The Gringotts

Entra, desconocido, pero ten cuidado

con lo que le espera al pecado de la codicia,

porque aquellos que cogen, pero no se lo han ganado,

deberán pagar en cambio mucho más,

así que si buscas por debajo de nuestro suelo

un tesoro que nunca fue tuyo,

ladrón, te hemos advertido, ten cuidado

de encontrar aquí algo más que un tesoro...


6 de julio de 2010

The Arrival

Seguirle la pista a Daniel Stevenson no resutó ser muy difícil, pensaba para sí mismo el investigador privado Robert ~algo~. Ni en sus pensamientos se dignaba a pronunciar su apellido. Sonriendo para sí mismo, admiraba la estupidez de su presa. Un Cadillac rojo era una huella demasiado fácil de seguir.

Ahora, Robert se encontraba sentado en un Starbucks, tomando un frapuccino de cajeta, mientras sostenía el New York Post y fingía que lo leía, con mirada cansada. Hacía días que no dormía muy bien. Había salido corriendo de su departamento en Los Ángeles, hacía una semana, y ahora finalmente podía sentarse a descansar tranquilamente. Había estado llamando al celular de Christine cada 12 horas, indicando su posición, la localización del perseguido, la situación, los pormenores... Cuando Robert se encontraba desempeñando su trabajo, se sentía todo un agente del FBI persiguiendo al número uno de los 10 más buscados.

El vaso de frapuccino llegó a su fin. Robert dobló el periódico, y contempló el Cadillac rojo que estaba estacionado en la acera de enfrente. Llevaba estacionado ahí cerca de una hora, y no parecía que fuera a moverse durante un buen tiempo. Miró el reloj que pendía de su muñeca: faltaban 5 para las 11. Se levantó de la mesa, y se dirigió al teléfono público de la esquina. Marcó el celular de manera automática. El único número que marcaba desde hacía años.

La llamada se conectó al segundo tono.

-¿A que no adivinarás dónde estoy ahora?
-¿Robert?
-Si, ¿quién más?
-Me estás llamando de un teléfono público, podría ser cualquiera.
-Debo estimar precauciones a la hora de comunicarme contigo. No sea que interfieran la llamada.
-No seas idiota...
-Me gusta tu voz enojada. Te hace sonar un poco más sensual de lo que ya eres.
-Déjate de tonterías y dime, ¿dónde estás?
-He llegado a New York...
-¿New York? ¿Y qué rayos haces allá?
-He seguido a tu sospechoso número uno a través de todo el país. Al parecer ha encontrado refugio en la casa de la madre de un amigo suyo.
-¿Sabes quien es el amigo?
-El sujeto se llama Rob Thomas. 30 años de edad, tez oscura, alto, fornido. Un simio.
-Esta noche, mándame un fax con la dirección exacta.
-¿Y eso para qué?
-Porque voy para allá.
-Entendido.
-Y otra cosa. Ya que estás en New York, necesito que busques a otra persona.
-¿Nombre?
-Rosallie Founté.
-¿Y a ella de qué se le acusa?
-No es sospechosa de nada, se trata de mi sobrina. Trabajarás para ella también. Preséntate como recomendado mío.
-¿Pagará ella mi sueldo?
-No. Lo haré yo. Te lo entregaré personalmente cuando llegue allá. El trabajo que realizarás para ella no es complicado, de hecho, ya lo has realizado para mí. Solo limítate a entregarle a ella la información que te pida.
-¿Y cuanto será mi paga por ello?
-La mitad del trabajo normal.
-Te lo cambio por una cena.
-Idiota...

Y la llamada se cortó. Robert colgó el auricular mientras reprimía una risita. Christine Talasha era una mujer difícil de conquistar. En su cabeza seguía la eterna pregunta de cómo lo había conseguido el idiota de Daniel Stevenson. Escupió en el suelo, y metió las manos a los bolsillos de la gabardina negra. Dirigió una rápida mirada a la casa que tenía aquel Cadillac rojo estacionado en la acera, y sonrió nuevamente. Lentamente, emprendió el camino de regreso al hotel donde se hospedaba.





Rosallie había aterrizado en el Aeropuerto Internacional John F. Kennedy, alrededor de las 10 de la mañana. No tenía ni la menor idea de qué hacer, o a dónde ir. Después de pensarlo un poco, se limitó a tomar un taxi e ir a hospedarse en un hotel, no muy caro. Después de todo, necesitaba empezar a reunir fondos nuevamente. El único modo que tenía en esos momentos de ganar dinero fácil y rápido, era empeñar ciertas cosas suyas de valor. Preferiría no hacerlo hasta que fuera estrictamente necesario.

Se encontraba en la ducha cuando su celular empezó a sonar. Cerró la regadera y se envolvió en una toalla. Tomó el celular, y abrió el mensaje que Christine acababa de enviarle.

"El investigador privado llegará en cualquier momento a tu puerta. Asegúrate de recibirlo con una sonrisa."

