The Gringotts

Entra, desconocido, pero ten cuidado

con lo que le espera al pecado de la codicia,

porque aquellos que cogen, pero no se lo han ganado,

deberán pagar en cambio mucho más,

así que si buscas por debajo de nuestro suelo

un tesoro que nunca fue tuyo,

ladrón, te hemos advertido, ten cuidado

de encontrar aquí algo más que un tesoro...


27 de abril de 2011

Syaoran Card Captor: Capítulo 5

Capítulo 5
Syaoran, un panda, y una hermosa tienda

            Era un día como cualquier otro en la vida de Syaoran Kinomoto. era un lunes en la mañana, y Syaoran se encontraba tableando por la ciudad, dirigiéndose a la escuela. Había cruzado por delante de una tienda que parecía que apenas iba a abrir. Había un montón de cajas afuera, y una señorita, la dependienta seguramente, se encontraba llevándolas adentro del local. En ese momento la caja que llevaba la señorita se le resbaló, cayó al piso, y un montón de peluches rebotaron alrededor de ella. Syaoran miró el reloj: aún era algo temprano. Suspirando, cruzó la calle, dispuesto a ayudar.
            -¿La tienda se abrirá hoy? –preguntó Syaoran, al leer el letrero que colgaba de la puerta.
            -Así es –le respondió la mujer, mientras se ponía de pie, y ponía un peluche de nuevo dentro de la caja. Syaoran se apuró a imitarla. Unos cuantos minutos después, la caja estaba nuevamente llena de peluches, y ahora se encontraba dentro de la tienda.
            -Me llamo Maki Matsumoto, mucho gusto en conocerte -dijo la mujer, mientras tomaba otra caja y la llevaba dentro del local.
            -Mucho gusto, yo me llamo Syaoran Kinomoto.
            -Supongo que vendrás a darte una vuelta en la tarde que ya tenga todo acomodado.
            -Este, yo...
            -Si quieres puedes traer a tus amigas.
            Syaoran ya no supo que decir, por lo que simplemente se encogió de hombros. En ese momento vió el reloj, y se despidió de la mujer, ya que se le estaba haciendo tarde para ir a la escuela.

            -¿Has visto la nueva tienda de peluches que abrirá cerca de aquí? –platicaban las amigas de Tomoyo, mientras Syaoran abría la puerta del salón, y se dirigía a su banca. Syaoran había alcanzado a oírlas, pero no supo qué fue lo que lo motivo a meterse en la conversación de las niñas.
            -Pasé por ahí hoy en la mañana. La dependienta dijo que estaría abierto hoy en la tarde.
            -¿Quieres venir? –le preguntaron a Syaoran.
            -¡¿Qué?! –se asustó él -. Está bien que a ustedes les gusten esas cosas, pero a mi...
            -Tomoyo nos ha dicho que vendrá, y ustedes siempre regresan juntos. No creo que ella te deje escapar hoy –Syaoran no pudo hacer más que quedarse callado, ya que ellas tenía razón.
            -Entonces, iremos a la salida, cuando Tomoyo termine sus ensayos con el coro de la escuela.

            Cuando llegaron a la tienda, el letrero de abierto se encontraba colgado de la puerta, pero el interior de la tienda decía todo lo contrario. Las cajas estaban todas abiertas, pero no se había vaciado ninguna, y todos los estantes y las mesas estaban desacomodados. Syaoran pensó que ya se había salvado de entrar, pero en ese momento, Tomoyo abrió la puerta, y todas las chicas entraron al lugar, por lo que él no tuvo más remedio que seguirlas.
            -¿Se encuentra bien? –le preguntó Tomoyo a la dependienta, quien se encontraba tirada en el piso, y varios peluches le resbalaron de las manos.
            -Si... –respondió ella-, es solo que los peluches no dejan de resbalárseme...
            -¿Le parece bien si le ayudamos a poner todo en orden? –preguntó una de las chicas-. Así será más rápido.
            -Pero no puedo dejar que mis clientes hagan eso...
            -No se preocupe, es solo que ya queremos ver todos sus peluches –dijo Tomoyo, y todas se apuraron a tomar uno. Syaoran suspiró, y decidió ir a buscar las cajas que quedaban.
            Cuando terminaron, estaban todos cansados, por lo que no tenían muchos ánimos para ver todos los peluches, así que la señorita Maki las invitó a todas, y a Syaoran, a volver al día siguiente.
            -¿Qué les parece si vamos un rato a mi casa a ver los peluches que tengo? –dijo Chiharu, una de las amigas de Tomoyo-. Tengo muchos de ellos.

