The Gringotts

Entra, desconocido, pero ten cuidado

con lo que le espera al pecado de la codicia,

porque aquellos que cogen, pero no se lo han ganado,

deberán pagar en cambio mucho más,

así que si buscas por debajo de nuestro suelo

un tesoro que nunca fue tuyo,

ladrón, te hemos advertido, ten cuidado

de encontrar aquí algo más que un tesoro...


12 de octubre de 2010

The Touched

                El agua caía lentamente sobre sus hombros, y recorría su espalda, mientras el calor que producía se sentía aún mientras recorría sus largas y pálidas piernas. El vapor del agua dejaba el baño en la semi penumbra, y la espuma del jabón caía con la misma lentitud, mientras ella se seguía tallando despacio, sin prisas, los brazos igual de pálidos.

                En un susurro, tarareaba una canción. Lento compás, con los ojos cerrados, el agua caía lentamente por sus labios, produciendo un eco que seguía el ritmo de su voz. Cálida sensación, como el agua jabonosa que se iba por la coladera.

                Cuando salió de la regadera, el vapor de agua se extendió por el resto del baño. La calefacción estaba prendida, por lo que una simple toalla alrededor de su cuerpo, bastó para cubrirla del frío. Se secó a concienca el cabello, usando otra toalla que se encontraba a su alcance, y cuando hubo considerado que era lo máximo que podría lograr de este modo, se desprendió de ambas toallas, dejándolas de lado, en el piso. Sus largos y delgados dedos se enroscaron alrededor de la lencería roja que esperaba ser tomada.

                Las pantys se deslizaron por sus piernas con delicado cuidado. El bra encontró su usual sitio en sus pechos del mismo modo lento y cuidadoso. Se lo abrochó mirando su reflejo en el espejo, y se dispuso a darse una mirada crítica.

                Aquel conjunto rojo con encaje de un seductor color negro, encerraba cierto recuerdo. Sonrió para sí misma, y se dispuso a terminar de secarse el cabello con la secadora.

Cuando hubo salido del baño, su cabello se encontraba completamente seco, y su cuerpo volvía a ser cubierto con la toalla blanca y sedosa. Se dirigió al cuarto caminando en silencio, ya que la alfombra recubría el ruido de sus ligeras y descalzas pisadas. Entró a la habitación, y emparejó la puerta. La toalla encontró lugar nuevamente en un rincón, esta vez sobre un sillón de tela guinda, iluminado solo por una lámpara de lectura, colocada en la mesilla de noche que se encontraba junto a él.

                Aquella única lámpara provocaba un efecto seductor al ambiente.

                Se acercó al armario y lo abrió de par en par. La ropa colgaba ondulante, de los ganchos que se encontraban esparcidos por todo el lugar. Aunque cabe decir que apenas y tenían espacio para mecerse silenciosamente, esperando ser tomados.

                Y la duda de siempre recorrió su cabeza. No sabía que ponerse.

                Se quedó un rato cavilando, mientras se acercaba a la ropa que esperaba ser tomada, pacientemente, y sus dedos se deslizaron por las telas de todo lo que esperaba frente a ella. Ondulante, silencioso, ténue.

                Sabía que ahí afuera, el clima estaba frío, y la luna escarlata daría una nota romántica a la velada que la esperaba. En su mente aún se dibujaba el salón donde se llevaría acabo el baile de esa noche, y optó por un vestido de cóctel. El problema era saber cual ponerse.

                Se acercó a un extremo del armario, y miró todos aquellos vestidos, de todos los colores. Junto a ellos, los abrigos colgaban pacientemente, esperando su desición, para combinar en perfecta armonía.

                En ese momento, su piel sintió cierto contacto, un poco cálido, un poco frío, en la parte baja de su espalda. Sin darle tiempo a voltearse, y cerrando los ojos, un cálido aliento recorrió el lado derecho de su cuello, haciéndo girar su cabeza, hasta dejar al descubierto el lóbulo de su oreja, que prontamente fue besado.

                Y así como el tacto apareció, súbitamente se esfumó. Volvió a abrir los ojos, lentamente. Aún podía sentir el cálido tacto de aquella mano, alrededor de su cintura.

                Se dio la vuelta, lentamente, y pudo ver un solitario camino de pétalos de rosas rojas. Sonrió para sí misma. ¿Qué estaba planeando? Sin detenerse a pensar nada más, lo siguió lenta y silenciosamente.

                Recorrió la mitad del departamento, de puntitas, siguiendo el rastro de pétalos que le ponían la piel de gallina, a pesar de que la calefacción seguía encendida. El rastro la condujo hasta la sala, dónde la alfombra parecía ahora hecho de pétalos de flores, con velas aromáticas desplegadas por todo el lugar, ofreciendo un tono aún más ténue y sensual del que reinaba hacía unos momentos, en la habitación.