Rosallie sonrió para sí misma, y en ese momento, tocaron a la puerta de su habitación. Acomodándose la toalla un poco mejor, se dispuso a abrir. Al otro lado de la puerta se encontraba un hombre algo mayor, de tez no muy clara, con el cabello castaño y ojos negros, enfundado en una gabardina igual de negra. Atractivo, en una sola palabra.

-¿Rosallie Founté? -Rosallie dijo que sí con la cabeza, y aquel señor entró sin dar más explicaciones.
-Disculpe, pero... ¿Quién es usted? -preguntó esperando que sus sospechas fueran confirmadas.
-Disculpe mi falta de caballerosidad, pero no puedo revelar información confidencial a medio pasillo. Sobre todo cuando usted llama tanto la... atención -Rosallie sintió que se ponía colorada, y se sujetó la toalla con un poco más de fuerza.
-Ajá... -tartamudeó ella.
-Mi nombre es Robert. Soy su investigador privado.
-Algo así va la pinta que trae.
-Gracias, me gusta desempeñar bien mi papel. Bueno, he venido a traerle la información que me pidió.
-Pero si aún no le pido nada.
-Quizá no directamente. La señora Christine, su tía, me ha informado... ¿Usted desea toda la información que poseo sobre Leopold Hudson, no es así?
-Si...
-Lo supuse. En ese caso, aquí tiene -y Robert sacó un paquete de adentro de su gabardina-. Son todos los datos que tengo sobre el, añadiendo... -y sacó de su bolsillo un papel-, su dirección actual.

Robert dejó el paquete y el papel sobre la cama, y caminó hacia la puerta.

-Por cierto, me ha dicho su tía que usted es un poco impaciente. Le recomiendo que antes de acudir a la dirección del papel, de una hojeada a los documentos del paquete.

Robert hizo un último gesto de despedida con la cabeza, y salió de la habitación. Rosallie se acercó a la cama, y abrió el paquete. Contenía 4 granes sobres, cada uno marcado con letras negras: Económico, Político, Social, y Privado. Rosallie se apuró a tomar este último y a abrirlo.

La primera hoja tenía una lista de datos: Nacionalidad Inglesa, nacido en Londres, 35 años, viudo, comprometido con Mía Roché.

Fué entonces cuando el sobre cayó al suelo desparramando todo su interior, llevándose de paso la toalla.

¿Leopold Hudson iba a casarse?

3 de julio de 2010

The You And I

"No importa lo que pase
Inclusive si el cielo se cae
Te prometo
Que nunca te dejaré ir"

Había llegado a casa. Aventó la bolsa contra el sillón, y el maletín cayó al suelo haciendo un ruido sordo. Los tacones se encontraron con un golpe contra la pared, dejando una mancha antes de caer al suelo. Se quitó el saco, destajando los botones, y lo aventó con saña al piso. Entrar a la habitación fue lo peor. Se sentó en el borde de la cama, sujetando su cabeza, y jalando su largo cabello castaño claro.

Pasara lo que pasara, no iba a llorar.

"Tú, cuando me caí
Me sostuviste así, con tu mirada tan inquebrantable
Y tú, durante esos tristes momentos
Sostuviste mis manos, hasta el final del mundo."

Se puso rápidamente en pie, se acercó a la ventana, y mientras marcaba un número local desde el teléfono que estaba en la mesilla de noche, suspiró cansadamente. El reloj de la pared marcaba la 1.30 am, pero ella sabía que contestaría sin falta. Solo bastó un tono de marcado antes de que la llamada se conectara.

-Parece ser que finalmente el día ha llegado.
-Cállate -espetó ella, mientras miraba a la ventana. La noche estaba tranquila, excepto por...
-Cuéntame, ¿cómo ha ocurrido exactamente?
-Me quedé hasta tarde en el trabajo. Llegó un fax a la oficina de mi secretaria, alrededor de las 12 y media. Decía que se marchaba.
-¿Dijo a dónde?
-Obvio que no, no seas idiota.
-Sólo lo decía para confirmar.
-Como sea... Necesito encontrarlo. Urgentemente.
-¿Aún lo amas?
-Claro que no. Se ha llevado el Cadillac.
-Pensé que lo habías puesto todo a su nombre. El Cadillac le pertenece a Daniel.
-¿Eres idiota? Todo, absolutamente todo, está a mi nombre. Incluido el carro. Se lo dije para que me creyera estúpidamente enamorada y firmara los papeles sin leer nada. Y parece ser que se lo creyó.
-En ese caso, empezaré a buscarlo mañana a primera hora del día.
-Si empiezas en este mismo instante, te duplicaré la paga.

"Podré ser alguien miserable que no hace nada por ti
Pero hoy canto esta canción sólo para ti
Esta noche, detrás de tus ojos y tu sonrisa
Puedo ver el dolor que te he causado al protegerme."