            Syaoran no supo como terminó en casa de Chiharu, y mucho menos cargando un panda gigante que ella había comprado esa tarde en la tienda nueva, pero supuso que la mirada asesina y el terrible golpe que le atestó Tomoyo en las costillas habían tenido mucho que ver. Dejó el peluche en la cama de Chiharu, y mientras se comía una galleta con chispas de chocolate, que Chiharu les había ofrecido cuando llegaron a su casa, siguió a las chicas a la sala.
            -... es uno de los más grandes de... ¿han oído eso? –se interrumpió Naoko.
            -Me parece que viene de tu habitación, Chiharu... –dijo Rika, y todas corrieron a ver.
            La ventana se encontraba abierta, y todos los peluches de la cama desordenados. Cuando Chiharu terminó de acomodarlos, se dio cuenta de que solo faltaba uno: el panda gigante.

            -¿Un ladrón de peluches? Eso suena muy estúpido...
            -Lo sé, pero me lo dijo mi mamá, ayer que le conté lo que pasó en casa de Chiharu. Dice que ocurrió lo mismo en una tienda en otra ciudad, y que si llegabas a comprar ahí, atraías a los ladrones. Al final, el negocio cerró, y nadie pudo recuperar nada.
            Tomoyo y Syaoran se encontraban platicando en la clase de deportes, al día siguiente de haber ido a casa de Chiharu, platicando sobre lo que había ocurrido.
            -La señorita Maki dijo que acababa de mudarse a la cuidad. ¿Tú crees que la tienda de la que hablaba tu mamá, sea esta?
            -Es lo que parece.

            Esa tarde, Tomoyo y Syaoran fueron a la tienda de la señorita Maki, pero al entrar, lo primero que vieron fue a...
            -¿Ese no es el panda que compró Chiharu ayer? –preguntó Tomoyo, mientras apuntaba al peluche en forma de panda, detrás de la dependienta.
            -No puede ser... Ha vuelto a ocurrir.
            -¿Que volvió a ocurrir? –repitió Syaoran, confundido.
            -Cuando abrí mi tienda en otro lugar, sucedió lo mismo, y se creó un rumor, de que si comprabas en esa tienda, atraías a los ladrones. Pero por más que se esforzaron, nunca los atraparon. Al final, todos en la ciudad estaban seguros de que la ladrona era yo, así que tuve que cerrar mi tienda, y mudarme. Pero al parecer, todo está ocurriendo otra vez...

            Era de noche. Syaoran se encontraba en su habitación, hablando con Kero, preguntándole si lo que pasaba en la tienda de la señorita Maki no podía ser obra de una Carta Clow.
            -¿Una Carta Clow que reúna muñecos? Nunca he escuchado algo así, y estoy seguro de que una Carta nunca podría hacer eso. Debes de estar equivocado.
            -Si resulta ser culpa de una Carta, los problemas de la señorita Maki se verán resueltos, además, todo esto parece ser obra de la magia.
            -Supongo que no nos cuesta nada ir a dar un vistazo –accedió Kero al final, y tomó el teléfono celular que Tomoyo le había regalado.
           -¿Qué haces? -preguntó Syaoran.
           -Solo estaba por marcarle a Tomoyo para que se nos uniera...

            Syaoran y Kero se encontraban escondidos entre los arbustos, fuera de la tienda, mientras Tomoyo entraba y platicaba un poco con la señorita Maki. Extrañamente, Syaoran llevaba puesto un cosplay que Tomoyo había traído “por si las dudas”. Se trataba de una especie de gabardina negra, con muchos detalles blancos, y un extraño símbolo en el pecho, que parecía una rosa de los vientos, pero muchísimo más detallado. Llevaba pantalón blanco, un parche en el ojo derecho, una liga gigante en la cabeza con detalles verdes, y una enorme bufanda naranja, que hacía juego con su peluca pelirroja. Tomoyo le había explicado vagamente mientras lo filmaba, que se trataba de un cosplay de Lavi, de la serie d. Gray-man.  Mientras caminaba a la tienda, y hablaba un poco con la Srta. Maki, Syaoran no dejaba de preguntarse como rayos había aceptado ponerse eso. Después de un rato de observar, las dos chicas pasaron a la parte posterior de la tienda, dejando el lugar vacío.
            -Es ahora –dijo Syaoran, y el y Kero salieron de los arbustos, y entraron en la tienda-. El peluche en forma de panda es el más extraño de todos –le dijo a Kero-, creo que debe de ser el que revisemos primero.
           -Habrá que buscar a ese, pero aún así, hay que tener los ojos bien abiertos, puedo sentir la presencia de una Carta Clow.

