The Gringotts

Entra, desconocido, pero ten cuidado

con lo que le espera al pecado de la codicia,

porque aquellos que cogen, pero no se lo han ganado,

deberán pagar en cambio mucho más,

así que si buscas por debajo de nuestro suelo

un tesoro que nunca fue tuyo,

ladrón, te hemos advertido, ten cuidado

de encontrar aquí algo más que un tesoro...


5 de mayo de 2011

Syaoran Card Captor: Capítulo 7

Capítulo 7
El primer desafío de Syaoran como ladrón

El edificio descansaba silenciosamente en la oscuridad de la noche. Los pasillos se encontraba sumidos en una casi total oscuridad, apenas iluminados por las tenues lámparas de los jardines, cuya luz se infiltraba por los altos ventanales. Los guardias del museo recorrían los pasillos silenciosamente, iluminados con sus linternas, mientras inspeccionaban las pinturas que se encontraban colgadas de los muros. De repente, un guardia que pasaba frente a una pintura, que reflejaba una ventana abierta, y una mujer vestida de azul, pareció escuchar algo. Agudizó el oído, esperando escuchar ese susurro de nuevo, y casi al mismo tiempo, se dio la vuelta, mirando hacia el jardín, esperando encontrar algo, mientras iluminaba los setos con su linterna.
            Pero ahí no había nada.
            Sin detenerse a pensar mucho, esperando que hubiera sido solo su imaginación, siguió su camino, mientras en el jardín del lugar, una figura se escondía detrás de un pilar. Parecía que se trataba de un pequeño niño, de no más de 12 años.

            -Te dije que no te movieras... –le dijo Syaoran a Kero, mientras sostenía el lápiz frente a él, y después regresaba a poner tanto los ojos como el lápiz de nuevo en el papel, y continuaba dibujando.
            -Y yo ya te dije que no me he movido… -reclamó Kero, tratando de mover en lo más mínimo la boca.
            -Te estás moviendo, ¡te estoy viendo! –gritó Syaoran, mientras ahora, tomaba el borrador y trazaba una línea con él.
            -¡¡¡Mocoso idiota, si te digo que no me estoy moviendo es porque no lo estoy haciendo!!! – Kero había llegado a su límite. Ahora definitivamente se había movido, ya que había dejado de pararse en el cojín de la cama de Syaoran, y se encontraba volando a dos palmos de la nariz del muchacho.
            -¡¡¡Como si me importara, después de todo ya terminé!!!-le gritó Syaoran también, y se puso de pie para establecer algo de distancia de la bola amarilla.
            -Supongo que me dejarás verme a mí mismo… -dijo Kero, algo receloso. Syaoran lo miró con desconfianza, pero a fin de cuentas, extendió el cuaderno, y le dejó ver el retrato que había estado haciendo de él-. ¿Qué es eso? –preguntó Kero algo enojado, mientras tomaba el cuaderno con sus patitas-. Es imposible que esa extraña cosa pueda ser yo. ¿Qué a caso nunca fuiste al jardín de niños para que te enseñaran a dibujar?
            -¡Perdón por ser un Picasso de poca monta! –gritó Syaoran, y le arrebató el cuaderno.
            -¡Por si no te has dado cuenta, mis ojos son más grandes, y mis piernas más largas! Claro que tampoco puedes olvidar la forma de mis orejas, y más que nada… -pero en ese momento, la voz del hermano de Syaoran se escucho proveniente desde el piso de abajo, pidiéndole que bajara a cenar.
             -¿Me traerás algo, verdad? -preguntó Kero.
            -¡Ya voy! –respondió Syaoran, ignorando olímpicamente a la motita de felpa. Dejó el cuaderno con el dibujo apoyado en la cama, y salió de la habitación sin decir nada más.
            -¡Oye, espera un momento! –le gritó Kero antes de que cerrara la puerta-. ¿Qué no te enseñaron a escuchar completas las conversaciones de los demás?
            -Si, pero después –respondió Syaoran, y la puerta se cerró haciendo un ruido sordo.
            Kero estaba que echaba chispas, por lo que sin perder tiempo, se acercó al dibujo, y se puso a examinarlo.
            -¿De verdad ese soy yo? –preguntó con una mueca de asco dibujada en el rostro-. Creo que lo mejor para mí mismo, será hacerle unas mejoras.
            Y sin perder tiempo, se apuró a tomar el lápiz, y a hacer unos cuantos trazos en el papel.