La llamada se corto. Christine sabía que nada podía mover a Robert más que el dinero. Con una sonrisa de satisfacción, dejó el teléfono en la mesilla, y se dirigió al armario para quitarse el traje (echado a perder debido al coraje) y ponerse el baby-doll y la bata. Apenas había terminado de vestirse, cuando su celular empezó a sonar. Una rápida mirada al identificador de llamadas bastó para dejarla desconcertada. Contestó un poco confundida.

-Buenas noches, tía Chris -se escuchó una voz muy despierta al otro lado de la línea.
-Buenas madrugadas, Rosallie -contestó Christine.
-Siento mucho haberte despertado...
-Descuida, no estaba dormida. De hecho, vengo llegando del trabajo.
-Tú y tu trabajo. ¿No crees que te exiges demasiado?
-No me sermonees y ve directo al grano.
-Necesito tu ayuda.
-¿Dinero, nuevamente?
-No. Bueno quizá si. Pero esta vez, te venderé mi bolso de Prada para no deberte nada.
-¿El color verde?
-Si, ese.
-Tengo 2 de ese.
-Bueno, escoge otro.
-¿Puedo escoger de Chanel?
-Sabes que solo compro Prada.
-En ese caso, no tienes nada que me interese.
-¡Tía!
-Te prestaré el dinero. Pero dime para qué es.

"Tú y yo juntos, se siente tan bien
Incluso aunque te diga adiós, para mí el mundo eres sólo tú
Tú y yo juntos, nunca sueltes mis manos
Incluso aunque te diga adiós, para mí el mundo eres sólo tú."

-Voy a salir de la ciudad a primera hora. En estos momentos estoy terminando de hacer la maleta. Salgo de aquí por 2 motivos importantes. número 1, huiré de Rob. Me he enamorado de alguien más. Y número 2, necesito encontrarlo. Quiero contratar un investigador privado. Para eso ocupo tu dinero.
-Puedo prestarte un buen investigador.
-¿Harías eso por mí?
-Sí, si antes de marcharte me explicas porqué necesitas un investigador para encontrar a aquella persona que dices amar.
-Fue... una aventura de una sola noche...
-¿Por qué no me sorprende?
-¡Esta vez fue diferente! Necesito encontrarlo...
-Te sabes al menos el nombre.
-Leopold Hudson.

El teléfono resbaló de la mano de Chritine, y golpeó el suelo.

"Nuestro amor ha ido cambiando
Poco a poco, como otros, pero no estés triste
Espero ser alguien en quien puedas confiar
Y alguien en quien te puedas apoyar
Te prometo que estaré aquí."

-¿Tía? ¿Tía, sigues ahí? ¿Christine?
-Per... perdón -tartamudeó Christine cuando volvió a tomar el teléfono.
-¿Qué ha pasado?
-Ese tal, Leopold Hudson... ¿De casualidad era ya algo mayor?
-Pues, sí, tenía ya unas cuantas canas, ¿por qué lo...?
-En ese caso, yo lo conozco.
-¿Qué?
-Él es el motivo por el cual llegue tan tarde hoy del trabajo. Vino a cerrar un trato conmigo. Va a abrir una sucursal del banco en New York. La administrará personalmente. Su vuelo sale en 3 horas.

Y la llamada se cortó.

"Cierro mis ojos cada vez que me siento sola
Ya no tengo miedo cuando tu aliento me sostiene
Nadie en el mundo puede tomar tu lugar
Tú eres el único y yo estaré aquí para ti."

Christine dejó el teléfono en la mesilla, y contempló el reloj en la pared. Faltaban 15 minutos para que fueran las 3 de la mañana. Tenía que estar en el trabajo a las 7. Prefirió no dormir. Se tapó un poco mejor con la bata, y se dirigió a la cocina. Abrió el mini bar, y se sirvió un caballito de Tequila.

Rosallie debió haber esperado un poco más antes de colgar. Christine sabía que se dirigía al aeropuerto en ese preciso momento. Debió de haberle dicho ciertas cosas sobre ese tal Leopold Hudson. Pero ya se enteraría ella misma, tanto con investigador privado, como sin él.

Mientras bebía del caballito, se acercó a su portafolio. Sacó un fajo de papeles de ahí, y se puso a revisarlos. Tenía todo el historial económico, político, social y privado de Leopold Hudson en sus manos. Después de todo, Talasha & Co., no se aliaba con cualquiera, en especial tratándose de ingleses con títulos rimbombantes.

El caballito de tequila prontamente llegó a su fin, y Christine aventó los papeles a la mesa de la sala. Se sirvió esta vez un poco de Ron, y prendió la tele. Definitivamente no dormiría, sobre todo porque la vecina tenia fiesta.

Esa estúpida canción ridículamente romántica sonaba demasiado fuerte. ¿Debería de mudarse, fuera de la ciudad?

"Tú y yo juntos
Por siempre y para siempre."

You And I - Park Bom