                El sillón blanco perla había sido retirado un poco, para dejar el espacio de la tapizada alfombra más amplio y poético. Las cortinas se encontraban cerradas, dando la sensación de estar alejada del resto del mundo, en un rincón cálido y sensual. Sobre una mesa de té cercana, esperaba pacientemente un par de copas con champagne en ellas, así como un bowl con chocolate derretido y fresas rojas y brillantes, esperando ser sumergidas ahí.

                Una cálida y seductora música surgida de repente, se volvió el ambiente que faltaba. Aún vestida con la simple lencería roja, una mano la abrazó firme pero suavemente de atrás hacia adelante, a la altura del ombligo. Ella sintió enrojecer sus mejillas. Intentó darse media vuelta, pero el abrazo se había vuelto más estrecho, y nuevamente sentía aquellos cálidos labios recorrer su cuello; aquellos labios que se habían vuelto expertos a la hora de recorrer su piel. Cerró los ojos para sentirlo completamente.

                Sonrió mientras los besos bajan y tocaban su hombro. En señal de aceptación, tomó aquella mano que se posaba sobre su vientre, y se sujetó a ella. En ese momento, algo frío tocó sus labios, haciéndola abrir los ojos. Una rosa roja se había posado en su boca, y ahora recorría su cuello. Bajó hasta su pecho, y siguió bajando un poco más.

                Se detuvo poco antes de llegar a su sexo, y ahí se mantuvo, paciente, hasta que ella, con un lijero sonrojo en las mejillas, la tomó.

Los besos que había sentido en el cuello, bajaron a su vez. Recorrieron su espalda, mientras el abrazo se iba aflojando. Aquella mano que abrazaba su vientre se apartó un poco, y lentamente, le hizo darse la vuelta, hasta dejarla de frente a él.

                Los besos se acercaron por su cadera, recorriendo el hueso de su pelvis, trazando un silencioso pero cálido camino hacia su sexo, envuelto aún entre encaje rojo, donde la calidez de aquellos labios se desvió entre su entrepierna, tocando la parte interior de sus rodillas y recorriendo sus piernas con una mano, mientras la otra se enlazaba entre los dedos de ella, estrujando la rosa roja.

                Ella se rió tímidamente. Él detuvo el besuqueo, y la miró, divertido. Su mirada de ella formuló la pregunta “¿Qué estás tramando?”, mientras él se ponia de pie, y colocaba un dedo en sus labios, para pedirle amablemente que mantuviera silencio, y dejara que la música llevara el ambiente.

                Sin pensárselo dos veces, ella lo besó. Un lento y cálido cosquilleo recorrió los labios de los dos. las lenguas se entrelazaron durante un momento, y después, se separaron lenta y silenciosamente. Ambos que habían cerrado los ojos, los abrireron al mismo tiempo, y contemplaron su reflejo en los ojos del otro. Se sonrieron en silencio.

                Ella fue la primera en romperlo.

                -Pensé que la fiesta de esta noche era importante –susurró mientras la mano que quedaba libre de suejetar la rosa, acariciaba la mejilla de él.
                -Yo pienso que aprovechar mi tiempo contigo lo es más –respondió él, haciendo que ella se sonrojara, e hiciera un poco de presión sobre la rosa, y sus dedos.

                No supo como fue que terminó recostada en la alfombra. Los pétalos de las rosas, que al primer contacto se sentía fríos, ahora describían una cálida sensación ante el más minimo roce con la piel.

                La rosa roja ahora colgaba de su mano, mientras él se limitaba a recorrer su cuerpo, desde el cuello hasta el vientre, con la punta de los labios, dejando que su nariz captara el cálido y dulce aroma floral que emanaba de ella. Con los ojos cerrados, su boca describía círculos por toda su piel.

                La boca, las mejillas, su barbilla. No le pasaron desapercibidos sus hombros, sus brazos. Besó cálidamente las palmas de sus manos, y acarició suavemente su pecho. La piel de ella era exquisita al tacto, y el quería seguir tocando. Mientras la piel de ella se erizaba, él se erizaba junto con ella.

                Lentamente, sus dientes encotraron un punto de donde aferrarse, y se sujetaron a él, bajando léntamente la panty roja de encaje negro. Ella se dejo hacer, sabía que se sonrojaba, pero no quería que se detuviera.

