The Gringotts

Entra, desconocido, pero ten cuidado

con lo que le espera al pecado de la codicia,

porque aquellos que cogen, pero no se lo han ganado,

deberán pagar en cambio mucho más,

así que si buscas por debajo de nuestro suelo

un tesoro que nunca fue tuyo,

ladrón, te hemos advertido, ten cuidado

de encontrar aquí algo más que un tesoro...


9 de junio de 2011

Syaoran Card Captor: Capítulo 11

Capítulo 11
Syaoran visita la mansión de Tomoyo

            Mientras Syaoran iba sentado en la última fila de asientos del camión, miraba a ambos lados de éste, observando todas y cada una de las calles que pasaban por sus ojos: era la primera vez que iría a casa de Tomoyo, y tenía miedo de perderse y no encontrarla. Mientras observaba detenidamente, recordaba la conversación que había tenido con su amiga, mientras estaban en la clase de gimnasia.
            -¿Quieres que vaya? ¿Y se puede saber porque? –preguntó Syaoran mientras esperaban su turno para saltar los cajones.
            -Tengo un problema que quiero resolver, y me parece que tú puedes ayudarme mejor que nadie –Syaoran estaba a punto de decir que no quería, pero la mirada de Tomoyo se había puesto fría y severa de repente: la bipolaridad estaba al acecho.
            -Claro –respondió dándose algo de prisa, y se alejó a toda velocidad para brincar los dichosos cajones. Tomoyo le sonrió alegremente mientras se disponía a brincarlos.
            Y así era como había terminado sentado en la parte posterior de un camión que en la vida había sabido que existía. Seguía escudriñando todas las calles que veía, pero justo en ese momento, su mochila se empezó a mover, y mientras se escuchaban unos extraños ruidos, se abrió por sí misma y de ahí salió la cabeza de Kero, visiblemente mareado, y anunciando:
            -Quiero vomitar.
            Se apuró a empujarlo de nueva cuenta dentro de la mochila, ya que varias personas habían volteado a verlo. Fingiendo que nada pasaba, los curiosos habían vuelto a mirar al frente, mientras que Syaoran escuchaba lo que parecía ser el ruido de una salpicadura: no cabía la menor duda, Kero se había vomitado dentro de su mochila.
            -Hasta aquí podíamos llegar –rugió cuando se hubo bajado del camión, para poder gritarle a Kero a sus anchas, sin tener a nadie que estuviera escuchando-. ¡Eres un muñeco inservible! ¿Cómo se te ocurre vomitarte ahí? ¡Tengo cosas más valiosas que tu propia vida!
            -¡Podías llevarme en tus piernas fingiendo que era un muñeco de felpa! ¡Como si Tomoyo-chan no lo hubiera hecho antes!
            -¡La diferencia está en que Tomoyo-chan es una chica, y yo no! ¡Qué raro se vería un niño con un peluche…! –y se acercó a un bote de basura, con los ojos echando chispas-. Me imagino que esto ya no me sirve para nada –y arrojó su mochila ahí-. Es una suerte que me haya traído la del año pasado, que por cierto ya tenía un agujero en la parte de atrás. Bueno, supongo que ahora debemos de buscar la casa de Tomoyo-chan a pie. Creo que nos bajamos en la parada correcta, dijo que estaba exactamente a un lado… Aunque lo único que puedo ver es ese parque…
            Kero revoloteaba alrededor de la cabeza de Syaoran, y miró el croquis que el niño llevaba en la mano: así era como Syaoran había dicho, la casa de Tomoyo tendrían que haberla visto ya. Kero se elevó un poco más, para alcanzar a ver con mejor claridad, y volvió a descender.
            -La he encontrado –le dijo a Syaoran, y lo tomó del cuello de la camiseta, para elevarlo a él también.
            -¿Se puede saber qué rayos se supone que ha…? Por Dios, ¡¿esa es la casa de Tomoyo?! –grito asombrado.
            Lo que él había tomado como un parque, era en realidad el jardín delantero de la casa de Tomoyo, y la “casa” podía definirse mejormente como una mansión.

