The Gringotts

Entra, desconocido, pero ten cuidado

con lo que le espera al pecado de la codicia,

porque aquellos que cogen, pero no se lo han ganado,

deberán pagar en cambio mucho más,

así que si buscas por debajo de nuestro suelo

un tesoro que nunca fue tuyo,

ladrón, te hemos advertido, ten cuidado

de encontrar aquí algo más que un tesoro...


29 de diciembre de 2010

La Mademoiselle Et Le Prince: Chapitre 4

Chapitre  4
 Le Sauvetage

La campesina los hizo pasar dentro de la pequeña casa, les dio un calientito desayuno, y prometió que les haría ropas nuevas, puesto que las que traían estaban muy sucias y gastadas. Los pequeños dijeron que sí a todo. Se comieron el desayuno en silencio, tomaron la leche recién ordeñada y trataron de no hacer gestos extraños, ya que no estaban acostumbrados a su sabor. Después de que el desayuno terminó, se movieron a la pequeña sala, y sentados en el piso, procedieron a dibujar un mapa de los alrededores.

-Estoy segura de que no se quedarán dos noches en el mismo sitio. Al parecer llevan dirección al norte, las pisadas de sus caballos los delatan, así como los restos que van dejando de sus alimentos y de las fogatas –explicaba la campesina, a los dos niños-. Yo digo que han de haber avanzado unos 10 kilómetros, a partir de ayer. Así que debemos movernos rápido.

Y dicho esto, se puso de pie de un brinco, tomó un saco café que se encontraba en una silla cercana, y salió de la casa. Los dos niños la siguieron. Cuando estuvieron afuera, la vieron subir al caballo, sosteniendo el saco con una mano, y la otra extendiéndola hacia los niños.

-Sólo puedo llevar a uno de ustedes, y prefiero que sea el varón.
-Me llamo Roberto –dijo mientras extendía su mano, y con ayuda, subía al caballo-. Ella es Amelié.
-¿Y por qué tengo que quedarme yo? –preguntó la princesa.
-Porque es muy peligroso para una niña tan pequeña como tú.
-Mañana cumplo 12 años –se defendió ella.
-Perfecto, si volvemos con vida, te hornearé un pastel.

La campesina le dio un golpe al caballo en el estómago, con lo que el animal relinchó, y se alejó galopando a toda velocidad.

El caballo corrió durante todo el día. Apenas y descansó un par de minutos, un par de veces. Poco después de medio día, llegaron a donde el campamento de los caballeros de armadura dorada se había colocado la noche anterior, de donde la campesina se había robado el caballo. Pudieron ver cerca de ahí, una tumba improvisada, para el caballero que la campesina había degollado, prácticamente.

Se detuvieron un momento ahí, buscando en dirección norte, el rastro que indicara hacia dónde habían marchado exactamente. No fue difícil encontrarlo, a un descuidado se le había caído el cuchillo pocos metros más adelante, en dirección norte-oeste. La campesina y Roberto subieron al caballo, y siguieron el camino.

Había anochecido hacía ya un par de horas. El caballo ahora solo caminaba, lentamente, mientras la campesina y Roberto contenían la respiración. Sabían que estaban cerca. Siguieron así, despacio y en silencio, lo que les pareció horas. De pronto, escucharon voces: risas y cantos. Detuvieron al caballo, y la campesina se apeó. Se acomodó la falda del vestido, y se internó en la oscuridad, en dirección al escándalo.

Regresó después de unos minutos.