                Una de sus manos se entrelazó con una de las de él, oprimiendo los dedos con fuerza, esperando. La panty encontró al cabo de unos instantes, un lugar un poco alejado de la alfombra. Del campo de acción. Ella abrió los ojos, y pudo ver como él se quitaba lentamente el pantalón. Cuando hubo acabado, ella misma lo ayudó a zafarse del bóxer negro, y mientras se besaban al mismo ritmo, él terminó de desprenderla de su bra, el cual le hizo compañía al resto de la ropa.

                Ahora, un hilo de chocolate líquido corría por el pecho de ella. El mojó en el la fresa, de abajo hacia arriba, como si intentara detener el escurrimiento del dulce, e hizo subir la fresa hasta los labios de ella, quien mordió la fruta de manera seductora. Mientras ella masticaba, él recorría con la lengua el camino dejado por el chocolate, que se había escurrido hasta llegar al ombligo.

                En ese momento, sus miradas volvieron a encontrarse, y los dos se sonrieron silenciosamente. Él se recostó sobre ella, y ella, abriendo lentamente las piernas, le dio aquel acceso directo, incitándolo a que la tomara. Él no tardó en responder a este gesto, y entró en ella, lentamente para no lastimarla. Ella cerró los ojos, y gimió en un susurro, haciendo la cabeza hacia atrás.

                El vaivén que producían se asemejaba a un vals, que podía ser fácilmente seguido por la música de fondo. Él se acercó a su rostro, y besó sus labios. Ella se aferró a su cuello. Con un lento pero sensual movimiento, despegó sus labios de los de él, y se acercó a su oreja. Su respiración era agitada y calurosa. Un poco apenada, tomó aire, y susurró:

                -Me voy a venir –y él sonrió.
                -Yo también –le respondió del mismo modo, en la oreja.

                Un par de segundos después, ambos habían terminado, en perfecta sincronía. Ella se dejó caer sobre la alfombra, ocasionando que algunos pétalos volaran describiendo círculos en el aire. La respiración de ambos sonaba cansada, pero feliz. Las sonrisas se dibujaron en sus rostros.

                Ella, aún un poco cohibida, giró un poco hacia la derecha, y tomó una fresa. La sumergió con cuidado en el chocolate, y después, con ese mismo cuidado, la llevó a los labios de él. La fresa fue mordida al mismo tiempo, ocasionando nuevamente un beso, con sabor a chocolate.

                Así como había terminado aquél mágico momento, se dedicaron a recorrer mutuamente su piel, con la punta de los dedos, ocasionando que un cosquilleo recorriera cada parte de su cuerpo.

                Las copas de champagne oscilaban ahora en sus manos, y después de entrelazar sus brazos, bebieron de ellas.

                Nuevamente un beso. Nuevamente ella se recostó. Nuevamente el vaivén se hizo presente.

                La velada sería larga, sin duda alguna.

The You Decide, The I Lie

Si hoy te decidieras a dejarme, permíteme mentirte, y decirte que no me importaría
Exponer en este punto que tu ausencia lleva ya presente en mi vida varios días
Y que aunque lo niegue, has marcado mi piel dejándola pálida y marchita
Porque aunque no quiera reconocerlo, con tu ausencia te estás llevando mi vida.

Déjame decirte, que si te fueras, no sería una mentira admitir lo que cierto ya es
Que no existe el tacto y no se aprecia el romance cuando se roza tu cuerpo con mi piel
Y que ahora que te miro, ya no soy capaz de sentir lo que un día bello fue
Porque te anuncio, que desde hace tiempo, se ha perdido todo lo que provocabas en mí en el ayer.

Permíteme decirte y dejar en claro, que yo pienso que ya te has marchado desde hace ya tiempo
Que veo mi reflejo en tus ojos, y percibo mi tacto en tus manos, pero en realidad no te siento
Que ahora de tu boca ya no se produce más aquel añorado y cálido aliento
Y que aunque mi corazón aún tenga sentimientos, yo sé que te estoy perdiendo.
 
Y que soy de la idea de que ojalá y me equivocara, y todo siguiera como era antes
Que yo esperaba que no pasara el tiempo en vano, y aún fuéramos aquellos felices amantes
En aquellos tiempos en que nuestro futuro brillaba como un raro y exótico diamante
Y no existiera, como ahora, esta soledad gris, lúgubre, desconcertante y aplastante. Sofocante.

Y es que a pesar de todo lo que yo en este momento, decida
Permíteme decirte que hace tiempo atrás, yo ya no te quería
Así que déjame mentirte y gritarte que ya no me importaría
Tu ausencia, tu falta, tu indiferencia me hastía
No eres el mismo de antes y no lo serás por más que te lo pida
Y es que desde hace tiempo atrás, este nuevo tú, me destruía...