The Gringotts

Entra, desconocido, pero ten cuidado

con lo que le espera al pecado de la codicia,

porque aquellos que cogen, pero no se lo han ganado,

deberán pagar en cambio mucho más,

así que si buscas por debajo de nuestro suelo

un tesoro que nunca fue tuyo,

ladrón, te hemos advertido, ten cuidado

de encontrar aquí algo más que un tesoro...


20 de junio de 2010

The Night-ed

El sonido del despertador repiqueteaba por toda la habitación. El sol resplandecía mientras se reflejaba en las paredes color blanco perla. Aquellos cuadros de campos de flores y naturaleza muerta adornaban la soledad de semejante habitación. Extrañamente, las puertas del balcón estaban abiertas, con lo que las largas cortinas, a su vez blancas y vaporosas, revoloteaban a causa de la brisa matutina.

Y el despertador seguía sonando.

Una mano blancuzca, un poco pálida, se asomó por debajo de las cobijas color vino tinto. Lo único que rompía con el blanco de la habitación. De todo el lugar.

La mano de Alesana dio a tientas con el despertador, y mientras lo jalaba a las profundidades de la cama, el repiqueteo de la alarma aquella dejó de sonar. Un par de segundos después, las cobijas se retiraron para que ella pudiera sentarse, desperezarse, y contemplar su reflejo en el espejo del tocador, con mirada somnolienta.

Tenía pocos recuerdos de la noche anterior, pero no le preocupaba demasiado. Después de todo, ~esas noches~ eran todas iguales.

Miró alrededor, lentamente. En la cama se encontraba sólo ella, lo cual no era para nada extraño, ya que todos aquellos hombres se levantaban a primera hora del día, para no llegar tarde a la oficina. Los restos de ropa que quedaban esparcidas por todo el suelo de la habitación, no eran más que de ella.

Mientras se ponía de pie, su largo cabello oscuro susurraba al hacer contacto con su piel blanca y pálida. Tallándose los ojos, caminaba a ciegas hacia el baño, para darse su acostumbrada ducha matutina. No fue necesario quitarse la ropa, ya que obviamente no traía nada sobre sí misma; de modo que al abrir el grifo del agua fría, el agua golpeó directamente su piel, haciéndola despertar de golpe.

Como siempre, los sucesos de la noche anterior regresaban para hacerle compañía, con lo que sólo conseguía una sensación de soledad, y se obligaba a sí misma a tallarse el cuerpo con un poco más de fuerza que debería de aplicar, dejando su piel un poco rosada.

Una hora y media después, con los botines rojos de Gucci, los pendientes de diamantes de la nueva colección de Dolce & Gabanna, y aquel abrigo de piel de zorro de Armani Privé, se dio un pequeño rocío del Chanel No. 5 y tomando la bolsa color vino tinto de Louis Vuitton, Alesana se dispuso a salir a la calle.

Acostumbrada a vestir con todos aquellos regalos carísimos (de todos aquellos hombres que intentaban seducirla con joyas y ropa exclusiva, para terminar agradeciéndoles aquellos lujos en la cama), Alesana salió con la frente en alto de su departamento (regalo de un Griego que la visitaba una vez al mes), y enfiló hacia la 5ta Avenida. Encontrar un taxi en la ciudad de Manhattan no era difícil cuando enseñabas un poco de piel y un billete de 100 dólares.

Entrar y salir de cada una de las tiendas era un trabajo cada vez más cansado. Mientras las bolsas se iban amontonando bajo el brazo, coger el celular y marcar se tornaba más difícil en cada nuevo intento. Sobre todo cuando el único número con el cuál había estado intentado comunicarse todo el día, no paraba de sonar ocupado, o en todo caso, fuera del área de servicio.

A las 4 en punto, el tecleado del número marcado cambió. Conteniendo un largo suspiro, solo fue necesario esperar un tono de marcado antes de escuchar como se levantaba el auricular del otro lado de la línea. Alesana se preparó a fingir su mejor voz.

