The Gringotts

Entra, desconocido, pero ten cuidado

con lo que le espera al pecado de la codicia,

porque aquellos que cogen, pero no se lo han ganado,

deberán pagar en cambio mucho más,

así que si buscas por debajo de nuestro suelo

un tesoro que nunca fue tuyo,

ladrón, te hemos advertido, ten cuidado

de encontrar aquí algo más que un tesoro...


23 de abril de 2011

Syaoran Card Captor: Capítulo 3

Capítulo 3
La primera cita de Syaoran

            Los peces nadaban tranquilamente en los tanques, mientras los niños pegaban sus rostros a los vidrios, y sus padres sonreían y cuidaban que no les pasara nada.  Syaoran, Tomoyo, y las amigas de ella estaban de pie, viendo un tanque que contenía peces globo. Se estaban divirtiendo en su excursión, formada por su clase de sociología, donde tenían la oportunidad de conocer diferentes establecimientos de la ciudad, y esa vez les había tocado ir al acuario.
            -Dentro de poco comenzará el espectáculo de los pingüinos –les dijo un compañero de su salón, y se apuró a avisarles también a los demás grupitos.
            -Vamos a verlos, ¿les parece? –preguntó Tomoyo, y sus amigas dijeron que sí. Syaoran no tardó en seguirlas.

            Los pingüinos no dejaban de brincar a través del aro, y de hacer muchas piruetas, siguiendo las órdenes de su entrenadora. Tomoyo y sus amigas no podían dejar de verlos maravilladas, excepto Syaoran, que los observaba de manera indiferente, casi aburrida, hasta que...
            Un pequeño remolino empezó a formarse, y atrapó a la entrenadora, sujetándole un pie, y obligándola a sumergirse en el agua. El público no podía hacer nada más que mirar, y contener el aliento. Uno de los pingüinos brincó al agua, y muy pronto quedó atrapado también por el remolino, el cual lo hizo dar vueltas sin control. La entrenadora pudo sacar la cabeza del agua por un instante, y en ese momento, uno de los encargados entró al tanque, llevando una cubeta con pescados para dar de comer a los pingüinos.
            -¿Qué ocurre? –preguntó al ver que ahí pasaba algo raro.
            -Uno de los pingüinos se está ahogando –respondió la entrenadora-, pero no puedo hacer nada para salvarlo.
            Sin pensarlo ni un segundo, el muchacho brincó dentro del agua, y se acercó quietamente hacia el remolino, el cual sujetó con sus manos, y trató de abrirlo. Después de unos segundos de silenciosa lucha, el remolino se rompió,  el pingüino, y la pierna de la entrenadora quedaron libres, con lo que ellos dos y el encargado pudieron salir del agua.
            Syaoran miraba al muchacho con una expresión de confusión en su rostro.
            -¿Her... hermano? –preguntó. No había ninguna duda, el encargado de dar de comer a los pingüinos de ese tanque, no era otro más que Touya.

            -¿Me estás diciendo que te ahogaste? ¿Tú, en un tanque del acuario?
            -¡Que no, idiota! –le gritó Syaoran a Kero.
            Se encontraban en la cocina de su casa. Kero no podía dejar de dar vueltas, revoloteando alrededor de la cabeza de Syaoran, quien se encontraba ocupado preparando la masa para hacer hot-cakes.
            -¿Qué a caso no me estás escuchando? –le gritó Syaoran-. Ya te dije que yo no fui.
            -No, claro que no –dijo Kero,  sin darse cuenta de que estaba hablando-, si para algo eres bueno, es para los deportes, y nada más.
            -¡¿Qué?! Solo por eso no te daré hot-cakes...
            -Y, y cocinar, claro... Se me olvidaba. Como sea, es muy extraño que un pingüino llegue a ahogarse en un tanque común y corriente de un acuario.
            Syaoran estaba terminando de cocer unos hot-cakes, así que mientras llevaba los que ya estaban listos a la mesa, le dijo a Kero:
            -Los encargados dijeron que el remolino se formó porque se había zafado el corcho, pero a mí me dio la impresión de que era otra cosa. Lo que sucedió ahí no fue un accidente. Me dio la impresión de que conozco esa fuerza...
            -¿Cómo si te enfrentaras a una Carta Clow? –preguntó Kero, que se había robado un hot-cake, mientras Syaoran hablaba, y no se había dado cuenta.
            -¿Eh? Sí, claro...
            -¡Ya llegué! –se escuchó la voz de Touya. Syaoran y Kero pegaron un brinco.
            -¡Corre, hay que esconderte! –le susurró Syaoran, y Kero se apuró a tomar otro hot-cake, y volar escaleras arriba-. ¡Hola, que bueno que regresaste! –saludó Syaoran a Touya con una risita nerviosa-. ¿Eh? –agregó de repente, como si acabara de acordarse de algo-. Ho estuviste en el acuario, ¿no?
            -Está escrito en la pizarra –le dijo Touya, mientras entraba a la cocina-. Soy el encargado de dar de comer a los pingüinos –y sin que Syaoran se diera cuenta a tiempo, su hermano se llevó un hot-cake entero a la boca.
            -¡Oye! ¡¿Qué demonios te pasa?! ¡Yo lo compré todo con mi dinero! ¡No te lo comas sin mi permiso! –pero Touya lo ignoró diciendo:
            -¿Necesitas ayuda? ¿Por qué no pasas?
            -Ya voy. Es que no podía quitarme los zapatos –en ese momento, Syaoran se quedo petrificado. Esa era la voz de... -¡Hola, Syaoran-kun! –lo saludó Yukito cuando entró a la cocina, y Syaoran se puso rojo como tomate.
            -Ho... hola –tartamudeó.
            -Se ve muy rico –dijo Yukito al acercarse a la mesa, y ver los hot-cakes-. Debes de saber cocinar muy bien.
            -Pues, no, no mucho.
            -Claro, de toda la casa es el que cocina peor –dijo Touya, pero se quedó sin voz después de de Syaoran le hubo pisado el pie. Como si no hubiera pasado nada, Syaoran le dijo:
            -Yukito-chan, si quieres, puedo preparar unos hot-cakes para que los pruebes.
            -¿Estás seguro? –Syaoran dijo que si con la cabeza-. Muchas gracias –Yukito le sonrió.

