The Gringotts

Entra, desconocido, pero ten cuidado

con lo que le espera al pecado de la codicia,

porque aquellos que cogen, pero no se lo han ganado,

deberán pagar en cambio mucho más,

así que si buscas por debajo de nuestro suelo

un tesoro que nunca fue tuyo,

ladrón, te hemos advertido, ten cuidado

de encontrar aquí algo más que un tesoro...


30 de noviembre de 2010

The Feelings Story

"Cuentan que, una vez, se reunieron en un lugar de la Tierra todos los sentimientos y cualidades de los hombres. Cuando el aburrimiento había bostezado ya por tercera ocasión, la locura, como siempre tan loca, se alborotó diciendo ~¿Jugamos al escondite?~. La intriga levantó la ceja intrigada, y la curiosidad, sin poder contenerse, preguntó: ~¿Al escondite? ¿Y cómo es eso?~. ~Es un juego -explicó la locura- en el que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno, hasta un millón, mientras ustedes se esconden. Cuando yo haya terminado de contar, debo encontrarlos a todos, y al primero que encuentre, deberá ocupar mi lugar para continuar con el juego~.

El entusiasmo bailó, secundado por la euforia. La alegría dio tantos saltos que terminó por convencer a la duda, e incluso a la apatía, a la cual nunca le interesaba nada. Pero no todos quisieron participar: la verdad prefirió no esconderse, porque siempre la descubrían, y por su parte, la soberbia prefirió no esconderse, opinando que era un juego muy tonto, pero en el fondo, le molestaba que la idea no había sido suya. Y la cobardía... Bueno, ella prefirió no arriesgarse.

~Uno, dos, tres...~ comenzó a contar la locura.

La primera en esconderse fue la pereza, quien, como siempre, se dejó caer en la primera piedra del camino. La fe subió al cielo, y la envidia se escondió tras la sobra del triunfo que, con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto. La generosidad casi no alcanzaba a esconderse, cada sitio que encontraba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos: un lago cristalino, ideal para belleza; una rendija de un árbol, perfecto para timidez; el vuelo de la mariposa, lo mejor para voluptuosidad; una ráfaga de viento, magnífico para libertad... Así, terminó ocultándose en un rayito de sol.

El egoísmo, en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio: un pequeño lugar ventilado y cómodo... pero eso sí, solo para él. La mentira, por su parte, se escondió en el fondo de los océanos. ¡Mentira! en realidad se escondió detrás del arco iris. Y la pasión y el deseo se escondieron juntos en el centro de los volcanes. El olvido... Se me olvidó dónde se escondió, pero eso no es importante.

Cuando la locura contaba ya 999,999, el amor aún no había encontrado sitio idóneo para esconderse, pues todo se encontraba ya ocupado. Hasta que divisó un rosal, y, enternecido, decidió esconderse entre sus flores.

~Un millón~ contó la locura, y comenzó a buscar. La primera en aparecer fue la pereza, sólo a tres pasos de la piedra. Después encontró a la fe, quien se encontraba discutiendo con Dios en el cielo, sobre teología. Sintió a la pasión y el deseo en el vibrar de los volcanes. En un descuido encontró a la envidia, y por tanto pudo deducir donde se encontraba el triunfo. Al egoísmo no tuvo ni que buscarlo, ya que salió disparado de su escondite, el cual había resultado ser un nido de avispas.

De tanto caminar, sintió sed, y al acercarse al lago, descubrió a la belleza. A la duda resultó más fácil encontrarla todavía, ya que se encontraba sentada en una cerca, sin decidir aún de que lado esconderse. Así fue encontrando a todos: la mentira se había escondido detrás del arco iris. ¡Mentira! Ella estaba en el fondo del océano. Encontró hasta al olvido, que se había olvidado de que estaba jugando al escondite.

Pero el amor era el que no aparecía por ninguna parte. La locura lo buscó detrás de cada árbol, bajo cada falla del planeta, en la cima de las montañas, en las orillas de la playa... Cuando estaba por darse por vencida, divisó un rosal con sus rosas rojas. Tomo una horquilla y comenzó a mover sus ramas. Cuando, de pronto, un doloroso grito se escuchó. Las espinas habían herido en los ojos al amor. La locura no sabía que hacer para disculparse: lloró, rogó, imploró, pidió perdón...

La locura sacó de los matorrales al amor, temeroso de hacerle más daño, y cuidadosamente, lo llevó con los grandes sabios. La locura les explicó sobre el juego que estaban jugando, como había ido encontrado a todos los sentimientos, y como al final solo le faltaba encontrar al amor. Y explicó también cómo lo había encontrado, y el daño irreparable que había cometido.

Los grandes sabios escucharon su historia sin interrumpir, y cavilando cada palabra que decía la locura. Al final, se miraron entre ellos, y, asintiendo, dijeron lo siguiente:

~A pesar de que ha sido un accidente, la vida del amor ya no será la misma. Ha sido tu culpa, por lo tanto la responsabilidad yace sobre tus hombros. Ahora, es tu deber cuidar del amor. Serás su lazarillo, y no podrán separarse el uno del otro~.

Desde entonces, desde aquella primera vez que se jugó al escondite en la Tierra, desde el acontecimiento de aquel desafortunado accidente, el amor es ciego, y la locura siempre lo acompaña."