            Ahora que Kero finalmente lo había bajado, y que había tocado la puerta, mientras la mota amarilla se escondía en su gorra, una sirvienta había hecho pasar a Syaoran, y lo dejó en el recibidor de la mansión, cuando se acercó un mayordomo.
-La señorita Daidouji la espera en su habitación. Si es tan amable de seguirme… -y empezó a caminar mientras Syaoran le pisaba los talones, por miedo a perderse.
Ahora se encontraba caminando por los pasillos de la mansión, hasta que se detuvieron en una puerta, la cual anunció el mayordomo como “el dormitorio de la señorita Daidouji”, y tocó a la puerta.
-Adelante, Sebastian –le dijo lo que parecía ser la voz de Tomoyo. La recámara de Tomoyo medía lo que era la sala, el comedor y la cocina de la casa de Syaoran, por lo que a él se le revolvió un poco el estómago-. ¿Podrías traernos un poco de té, Sebastian? –pidió Tomoyo, y cuando el mayordomo hubo dejado la habitación, Kero salió velozmente de su gorra, y se apuró a acercarse a su amiga, quien se encontraba sentada en lo que parecía ser una pequeña salita, donde los esperaba con tres tazas de té.
            Pero no habían tenido tiempo ni de decirse “hola”, cuando alguien tocó a la puerta de la habitación. Kero tuvo que esconderse a gran velocidad, y cuando Tomoyo dijo “adelante”, entró la mamá de Tomoyo, quien corrió a abrazar a Syaoran, como si hiciera años que no lo veía, y le decía alegremente “bienvenido”.

            Extrañamente, Tomoyo, su madre y Syaoran se encontraban ahora en la terraza principal de la mansión, tomando el té mientras comían un poco de pastel. Mientras Syaoran saboreaba esa delicia de tres leches con capas de chocolate, no podía evitar pensar en Kero, quien seguramente moría por comer algo de eso, y esto hizo que se lo comiera aún con más gusto.
            Pero en la habitación, los berrinches de Kero habían sido interrumpidos drásticamente. Ahora, la mota amarilla se había quedado serio de repente, mientras prestaba atención a todo su alrededor.
            -Esta es la presencia de…

            En el jardín, Syaoran no dejaba de ser interrogado por Sonomi, quien le preguntaba cosas sobre su vida diaria, y empezaba a recordar los parecidos que tenía con su prima Nadeshko. Aunque recordar a su prima, hacía que también le viniera a la mente Fujitaka, el padre de Syaoran, con lo que inmediatamente cambiaba su feliz expresión por una más sombría y temerosa. Syaoran y Tomoyo se sentían un poco confundidos cada que pasaba esto, ya que Sonomi movía la mano cerca de su cabeza, como si quisiera ahuyentar moscas.
            En ese momento, llegó la sirvienta que les había llevado el té y el pastel, con el teléfono en mano, ya que Sonomi tenía una llamada de la oficina. Contestó algo enojada (se alejó un poco para que los niños no escucharan) y al colgar, regresó a la mesa, y se disculpó con Tomoyo y Syaoran.
            -Tengo que volver un rato a la oficina, pero supongo que regresaré rápido.
            -No se preocupe –le dijo Syaoran algo alegre de que las preguntas por fin hubieran acabado-. Tómese su tiempo.
            -Syaoran-kun y yo estaremos un rato en mi habitación –dijo Tomoyo mientras se llevaba el último trozo de pastel.

            -¡¡¡Se dan cuenta de que yo fui el único que no comió pastel!!! ¡¡¡El único que no tocó el postre!!! –se escuchó el grito de Kero, apenas hubieron abierto la puerta.
            -¡¡¡Si serás un idiota berrinchudo!!! ¡Aquí está tu maldita rebanada! –le dijo Syaoran, y apuntó al pastel que Tomoyo llevaba en las manos.