-Buenas tardes, mon amour -se escuchó la voz grave de un hombre, en un intento muy acertado de sonar seductor. Acertado para cualquiera, menos para Alesana.
-Buenas tardes, cielo -respondió ella.
-¿Estás pasando una buena tarde?
-Como no tienes idea... -y dejó la frase en suspenso, para ocultar un poco el sarcasmo de su voz.
-¿A que se debe el motivo de tu llamada, mon coeur?
-He pasado una larga jornada aquí en el lugar de siempre -Alesana sabía que no era necesario dar más explicaciones-. Las bolsas son demasiadas, y obviamente, son algo pesadas...
-No digas más, mon chérie. Mandaré a Antonio a buscarte.
-Eres un amor -Y sin esperar más respuesta, Alesana colgó.

Tan solo un par de minutos después, uno de tantos choferes, de aquel millonario de tantos, apareció en la esquina de la 5ta Avenida y la Calle 59 y se estacionó frente a Tiffany & Co. Las bolsas de Alesana prontamente ocuparon su lugar en la parte de atrás de la limusina, y después de que Antonio ayudara a la chica a subir, cerró la puerta, dio la vuelta al vehículo, subió al asiento del conductor, lo puso en marcha, y recorrió el acostumbrado camino hacia el apartamento de la chica, ubicado unas calles más abajo, y a la derecha, del Central Park.

Una vez las bolsas estuvieron dentro del apartamento, esparcidas por el suelo de la estancia, Alesana se despidió del chofér (Antonio hizo su acostumbrada reverencia y partió en silencio), y mientras se quitaba los zapatos y la bolsa caía rebotando en el sillón, Alesana entró a la habitación, donde el abrigo emitió un ruido sordo y resbaló de la cama para terminar en el suelo.

La ropa poco a poco fue haciendo un camino rumbo al baño. Las sales aromáticas cayeron en la tina, y después de un par de minutos en los que ella se contemplaba en el espejo, el grifo del agua se cerró, y Alesana entró a la tina llena de agua caliente con olor a lavanda.

El teléfono no tardó en sonar, y la mano de la chica no tardó en tomarlo y contestar. Pero su voz de felicidad se vino abajo cuando comprobó quién se refería a ella desde el otro lado de la línea.

-Il mio amore, es un placer hablar contigo en esta velada escarlata, llena de estrellas que no asemejan su brillo al destello que produce tu cabello en estas noches de luna llena.
-Supongo que también es un gusto hablar contigo, corazón.
-Scusi me por llamarte tan tarde, pero es que el trabajo en la oficina ha sido agotador, spaventoso, spaventoso; y apenas he tenido tiempo de desembarazarme de tanto ajetreo y así poder dedicarte toda mi atención.
-No tienes que disculparte -Alesana había tomado nuevamente un tono alegre en la voz, aunque su mirada no denotaba el mismo entusiasmo-. Yo también he estado un poco ocupada.
-¡Ah! Mi fa male escuchar algo así. ¿Te parecerá cenar conmigo mañana al atardecer para poder relajarnos un poco? Sarà lieto di averti vicino -Alesana se incorporó en la tina, y mirando su reflejo jabonoso en la pared de vidio que tenía frente a ella, se apresuró a mentir.
-Mi dispiace tanto, amore, pero mañana tengo programada ya una salida.
-¿E 'scortese chiedere chi?
-En absoluto, mio amore, se trata de una compañera de la Universidad. Hace años que no la veo.
-En ese caso, supongo que no hay nada que pueda hacerse. Che desolazione. Pero prometo llamarte mañana mismo sin falta para estar al cuidado de tí, mio amore. Que pases una bella notte.
-Lo mismo para ti. Ciao.

Y el teléfono volvió a ser colgado. Alesana lo colocó fuera de la tina, y se sumergió por completo en la espuma.

El reloj marcaba ya las 9 de la noche. Alesana se encontraba sentada en la sala con un Vodka Martini en una mano, y el teléfono en la otra. Había recibido un par de llamadas más, pero las había rechazado todas. Esa noche, en particular, no parecía tener ánimos para soportar mimos. Al menos, no de aquellos empresarios que se portaban empalagosamente atentos y preocupados por su ~bienestar~.

