero soy muy bueno cosiendo...
-¿De verdad? – El rostro de Honoe se iluminó, y la chica sonrió de manera alegre.
-Claro. Le he estado ayudando a mi hermana con todas las cosas de la casa desde que tengo memoria, ya que solo nos tenemos a nosotros mismos. No es por presumir, pero puedo hacer muchas cosas... – Shizuku se cortó a media frase, ya que Honoe había caminado hacia él, y le había tomado de las manos. La chica lo miraba directamente a los ojos, fijamente, casi sin parpadear.
-Te lo agradezco mucho, serías de gran ayuda...
-En ese caso, iré a tu casa esta noche, veremos que podemos adelantar…

El timbre que anunciaba el final de la primera clase había sonado, y de repente, los dos regresaron a la realidad que se encontraba a su alrededor. Honoe soltó las manos de Shizuku, y los dos miraron hacia otro lado que no fueran a los ojos del otro, visiblemente avergonzados.
Llevaban algo de tiempo de conocerse, desde el día en que había entrado a la preparatoria, y a pesar de que se habían hablado en muy pocas ocasiones, Shizuku sentía que la conocía de toda la vida... Era una sensación muy extraña, algo curioso.
-¿Te parece si vamos al salón? No sería bueno perdernos también la 2da clase – Dijo Honoe, y al escuchar la respuesta afirmativa de él, los dos empezaron a caminar juntos.
¿Por qué el corazón de Honoe latía tan rápidamente? ¿Qué tenía Shizuku que la hacía sentirse que flotaba en una nube? Cerca de él, ella se sentía tranquila, y confiaba en el más que en nadie más, pese a que apenas eran conocidos. Pero había algo en el... Sentía, como si ya lo hubiera conocido antes, como si hubieran estado juntos en otra vida.
Unos cuántos pájaros, posados en un árbol cercano, alzaron el vuelo, y se alejaron volando hacia el horizonte, dejando a los dos muchachos solos caminando en silencio hacia el salón. Aun que ninguno de los dos dijera nada, sabían que pensaba el otro: ese día de clases tenía que terminar rápido para que pudieran ir a casa de Honoe, a terminar los disfraces de la obra.



Había terminado ya de lavar los platos de la cena, y mientras la voz de su hermana Rihna se escuchaba en sus pensamientos, aún reprendiéndolo para que no se le ocurriera llegar tarde, Shizuku caminaba por la calle iluminada, en camino hacia la casa de su adorada Honoe.
            Mientras daba la vuelta a la esquina, se entretuvo girando el agua en sus dedos. Desde que tenía memoria, había sido capaz de controlar el agua a su antojo. Podía obtener agua del interior de su cuerpo, estuviera donde estuviera, y manejarla a su conveniencia. Recordaba las palabras de su hermana, uno de los pocos recuerdos de la muerte de sus padres, cuando tenía 8 años…

            Mamá y papá estaban muy orgullosos de lo que puedes hacer, Shizuku. Para ellos era muy divertido cuando hacías espectáculos de agua para toda la familia, pero… No debes de hacerlo más, Shizuku. Personas malas perseguían a papá y a mamá, y el poder ver que hacías eso con el agua, les dio la oportunidad de encontrarlos. Si no quieres que algo malo nos pase a ti o a mí, no vuelvas a jugar con el agua, Shizuku…

            Pero, si nadie lo veía, entonces todo estaba bien. Shizuku caminaba por una calle oscura, por lo que no importaba si había alguien delante de él, no podrían ver los remolinos de agua que se formaban alrededor de su mano derecha. “Todo está bien, hermana Rihna” dijo Shizuku, mientras seguía caminando hacia su destino.

            Honoe se encontraba sola en casa. Había sacado del armario los disfraces que le faltaban por arreglar, y los había colocado todos en la mesa de la sala, junto a la nota de sus padres que decía que llegarían algo tarde porque iban a ver a unos clientes.
            La familia de Honoe tenía un importante emporio en las ventas de tecnología, a nivel internacional. La casa de Honoe literalmente era un palacio: era verdad que eran una de las familias más ricas de todo Japón, pero para Honoe, eso no tenía la más mínima importancia. Lo único que ella quería, era tener amigos de su edad, por lo que había descartado completamente la opción de sus padres de entrar a un internado privado para señoritas, y había escogido la opción de la preparatoria Moso.
            Caminaba por los pasillos para tomar la máquina de coser y algunos hilos que acababa de comprar, cuando…
            -¡Oh! Al parecer, la luz se ha ido, que extraño…
            Pero la gente normal hubiera considerado más extraño lo que pasó después.
            De las manos de Honoe, habían surgido pequeñas llamas. Había fuego creciendo de las puntas de sus dedos, iluminando la estancia. Sosteniendo el fuego en una de sus manos, se apuró a salir de la casa para revisar que había pasado con la luz.