            Syaoran entró corriendo a su habitación. Acababa de entregarle los hot-cakes a su hermano y a Yukito, quienes estaban en la habitación de Touya, repasando los estudios, y el haber visto la hermosa sonrisa de Yukito, había hecho que le ganara la emoción, por lo que se encontraba “derretido” en el piso de su cuarto, abrazando a Kero con todas sus fuerzas.
            -¡Oye! –le gritó el muñeco de felpa-. ¿Se puede saber qué rayos te pasa?
            -Yukito-chan –susurró Syaoran, mirando al techo, sin mirarlo de verdad.
            -¡Oye, que necesitas pensar en la Carta Clow!
            -A mi me importa más Yukito-chan que una simple Carta Clow.
            -No creo que a Yukito-san le guste ver a un pingüino ahogarse –le dijo Kero, como quien no quiere la cosa.
            -¡No lo puedo permitir! –gritó Syaoran, y se apuró a levantarse del piso. Kero se apresuró a quitarse de ahí.
            -El problema es que esto es más peligroso. Esto tiene relación con el agua, así que debe ser la Carta Agua. Pero no será tan fácil. Agua utiliza magia de la mejor calidad. No se puede ver a simple vista; como es un líquido, puede dispersarse hacia donde quiera. Es complicado, querer usar a los Cuatro Elementos juntos, y el poder de Agua es muy desastroso. Además, con las Cartas que cuentas en este momento, no es suficiente para atrapar a Agua. Es verdad que Viento tiene el mismo nivel de magia, pero ella es más tranquila, y no podrá ante su agresividad.
            Syaoran no pudo hacer nada más que quedarse callado. ¿Habría una manera de poder atrapar a esa Carta tan destructiva y poderosa?

            Tomoyo y Syaoran caminaban de regreso a sus casas, después de haber pasado el día en la escuela, y platicado sobre la Carta Agua, y lo que podrían hacer para detenerla.
            -¡Ah! Se me olvidaba –dijo Tomoyo de repente-. Quería darte esto –y sacó de su mochila dos teléfonos celulares-. Son el modelo más reciente de la compañía de mi mamá. Uno es para ti, y el otro es para Kero.
            -¿En verdad podemos tenerlos? –preguntó Syaoran, mientras los tomaba.
            -Claro, son por si surge alguna emergencia. Ya sabes, con las Cartas Clow. Nos veremos mañana.
            Se despidió Tomoyo, así que Syaoran siguió caminando solo hacia su casa, pensando en cómo podría hacerle para atrapar a la Carta Agua. Se encontraba tan sumido en sus pensamientos, que no se dio cuenta de que había alguien frente a él, hasta que chocó, y casi se cayó al piso.
            -Perdón, lo siento mucho –se disculpó, y al mirar hacia delante, se encontró cara a cara con Yukito.
            -¿Estás bien? ¿No te has lastimado? Es peligroso que patines distraído –y Yukito ayudo a Syaoran a levantarse. Syaoran tomó su patineta con su mano, y se dispuso a caminar al lado de Yukito-. Ah, ahora que me acuerdo, muchas gracias por los hot-cakes de anoche.
            -No fue nada, de verdad.
            -Quería invitarte a comer algo en forma de agradecimiento –le dijo Yukito.
            -Claro –fue lo único que Syaoran pudo responder.