            -Se ve muy rico, papá –le dijo Syaoran cuando se hubo sentado a la mesa, y contemplado el platillo de la cena.
            -Gracias –le respondió su padre con una sonrisa, y después, le preguntó-. ¿Qué estabas haciendo allá arriba en tu cuarto? Me pareció oír gritos.
            ¡Eh…! Nada, no te preocupes –respondió Syaoran algo nervioso-. Solo estaba intentando dibujar algo. Mañana en la clase de artes nos van a llevar al museo, y tendremos que dibujar algo. Solo estaba practicando.
            -Aún así... –dijo su hermano Touya, mientras se sentaba, a la mesa-. Me pareció que era demasiado ruido, para tratarse solo de un dibujo… -y fulminó a su hermano con la mirada.
            -¿Estás tratando de insinuar algo? –preguntó Syaoran, echando chispas por los ojos.
            -No nada, yo solo decía –y Touya miró al techo-. Lo más probable sea que si mañana haces el mismo ruido en el museo, te corran por escandaloso. No me mires así –añadió en un fingido tono de niño bueno-. Es solo yo que yo pienso.
            -Bueno, no creo que en el museo sean tan extremistas como tú… -dijo Syaoran, y se apuró a terminar su cena, para no discutir más con esa causa perdida.

            Al día siguiente, Syaoran y toda su clase de arte, se encontraban en una de las amplias salas de museo, escuchando la bienvenida del director del lugar, mientras revisaba alrededor, pensando en que sería lo más fácil que pudiera dibujar.
            -… bueno, aquellos que deseen dibujar en el jardín, síganme por favor –el director terminó de hablar antes de que Syaoran se hubiera dado cuenta de que lo había hecho, y más de medio salón se dispuso a seguirlo.
            -¿A dónde vas a ir tu, Syaoran-kun? –le preguntó Tomoyo a Syaoran, cuando quedaba muy poca gente ya. Syaoran la miró y le hizo un gesto indicando que no tenía ni la menor idea, por lo que Tomoyo le dijo-. Yo pienso quedarme aquí a dibujar esa escultura –y apuntó a una que tenía a su derecha-. ¿Te gustaría quedarte a dibujar conmigo?
            -Claro, me supongo –le respondió él, así que caminaron un poco, para poder ir a sentarse, y empezar a dibujar.
            -Hay que empezar a dibujar –le dijo Tomoyo, y los dos abrieron sus cuadernos de dibujo, cuando…
            -¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh! –gritó Syaoran-. ¡¡¡Se puede saber qué demonios es esto!!!
           -¿Qué pasa contigo? –en ese momento, llegó un guardia del lugar, y le dijo a Syaoran en un susurro-. Una más de esas, y te espera la salida.
            Syaoran se quedó en silencio, tapando su rostro con su cuaderno de dibujo. Tenía la cara de un color rojo tomate, al menos la parte que el cuaderno dejaba que se viera. Syaoran pidió perdón en un ronco susurro, y el guardia le dio una última mirada, con lo que después se apuró a regresar a su puesto.
            -¿Se puede saber qué ha pasado? –preguntó Tomoyo, cuando de nuevo solo quedaron ellos dos. Syaoran simplemente le mostró su cuaderno: alguien había cambiado completamente el dibujo que había hecho la tarde anterior de Kero, y Syaoran estaba muchísimo más que seguro de que había sido la pequeña mota amarilla.
            Sin detenerse a pensar mucho más, le dio la vuelta a la hoja, y se puso a dibujar.

