The Gringotts

Entra, desconocido, pero ten cuidado

con lo que le espera al pecado de la codicia,

porque aquellos que cogen, pero no se lo han ganado,

deberán pagar en cambio mucho más,

así que si buscas por debajo de nuestro suelo

un tesoro que nunca fue tuyo,

ladrón, te hemos advertido, ten cuidado

de encontrar aquí algo más que un tesoro...


24 de junio de 2010

The Will Forget

-Tiene una llamada de Boulet por la línea principal.
-¿Dijo que era urgente?
-Bastante.
-Que llame a las 6.
-Pero...
-He dicho, que llame a las 6.
-Claro, señora...


La secretaria abandonó la oficina de la presidenta de la compañía, con el nerviosismo dibujado en la cara y repercutiendo en sus temblorosas piernas. Regresó a su escritorio, y tomó el auricular. La voz del tal Boulet se escuchaba al otro lado de la línea, apurando a sus subordinados sobre cierto embargue.


-¿Señor Boulet?
-¿Señora Talasha?
-Lo siento, pero la Señora está ocupada y no...
-Dije que la llamada era de extrema urgencia.
-Eso es lo que me ha dicho, ya sabe como se pone...
-Es urgente.
-Dijo que vuelva a llamar a las 6...
-Dígale que el trato se cancela.


Boulet colgó el teléfono de un golpe. La pequeña secretaria se quedó con el auricular aún en mano durante un par de minutos antes de poder reaccionar y darse cuenta de lo que había pasado. Acababa de perder a uno de los principales compradores, lo cual significaba una pérdida de 100 mdd para la empresa. Con el miedo y la preocupación dibujados en el rostro, decidió ir a la oficina de la Presidenta para pedirle que rectificara y se comunicara con el Señor Boulet.


Pero la Presidenta no se encontraba en su oficina cuando ella llegó.


Christine Talasha se encontraba 30 pisos más abajo. Apenas su secretaria hubo salido de su oficina, ella había tomado su abrigo y su maletín, salió de su oficina sin preocuparse por cerrar con seguro la puerta, y se dirigió al acensor.


Y ahora se encontraba en el recibidor del edificio de oficinas de su empresa "Talasha & Co." 30 pisos más abajo.


Uno de los porteros había corrido hacia el estacionamiento subterráneo, y había sacado el Porsche negro de Christine en lo que ella recorría el camino hacia la entrada principal.


Le tendió un billete de 5 dólares al portero, y subió al Porsche, dando un fuerte portazo.


Conocía el camino de memoria. La única diferencia, esta vez, consistía en la hora. Comúnmente recorría ese trayecto a la hora pico, y como esta vez había salido de la oficina 4 horas antes, las avenidas estaban muchísimo más vacías que de costumbre, por lo que el camino fue muchísimo más rápido. Justo lo que necesitaba.


En su mente aún repiqueteaba esa conversación por teléfono, ocurrida hacía solo unos 15 minutos, y que la había obligado a salir de ese modo de la oficina.


-Daniel está con nosotros. Se está divirtiendo. Creo que más de lo que debería.
-No entiendo cuál es ese punto "tan importante" al que quiere llegar.
-Estamos en el "Pusy Chik", no creo que lo conozca. Una señora de su clase no frecuenta este tipo de lugares. Y Daniel, pues el...
-¿Lo ha llevado a la fuerza, no es así?
-Perdóneme que se lo diga, pero no. A decir verdad, él fue el que decidió venir.
-No tengo porqué creerle. Ni siquiera lo conozco...
-Ah, pero yo si la conozco a usted. No tiene porqué desconfiar así de mí. Si no me cree, llame a su celular. Le aseguro que no recibirá respuesta... Su amante no querrá que usted se entere de lo que está haciendo.

La llamada se había interrumpido abruptamente, así como los pensamientos de Christine. Había llegado al departamento de... Daniel. Le remordía la conciencia pensar en qué era ella para él. En que era él para ella.


La palabra "amante" no pudo haberlo definido mejor. Después de todo, él era 10 años menor que ella.


El departamento de Daniel se encontraba en el 3er piso del edificio. Era un lugar que se encontraba en una zona exclusiva, ya que había sido ella la que lo había pagado. Christine detuvo el Porsche en la esquina, y bajó de el, con un poco de nerviosismo.


Miró hacia los cajones del estacionamiento del edificio, y pudo ver el Cadillac rojo vino de Daniel. Eso hizo que se le calmara un poco el corazón: sin lugar a dudas él estaba en casa. Nunca iba a ningún lado sin el Cadillac que ella le había comprado en su aniversario de 1 mes.


Christine miró a ambos lados antes de cruzar, y entró al edificio como si se tratara de su propia casa. Porque lo era. Subió al tercer piso, se paró frente a la puerta del departamento C-3. Se quedó con la duda de si debía tocar o no. Nunca antes lo había hecho. Al final se decidió a entrar sin más, aunque en su mente ocurría una escena en la que Daniel le preguntaba que hacía ahí 4 horas antes de lo previsto. Ni en su imaginación encontró una respuesta lo suficientemente convincente, por lo que entró sin más.


El lugar estaba desierto. Christine sintió un poco de pánico. El Cadillac estaba, pero Daniel no. Aquí algo iba mal.


Tomó el celular, y marcó a Daniel. Aún no se ponía el móvil en el oído, cuando escuchó la cancioncita del celular del chico en el lugar. Christine caminó lentamente hacia donde escuchaba el celular: su habitación.


El celular vibraba sobre la cama, entre el lío de mantas que Daniel acostumbraba dejar cuando se levantaba tarde. Christine colgó y tomó el celular de Daniel. La pantalla marcaba una llamada perdida de "Mi princesa".