            Al igual que en la tarde anterior, Syaoran entró corriendo a su habitación, abrazó a Kero con todas sus fuerzas, hasta dejarlo sin aire, y diciendo casi a gritos "Tengo una cita con Yukito-chan".
            Al día siguiente, Syaoran y Yukito caminaban por la calle, rumbo al lugar al que Yukito lo llevaría a comer algo.
            -Esto es... –dijo Syaoran en voz baja. El y Yukito se encontraban frente al acuario.
            -Visitaste este lugar hace poco, ¿no? –le sonrió Yukito, y siguieron andando-. Aquí dentro hay una cafetería... –le iba explicando Yukito por el camino. No se habían dado cuenta de que alguien los iba siguiendo.
            Tomoyo y Kero estaban de incógnito, siguiendo a su amigo y a su “cita”, mientras recorrían el acuario.
           -...y los raspados que hacen aquí, son los mejores. Ahora que me acuerdo, me parece que Touya ahora trabaja por aquí. Es una pena, no cambian mucho las condiciones de su empleo. Antes trabajaba con los pingüinos, y hacía mucho frío donde guardan su comida. Aún así, el hielo para hacer los raspados también se guarda en un congelador enorme. Ahí dentro hace un frío terrible. Seguro que si te quedas encerrado ahí dentro por error, te mueres congelado. ¡Ah mira! –dijo Yukito con una enorme sonrisa en los labios-. ¡Es Touya!
            Syaoran volteó hacia donde Yukito apuntaba. Así era: Touya estaba vestido de mesero, limpiando una mesa. Yukito y Syaoran llegaron hasta donde él estaba, y para saludarlo, Yukito le dio un beso en la boca a su novio. Syaoran apretó los puños y la quijada.
            Varios minutos después, mientras Tomoyo y Kero espiaban y filmaban a Syaoran en su cita, ahora familiar, empezó a escucharse algo muy extraño. Se encontraban los tres platicando muy a gusto, hasta que el ruido del cristal rompiéndose se hizo audible. Los tres voltearon hacia el tanque que estaba junto a su mesa. Con un último “crack”, el vidrio terminó de romperse, y toda el agua contenida se empezó a derramar por toda la cafetería.
            -¡Syaoran! –gritó Tomoyo. Desde donde ella y Kero se encontraban, no alcanzaban a ver a nadie en el agua.
            Syaoran trataba de escapar, pero algo le impedía nadar hacia la superficie. Miró hacia abajo, y vio un remolino aprisionándole el pie. La Carta Agua lo tenía atrapado.
            De repente, el nivel del agua empezó a bajar. El remolino de agua se deshizo,  pudo sacar su cabeza del agua para volver a respirar. A su lado, surgió la cabeza de Yukito, cuyo largo cabello plateado estaba completamente mojado. Los dos miraron alrededor. Touya se encontraba de pie, con un hacha en su mano derecha, y una puerta destrozada atrás de él, por donde se estaba yendo toda el agua.
            -¿Te encuentras bien? –le preguntó Touya a Yukito, y después de ayudarla a levantarse, le dio una toalla para que se secara.
            -No te preocupes, estoy bien. ¿Y tú, Syaoran?
            -Si, yo también estoy bien. No me pasa nada –pero aún así, siguió sentado en el suelo.
            -Lo siento mucho –se disculpó Yukito-. El raspado que íbamos a comer, seguramente se echó a perder con toda esta agua.
            -No hay problema, de verdad.
            -¡Syaoran! –se escuchó un grito. Syaoran volteó, y vio a Tomoyo que se acercaba corriendo a toda velocidad, y que se sentó junto a él. Kero se asomó de uno de sus bolsillos.
            -Si, muy bien, de verdad... Este... ¿Ustedes que hacen aquí? –Tomoyo y Kero se rieron nerviosamente. En ese momento, Syaoran se quedó pensando profundamente en lo que Yukito le había dicho. “Los raspados se hacen con hielo” pensó -. ¡Gracias, Yukito-chan! –le dijo con la mirada brillosa. Yukito, que se encontraba secándose el cabello, lo miró extrañada.