Mientras las aceitunas recorrían el fondo de la copa, ya casi vacía, sus ojos se perdían entre los botones del teléfono, y la duda sobre si marcar o no marcar, revoloteaba y crecía en su cabeza.

Marcó una vez, pero si bien el teléfono no logró dar ni un solo tono de marcado, Alesana colgó.

Un nuevo trago a la copa dejándola vacía, le dio tiempo suficiente de ir al mini bar, cambiar la copa por un vaso y servirse, esta vez, un poco de Whisky. Ya devuelta al sillón, y después de un largo trago, el teléfono nuevamente ondeaba en su mano, y Alesana volvió a marcar. Y esperó.

Esperó.

Esperó.

Estaba por colgar, cuando se escuchó como se conectaba la llamada. El corazón se le aceleró, y su mano sujetó fuertemente el vaso de Whisky, el cual se agitó peligrosamente en su regazo.

-Buenas noches -fue lo único que alcanzó a balbucear.
-Buenas noches -respondió aquella voz. Alesana respingó un poco al comprobar que era justo la voz con la que deseaba hablar, y un par de gotas del Whisky cayeron sobre su bata de seda rosa, pero no se dio cuenta.
-Te he estado marcando todo el día -fue lo único que alcanzó a decir, pero se apresuró a corregirlo-; me imagino que estarías ocupado.
-Si, algo así -respondió aquella voz, secamente.
-Siento tanto haberte importunado, pero necesitaba hablar contigo.
-Adelante -Alesana sintió el temblor de su mano, pero aferró el teléfono con mayor fuerza, haciéndose un poco de daño en la oreja.
-Mañana tengo el día libre, y estaba pensando en que tú y yo, podríamos...
-¿Me estás invitando a salir? -la voz se escuchaba un poco agotada, y Alesana pasó por alto el hecho de ser interrumpida. Guardó silencio un par de segundos, pero prontamente replicó con un modesto ""-. Lo siento tanto, pero mañana estaré ocupado.
-¿Cuanto ti...?
-Todo el día. Desde el amanecer hasta el ocaso.
-Podríamos vernos en la noche...
-Estaré demasiado cansado para prestarte la atención debida. Ahora, si me disculpas, tengo que ir a dormir. Mañana será un largo día.
-Je t'aime...

La llamada se cortó antes de que el susodicho pudiera escuchar las últimas palabras de Alesana. Fue en el mismo instante en que la copa de Whisky resbalaba de su mano, y el líquido color oro se desparramaba por la alfombra color blanco perla, para variar.





-Has tardado mucho... -dijo una voz seductora, perteneciente a una pelirroja que se encontraba sentada de manera un poco  provocativa, en el sillón.
-No encontraba las copas.
-Como si fuera la primera vez que vienes aquí -la pelirroja disimuló una risita, mientras se ponía en pie. El crepitar del fuego en la chimenea hacía que su cabello pareciera fuego también-. He escuchado sonar tu celular mientras estabas allá...
-Número equivocado -fue lo único que respondió. Colocó las copas altas en la mesilla que estaba junto al sillón, sacó el celular, y mientras la pelirroja veía como lo apagaba, lo aventó sin miramientos al sillón, donde se perdió entre los cojines. La pelirroja sonrió nuevamente, y lo abrazó por el cuello.
-Así es mejor, nadie nos molestará esta noche -susurró antes de deslizar sus labios por los suyos.
Aquel joven respondió al beso, sujetando su cintura firme, aunque dulcemente, mientras que a tientas, con la otra, buscaba la botella de Champagne.
-Hazme tuya esta noche, Jacoby...
-Te lo prometo, Clarisse, te haré mía como nunca nadie lo ha hecho...





Al otro lado de la ciudad, Alesana se encontraba perdida en sus pensamientos, sujetando una botella de Ron recién abierta, con la mirada perdida, y los ojos bañados en lágrimas.

El único hombre que había amado en su vida, amaba a otra en su lugar...

"A volte la vita può essere molto crudele."