            -Mientras ustedes comían pastel alegremente –dijo mientras ahora era él el que comía el pastel, y de manera muy feliz-, me sentí muy solo, sin alguien con quien hablar, además de que sentí lo que parecía ser la presencia de una Carta Clow.
            -Al parecer yo estaba en lo cierto –dijo Tomoyo alegremente, y se apuró a sacar un alhajero, de tamaño considerable, de uno de sus cajones-. El problema consiste en que de un día para otro, el alhajero ya no quiso abrir, y eso que tengo la llave –dijo mientras les mostraba la diminuta llave dorada a Syaoran y a Kero.
            -¡Así es! –gritó Kero dejando de comer-. La presencia de la Carta Clow que sentí, proviene de este alhajero.
            -Ahora que lo dices, yo también puedo sentirlo –dijo Syaoran.
            -Quiero que lo observen bien –les dijo Tomoyo, y trató de introducir la llave dentro de su cerradura… Pero la llave salió volando lejos de ahí, y cayó en el piso, casi hasta el otro lado de la habitación.
            -En ese caso debemos de intentar abrirlo –dijo Syaoran, y sacó la llave mágica, mientras que Tomoyo sacaba la cámara-. Llave que guardas el poder de la oscuridad –dijo tratando de fingir que no veía a Tomoyo-, muestra tu verdadera forma ante Syaoran, quien aceptó la misión contigo, ¡libérate!
            Ahora que tenía el báculo mágico entre sus manos, se acercó al alhajero, y trató de tocarlo con la punta del báculo, con lo que una fuerza extraña rodeó la caja, e impidió que Syaoran lo tocara.
            -¡Se trata de la Carta Escudo! –se alegró Kero-. Has podido ver la especie de barrera que se formó. Claro que no creo que Tomoyo-chan lo haya visto, al no poseer poder mágicos. Como sea, la Carta del Escudo tiene la naturaleza de proteger. Lo único que está haciendo es defender lo que se encuentra guardado ahí adentro. Ahora, Syaoran-kun, deja de quedarte ahí parado como un idiota, y ponte a trabajar.
            -¿Y cómo se supone…?
            -No seas tonto, tienes una espada capaz de cortarlo todo, ¿no es así?
            -Oh, claro, supongo que tienes razón. Solo te estaba poniendo a prueba –se defendió, y agregó esperando estar en lo correcto-. La espada cortará el escudo, y este regresará a su verdadera forma, con lo que podré capturarlo…
            -Al parecer has estado prestando atención.
            Syaoran levantó en alto la Carta Espada, y se apuró a usarla. El báculo mágico había cambiado al hacer contacto con la Carta. Ahora, en vez de tener el báculo en mano, tenía la Espada, con la que se apuró a dar un golpe al alhajero, para deshacer ese Escudo.
            Ahí fue cuando el Escudo se rompió, y pudro apreciarse la verdadera forma de la Carta.
            -Es ahora –le dijo Kero. Syaoran blandió la Espada, con lo que regresó a su forma de báculo, y se dispuso a atraparlo.
            -Regresa a la forma humilde que mereces, ¡Carta Clow! –gritó al hacer contacto con el Escudo, y éste empezó a ser absorbido por el báculo, hasta quedar en forma de Carta Clow, la cual cayó en la mano de Syaoran.
            Tuvieron el momento justo para guardar el báculo, las Cartas y esconder a Kero, ya que habían tocado a la puerta, y la mamá de Tomoyo se encontraba ahí nuevamente.
            -¡Tomoyo! –le dijo a su hija-. Veo que has podido abrirlo. Déjame ver –le pidió alegremente, y tomó un ramo de flores que se encontraba en su interior-. ¿Sabes qué es esto? –le preguntó a Syaoran.
            -Eh, ¿un ramo de flores? –respondió el.
            -Así es. Es mi recuerdo más valioso. Es decir, es el mismo ramo de flores que llevó tu mamá el día de su boda. Son flores de cerezo, Sakuras para ser más exactos. Eran las flores favoritas de tu mamá. Es por eso que siempre me decía que cuando tuviera una niña, la llamaría Sakura… Es una lástima que no la hubiera tenido –dijo poniéndose melancólica-. Me pregunto cómo hubiera cambiado su historia si tú fueras una chica…
            Syaoran se empezó a sentir colorado. Definitivamente él no quería ser una chica. Y lo que era peor, conocía a una que se llamaba así.
            -Ahora va siendo hora de que vayamos a preparar la cena –anunció Sonomi, y se llevó a Syaoran al comedor-. Tomoyo, date prisa –dijo cuando se encontraban ya en las escaleras.
            -¿Y tú recuerdo más valioso? –le preguntó Kero cuando por fin pudo salir de su escondite.
            -Se trata de una goma de borrar que me dio Syaoran-kun el día en que lo conocí. Actuaba con su típica altanería e indiferencia. Creo que eso fue lo que me llamó la atención, y me hizo querer conocerlo mejor. Es un poco más agresivo que el resto de los chicos.
            -Tomoyo-chan, ¿es posible que a ti te gus...? -empezó Kero, pero otra voz interrumpió sus palabras.
            -¿Tomoyo? –se escuchó la voz de Sonomi
            -Ahí voy –respondió ella, ignoró la pregunta de Kero, se apuró a colocar la goma de borrar de nueva cuenta en el alhajero, lo cerró con prisa, y bajó corriendo las escaleras, para ir a ayudar, dejando a Kero un poco confundido.