            Esa noche, Syaoran, Tomoyo y Kero se encontraban entrando sigilosamente al acuario. Mientras avanzaban sin hacer ruido, Tomoyo no dejaba de grabar a Syaoran, que nuevamente estaba usando un cosplay, de los que su amiga había hecho para él. Esta vez, se trataba de un traje azul. Tenía un short azul marino, una camisa blanca con detalles azul cielo,  había tenido que usar también una peluca azul, así como una especie de venda negra con detalles azul rey en la frente.
            -¿Se puede saber que cosplay estoy usando esta vez? –preguntó Syaoran en un susurro, mientras se detenían frente a unas escaleras.
            -Oh, te queda muy bien –le respondió su amiga, que pulsó el botón de “zoom” en su cámara, para ver mejor a su amigo-. No creo que conozcas la serie, salió ya hace tiempo. Se llama Shaman King. Ese es el traje de un personaje llamado HoroHoro, que tiene el poder de controlar el hielo –le sonrió después de dar todo su discurso, del que, por supuesto, Syaoran no entendió nada.
            -Claro, claro... –respondió Syaoran, y subió unos cuantos escalones, mientras Kero volaba a su lado-. Bueno, ya sabes el plan.
            -Claro –respondió Tomoyo, y echó a correr a un lado del pasillo, mientras Syaoran y Kero subían las escaleras a toda velocidad.

            -Es aquí, puedo sentirlo –dijo Kero. El y Syaoran se encontraban de pie, en la parte superior de uno de los tanques de agua más grandes que tenía el acuario. Syaoran sacó su celular, y marcó un número. En ese momento, Tomoyo levantó su celular, y contestó a la llamada de su amigo.
            -Kero y yo ya estamos listos. ¿Cómo vas tú?
            -Lo he encontrado, está en la primera planta –le respondió su amiga.
            -Perfecto, vamos para allá –dijo Syaoran, y colgó. Después, dijo en voz alta:-. ¡Agua, se que estás ahí! ¿Por qué no sales a pelear? ¿Tienes miedo de que yo te gane?
            Apenas terminó de decir esto, cuando la superficie del agua empezó a moverse. Del tanque de agua, habían surgido lo que parecían ser unos grandes chorros de agua, como serpientes.
            -¡Vuelo! ¡Ahora! –le dijo a Kero, y los dos se alejaron volando, mientras las serpientes marinas los perseguían.
            Tenían que darse prisa si querían que el plan diera resultado, así que los dos volaban a toda la velocidad que eran posibles, mientras las serpientes de agua se aventaban sobre ellos, y los trataban de atrapar, a como diera lugar.
            En ese momento, al terminar de bajar las escaleras que los llevaban al primer piso, vieron a Tomoyo saludándolos desde la esquina, y señalándoles que siguieran hacia la izquierda. Syaoran y Kero se dirigieron hacia ahí.
            Llegaron a una enorme puerta de metal, que estaba abierta. Syaoran se bajó del báculo, y levantó una carta.
            -Ahora, Carta Clow, haz tu trabajo. ¡Viento! –gritó.
            De inmediato, la Carta Viento se alzó, y se apuró a envolver a la carta Agua. Viento empujó a Agua dentro de la habitación, y Syaoran y Kero cerraron el lugar.
            Mientras jadeaban por el esfuerzo que habían tenido que hacer para encerrar a la Carta Clow ahí dentro, Tomoyo llegó, con la cámara de video en alto.
            -¿Ha resultado todo bien? –preguntó.
            -Supongo –respondió Syaoran-. Está ahí dentro.
            -Lo mejor será abrir para ver como quedo –dijo Kero, así que entre él y Syaoran, abrieron de nuevo la puerta del congelador.
            Dentro, se había formado una estatua de hielo. La Carta Agua era ahora la estatua de una mujer azul, con una corona en la cabeza, y lo que parecía ser una cola de sirena. Los chorros de agua que había tratado de aventar para escapar de ahí, se habían congelado también, y ahora parecían arcos, esparcidos por todo el congelador.
            -Creo que ya es hora –dijo Kero, y Tomoyo volvió a enfocar su cámara de video.
            -Regresa a la humilde forma que mereces –dijo Syaoran, y levantó el báculo mágico-. ¡Carta Clow!
            La sombra de una carta se dibujó en el aire, y la estatua de hielo que tenían delante de ellos empezó a brillar, y fue absorbida por el dibujo de la carta que se había hecho en el aire. Segundos después, la Carta Agua se había terminado de materializar, y Syaoran la sujetaba en su mano.
            -¡Lo has conseguido! –le dijo Tomoyo.
            -Claro, todo ha sido gracias a ti y a Yukito-chan. Se me ocurrió la idea cuando me habló del congelador. ¡Gracias Yukito-chan!
            Dijo Syaoran, más para sí que para nadie más, mientras Kero no dejaba de felicitarlo, y Tomoyo de filmar su expresión perdida.