-Ahí están todos –dijo-. Parece ser que tienen fiesta, por lo que he podido escuchar, les queda un día más de camino para llegar a su destino, y como ya tienen a la prisionera asegurada, parece ser que ya no tienen tanta prisa como antes.
-Entonces sólo tenemos esta noche como oportunidad, ¿no es así? –preguntó Roberto en voz baja, mientras bajaba del caballo.
-Así es. Pero, lo que no me explico, es por qué es tan importante esa prisionera –Roberto se puso pálido, pero la oscuridad que los envolvía hizo que la campesina no notara nada.
-¿Vamos a hacer algo parecido a lo que hiciste tú cuando robaste el caballo? –dijo cambiando de tema.
-Ah, sí, algo así. Es solo que aquella vez, escogí al caballero que estaba más alejado, esta vez, la prisionera podría asustarse de nosotros, y si hace ruido, despertará a todos y se darán cuenta de lo que está pasando.
-Pero dices que están de fiesta, pudiera ser que terminen tan borrachos que no noten nada.
-Esa es otra posibilidad, pero no debemos confiarnos. Ellos pueden matarnos sin dudarlo, es lo único que saben hacer: matar y cobrar.

Se quedaron dando vueltas alrededor del campamento. Las risas, los cantos y los gritos parecían no acabar nunca, y sin embargo, un par de horas después de la media noche, las voces fueron menos fuertes y los cantos habían cesado. Después de una angustiosa espera, el silencio casi total, se hizo presente.

Mientras la campesina amarraba al caballo en la rama de un árbol cercano, Roberto se introdujo en el campamento. La reina se encontraba prisionera en una especie de jaula para animales salvajes. Se encontraba dormida, recostada en los barrotes. Roberto introdujo una mano en la jaula, y la movió lentamente.

-Señora, señora… -dijo en susurros, mientras la zarandeaba despacio. La reina abrió lentamente los ojos. Parpadeó un par de veces, y entonces, entre la oscuridad, pudo ver a aquella pequeña figura que le hablaba-. Por favor, señora, no vaya a gritar –Roberto sacó la mano de la jaula lentamente, para que la reina se diera cuenta de que no planeaba hacerle daño.
-¿Quién eres? –preguntó ella en un susurro.
-Soy Roberto, el hijo de la cocinera –la reina estaba por formular otra pregunta, pero Roberto hizo un simple “shh” y ambos se quedaron callados.

Entonces, otra sombra se acercó detrás de Roberto, y sujetó su hombro firmemente. La campesina había llegado, y le tendía las llaves de la jaula.

-¿Cómo es que…?
-No pienso volver a matar –dijo la campesina-, así que más te vale que te des prisa, y lo hagas en silencio.

Roberto asintió, conteniendo el aliento, y procedió a abrir la jaula. Unos segundos después, la reina se incorporaba lentamente, y tras un movimiento de cabeza de la campesina, los 3 procedieron a alejarse del campamento.

-Eso ha ido más fácil de lo que jamás hubiera pensado –Roberto corría junto al caballo, mientras la campesina y la reina montaban en el animal, y se alejaban del lugar, aun envueltos en la oscuridad.
-Lo mismo digo yo, por tanto, no debemos confiarnos –la campesina dirigía al caballo en dirección al oeste, lo más rápido que podía. Se habían robado otro caballo, en el cual iban Roberto y el saco café.
 -¿Y se puede saber porque no vamos en dirección a la cabaña?
-Porque cuando esos caballeros de armadura negra despierten, se pondrán a rastrear para recuperar a la señora acá presente –y apuntó a la reina con un ligero movimiento de cabeza.
-¿Entonces vamos a despistarlos?
-Así es, nos tomará un par de días regresar a la cabaña, es por eso que he traído alimento, y agua –apuntó al saco café que Roberto llevaba detrás de él-. El problema está en que no sabemos por dónde empezarán a buscar, ni cuánto tiempo dedicarán a la búsqueda, no sé qué tan importante sea esta señora –la reina estaba por decir algo, cuando Roberto interrumpió.
-Lo mejor será seguir cabalgando hasta que amanezca, y deberíamos de descansar durante el día.
-Yo opinaría lo mismo, niño, pero necesitamos poner la mayor distancia posible. Seguiremos cabalgando hasta medio día, entonces descansaremos, y cuando caiga la noche, volveremos a movernos.

Y así, el resto del viaje siguió en silencio.