            -Solo existen dos en este mundo. No se ha confirmado la existencia de ningún otro.
            -¿Cuáles son?
            -El agua y el fuego, padre.
            -¿Y dónde se encuentran?
            -Ambos están en Tokyo.

            Kurayami se había levantado de su asiento, mientras su hijo Tsumi esperaba sus indicaciones. Kurayami se puso frente al espejo, observando su alta y robusta figura. Tenía en la mirada algo que inspiraba temor, y sus largos dedos la sensación de estrangulamiento. Tsumi, por el otro lado, parecía un cachorrito perdido, mientras miraba a su padre desde un rincón de la habitación. Al final, su padre habló:
            -Avisa a Tora y a Buru que ya pueden poner en marcha el plan.
            -¿Quiere que les dé la dirección?
            -No. Tú irás con ellos. Necesito que selles sus memorias.
            La mirada de Tsumi reflejaba sorpresa, pero se apresuró a cambiarla, y haciendo una reverencia, dijo “si, padre”, y se apuró a salir de ahí.

            Tora y Buru caminaban cogidas de la mano, mientras daban brincos de techo en techo, siguiendo a Tsumi. De repente, el chico se había detenido. Las dos chicas hicieron lo mismo, y miraron:
            Debajo de ellos tres, de espaldas a la oscura calle, en el interior de lo que parecía ser una mansión, podían oírse los pasos de alguien. No se podía ver nada, ya que aparentemente la luz se había ido en toda la colonia, pero podían sentir las vibraciones del…
            -Agua… -dijo Tora.
            -Fuego… -dijo Buru.
            Sin detenerse a pensar, Tora y Buru brincaron para bajar del tejado donde se encontraban. Habían caído frente a una chica bajita, de cabello pelirrojo, que manejaba algo que parecía ser una pequeña llama con la mano.
            -¿Quiénes son ustedes? –preguntó Honoe, deteniéndose de repente.
            -Es ella –dijo Tora a Tsumi, quien había bajado también para verla de cerca-. Es “Fuego”.
            -Kaji –susurró Tsumi-. Ahora solo nos hace falta Mizu.
            -Lo traeremos –dijo Buru, y con una velocidad indescriptible, tomó el antebrazo de Honoe, con lo que la pobre chica emitió un grito, como si se tratara de un atizador al rojo vivo, que rodeara su piel.

            -¡Honoe! –se escuchó el grito de alguien a la distancia. Del final de la calle, que se encontraba débilmente iluminada por las llamas que se surgían alrededor de la chica, Shizuku se acercaba corriendo, a ver de dónde provenía el grito, que correctamente había identificado como el de Honoe.
           Al llegar, vio a aquellas dos chicas inclinadas sobre el cuerpo de Honoe, quien había caído a causa del dolor. Y también, podía ver a aquel chico que se encontraba detrás de ellas.
            -¿Quiénes son ustedes? ¿Qué quieren con Honoe?
            -Solo venimos a terminar unos asuntos pendientes.
            -¿Pendientes? ¿Con Honoe?
            -No, con los dos –sonrieron Tora y Buru.
            -Pero yo no los conozco a ustedes –se defendió Shizuku.         
            -Y Kaji tampoco nos conoce, Mizu –le dijo Tsumi en un susurro.
            -Creo que se confunden de personas. Verán: ella es Honoe, y yo soy Shizuku…
            -Pero no lo serán por mucho tiempo.
            -¿Qué…?

            Tora y Buru empujaron a Shizuku hacía donde Honoe se encontraba, por lo que la chica tuvo que apagar las llamas para no herir al pobre joven, y con esto, la calle quedó sumida en una total oscuridad… Pero no por mucho tiempo.
            Unos segundos después, debajo de ellos dos, había surgido un círculo de luz morado, con extraños símbolos y formas inscritos en el. Tsumi recitaba rápidamente una sarta de palabras raras para ellos dos, mientras que las gemelas, Tora y Buru, brillaban intensamente, y se transformaban en luz, que formó una especie de campana que terminó encerrando a Honoe y a Shizuku sin oportunidad de salir.
            -Espero, que tengan un lindo viaje… -se despidió Tsumi, y de repente, toda la luz se desvaneció, dejando a aquellos dos pobres chicos, en un viaje a través de la oscuridad.