Se sentó en el borde de la cama, ya que las piernas habían amenazado con fallarle. Algo le decía que aquella llamada que había recibido hacía 25 minutos, no era del todo falsa. Fue en ese momento en que su mirada se fijó en algo: un pedazo de papel que surgía del cajón de la mesilla de noche.


Christine se acercó y lo sacó con cuidado. Se trataba de un panfleto que anunciaba un bar de "table dance" llamado "Pusy Chik".


En menos de un minuto, Christine se encontraba afuera del edificio, y un par de segudos después, el motor del Porsche rugió, y Christine Talasha conducía a toda velocidad por el distribuidor vial. En su mente surgían mil y un historias sobre lo que pasaría cuando llegara al lugar. Para empezar, ¿tendría el valor de entrar? Y de todos los años que conocía a Daniel... ¿cómo había terminado en un lugar así? Y más que nada... ¿quién había sido el hombre que la había telefoneado, hacía solo 35 minutos?


La dirección escrita en el panfleto se encontraba cerca. 5 minutos más y Christine estaría ahí. La atrapó un semáforo en rojo, y tuvo que detenerse. Eso le sumaría 2 minutos de retraso.


En ese momento, su celular empezó a sonar. Lo tomó y automáticamente presionó la tecla de colgar. Pero el tono seguía sonando.


Después de todo, el teléfono que había tomado, era el personal. El teléfono del trabajo seguía dentro del maletín, y seguía sonando. Christine miró al frente, con la mirada fija en el rojo del semáforo. No tardaría en cambiar.


Y el móvil seguía sonando.


Un poco molesta, abrió el maletín, y sacó el móvil. Su secretaria se encontraba buscándola.


-¿Que pasa Katie? -preguntó algo fastidiada. En ese momento el semáforo se puso en verde, con lo que Christine arrancó, pero para orillarse.
-Me asustó al no haberla encontrado en su oficina...
-Es que se me ha presentado algo importante.
-¿Más importante que el señor Boulet? -Christine se quedó callada-. Sé que no debo meterme en sus asuntos privados, señora, pero creo que no hay nada más importante que el trato con el Señor Boulet.
-Eso lo decido yo.
-Perdón señora, pero debo insistir. Si pierde este acuerdo, el prestigio de la empresa caerá y perderemos varios clientes potencialmente importantes. Si el negocio se lleva a cabo correctamente, tendrá en sus manos esa sucursal en Amsterdam de la que tanto ha mencionado... -esta vez fue el turno de la secretaria para quedarse callada.
-¿Cuánto fue la última oferta de Boulet? -preguntó Christine mientrás ponía el auto en marcha de nuevo.
-Antes de que colgara, dijo 158 mdd.
-Voy para allá.


Y Christine colgó. Un par de segundos después, emprendía el camino de regreso al trabajo.


Ya aclararía las cosas con Daniel después. Prefería esperar a estar en un terreno que fuera favorable para ella.










-Te has tardado mucho. ¿Te has sentido mal? -dijo Daniel conteniendo una risilla. Tomó el vaso de tequila que estaba frente a él, mientras su amigo se sentaba a la mesa, y tomaba un puro.
-He tenido que hacer una llamada telefónica.
-¿Alguna otra "amiga nueva"?
-No. No se trata de eso -el amigo de Daniel sonrió, de manera un poco cansada. Tomó el puro, y lo prendió con un encendedor que había en la mesa-. ¿Sabes? Me he puesto a pensar... en tu "chica".
-Agh, Rob, no empieces, por favor.
-No, no. No he dicho nada -Rob se limitó a entretenerse con el puro un rato, antes de volver al ataque-. Es solo que... Ella está muy enamorada de ti.
-Lo se -Daniel se limitó a beber del tequila-. ¿Y eso a que viene de repente?
-Bueno, chico, no te ofendas, pero... Algo me dice que tú no la amas tanto como ella a ti.
-¿Y es por eso que me has traído a este lugar? -Daniel hizo una seña con la mano, como si tratara de abarcar todo el lugar. Se encontraban en un bar de mala muerte, con prostitutas bailando sobre las mesas, enredándose en los tubos, y degradándose a sí mismas.
-Solo te traje de vuelta al mundo de los mortales, chico. Desde que andas con esa "señora" no sabes mirar abajo. Ella te ha llevado muy alto, te está corrompiendo.
-No es una señora.
-Es diez años mayor que tú.
-Eso no quita...
-Te ha dado casa, auto, escuela, comida, ropa, lujos. Si, Daniel, en pocas palabras te ha dado lujos y te trata como su niño mimado, te compra y luego te lleva como perro de feria a exhibir frente al resto de sus amigos ricos. Deberías de sacarle el máximo provecho ahora que puedes, y después, deshacerte de ella. Que te compre, si eso es lo que quiere, pero después tendrá que pagar las consecuencias.

Daniel se quedó callado. No sabía que responder a ello. Bueno, sí sabía, pero no quería sonar... Desvió la mirada del tequila, y se concentró en una bailarina que se encontraba recibiendo unos dólares de un viejo gordo y calvo. Suspiró antes de mirar a Rob nuevamente.

-Tú puedes hacer que ella te dé lo que quiera -dijo Rob-. Yo lo haría.
-Lo sé -respondió Daniel-. Pero la diferencia entre tú y yo, es que yo la amo.

El caballito de tequila llegó a su fin. Mientras Daniel contemplaba un extraño reflejo en el caballito, suspiró nuevamente.

-Yo la amo, y quiero olvidarla. Yo no quiero una vida feliz a su lado...