            -No está en este, ni en este, tampoco en este... No... –Syaoran se encontraba sosteniendo los peluches, mientras se los acercaba a Kero, para ver si podía distinguir la presencia de una Carta Clow.
            -Esto es una porquería, nunca conseguiremos nada así –se quejó Syaoran, abriendo la última caja, y sacando un peluche al azar: un conejo rosa.
            -¡Es ese! –dijo Kero de repente, dando un brinco-. ¡Tienes a la Carta Salto en tus manos!
            En ese momento, el pequeño conejo rosa saltó fuera de su mano, haciendo que Syaoran perdiera el equilibrio, y empezó a brincar por toda la tienda, seguido de los demás peluches, los cuales cayeron encima del niño, evitando que pudiera ponerse de pie. Después, saltaron fuera de la tienda, siguiendo al conejo rosa.
            -¡Tomoyo-chan, señorita Maki! –su amiga y la dependienta acaban de llegar corriendo de la parte de atrás de la tienda, y al ver a todos los peluches escapar por el vidrio que acababan de quebrar, la dependienta se desmayó. Tomoyo logró atraparla. Sin detenerse a ver si la mujer se encontraba bien, Syaoran y Kero salieron corriendo de la tienda.

            -¿Dónde está? –preguntó Syaoran-. No lo veo por ningún lado...
            -¡Está arriba! –le dijo Kero, y en ese momento, una pila de peluches les cayó en la cabeza, siendo el conejo rosa el que se encontraba encima de todos ellos.
            -¡Qué porquería! –gritó Syaoran, con el puño en alto-. ¡Eso no me ha dolido nada!
            -¡Va a volver a escapar! –Syaoran se apuró a tomar al conejo por las patas, pero en ese momento, dio un gran brinco, y la Carta se lo llevó con él.
            Ahora, Syaoran y la Carta se encontraban arriba en el cielo, demasiado alto, porque podían ver a toda la ciudad. La cara de Syaoran mostraba un miedo terrible de caerse, mientras que la de la Carta, mostraba una sonrisa maliciosa. El conejo rosa dio un salto más, y se escapó de las manos de Syaoran, dejándolo solo... y cayendo en picada.
            Syaoran no tuvo de otra más que sacar su llave, y decir su conjuro para transformarla en báculo, para usar la Carta Vuelo, y salvarse. Cuando llegó de vuelta al piso, se dispuso a usar una Carta, para atrapar al conejo de una vez por todas.
            -Vamos, haz tu trabajo y atrapa esa Carta, ¡Bosque!
            Las ramas del árbol empezaron a surgir, y al final, encerraron al pequeño conejo en una jaula de ramas y hojas.
            -¿Llego tarde? –se escuchó que Tomoyo preguntó. Su amiga se encontraba de pie, un poco más atrás de Syaoran, y sostenía en sus manos su cámara de video.
            -No, apenas voy a sellarla.
            Acababa de decir eso, cuando las ramas que surgían de la Carta Bosque empezaron a crujir, y segundos después, el conejo saltó lejos de ahí, y empezó a reunir al resto de los peluches, haciéndose de un tamaño enorme.
            -¡Corran! –gritó Syaoran, pues el enorme conejo acababa de alzar una pata, y amenazaba con pisarlos. Pero apenas se hubieron alejado unos 5 metros, cuando el conejo empezó a tambalearse, perdiendo el equilibrio, y cayó al suelo, junto con el resto de los peluches.
            -Creo que puedes atraparlo ahora, Syaoran-kun –le dijo Tomoyo, igual de confundida que el.
            -Regresa a la forma humilde que mereces –dijo Syaoran cuando por fin pudo reaccionar-, ¡Carta Clow!
            La sombra de la Carta se dibujó en el aire, y el conejo rosa fue absorbido por ella. Después, cuando dejó de brillar, la Carta cayó en la mano de Syaoran, quien la contempló durante un rato, mientras Tomoyo lo filmaba.
            -Creo que el verdadero trabajo pesado apenas comienza –le dijo Tomoyo, cuando dejó de filmar, y se acercó a él.
            -¿A qué te refieres? –preguntó Syaoran confundido.
            -Tenemos que llevar todos los peluches de vuelta a la tienda de la señorita Maki.
            -¡¿Qué?! ¡Pero son demasiados!
            Pero al final, no le quedó de otra más que ayudar.