            Más o menos media hora después, Syaoran levantó su cuaderno, tratando de hallarle forma a lo que había dibujado, poniendo el cuaderno de cabeza. Sin detenerse a pensarlo mucho, dijo:
            -Esto ya está. ¿Y tú como vas Tomoyo-chan? –Syaoran se inclinó hacia un lado, para poder alcanzar a ver el dibujo de su amiga, y se sintió una cucaracha: el dibujo de Tomoyo era simplemente perfecto. Para evitar que se le revolviera el estómago al fijarse de nuevo en su dibujo, Syaoran decidió levantarse. Se disculpó con Tomoyo, diciendo que iba al baño, y se apuró a salir de ahí.
            Ahora, Syaoran se encontraba caminando sin un rumbo fijo por las galerías del museo, dado que no tenía ni la más mínima idea de dónde se encontraban los baños, cuando de repente, el ruido de una pelea entre un guardia y un chico lo distrajo de sus pensamientos.
            -¿Se puede saber que se supone que estás haciendo? –decía el guardia, tratando de hacerse oír por encima de los quejidos del muchacho. El chico sostenía en alto una espátula, y había estado a punto de maltratar una pintura encajando el instrumento, si no fuera por que el guardia lo había detenido.
            -¡Oiga! ¡Suélteme! –se defendió el niño-. Le digo que me suelte… -le dijo por última vez al guardia. El señor lo soltó y lo puso con cuidado en el suelo, aún sujetando su muñeca, la de la mano que aún tenía la espátula en alto.
            -¿Podrías decirme porque quieres dañar esa pintura?
            -¡No tengo pensado hacer eso! –se defendió el niño, y la espátula se agitó violentamente.
            -¿Entonces, porque…?
            -Esa pintura la hizo mi papá. Se supone que la había dibujado especialmente para mí. ¡Pero alguien se atrevió a pintarle algo encima! ¡Alguien dibujó a esa mujer!
             Syaoran miró la pintura a la que se refería el niño. En ella, se veía una habitación con paredes color perla, una ventana que mostraba un gran cielo azul, y en medio... La pintura hizo que a Syaoran se le revolviera el estómago nuevamente. Había una mujer pintada en el centro de la pintura, una mujer rara, que daba la sensación de no tener nada que ver con el resto de la pintura. Tenía la piel de un color azul, mientras que el resto de su ropa, era igualmente azul, pero unos cuantos tonos más oscuro. Usaba lo que parecía una larga manta, que le cubría la cabeza, toda la cara (excepto los ojos) y largas mangas que tapaban hasta sus manos.
            -Eso no puede ser posible… -el guardia miró también la pintura, y en ese momento, soltó al niño, quien se apresuró a llegar a la pintura, a todo correr, pero cuando estuvo a punto de darle un golpe con la espátula…
            Syaoran pudo sentirlo. Había sido solo durante una milésima de segundo, pero estaba seguro de que había ocurrido. La mujer dibujada en la pintura, había movido una de sus manos, y la colocó en donde debían de estar sus labios, como si pidiera silencio. Entonces, Syaoran sintió como si el mundo corriera más lento, y no hubiera sonido alguno. Y tal como todo había empezado, todo se detuvo. El tiempo regresó a su normalidad, y el sonido volvió a fluir.
            El guardia de seguridad llegó hacia donde el niño se encontraba, inmóvil, con la mirada perdida en la mujer en la pintura.
            -Será mejor que te portes bien –le dijo el guardia al niño cuando hubo llegado a donde se encontraba de pie-. Creo que te acompañe hasta la salida –y tomó la mano del chico, así como el maletín que cargaba, del cual se desprendió una especie de etiqueta, y se lo llevó fuera de esa sala.
            Syaoran se acercó al retrato que había causado toda esa conmoción, y leyó el nombre: “La sonrisa” de Rey Kachibana. Ahí donde se encontraba de pie, pudo observar la etiqueta que se había caído del maletín del niño, y también leyó lo que estaba en el escrito: salón 2, 2do año, Yuuki Kachibana.
            -Syaoran-kun… –le dijo alguien detrás de él. Syaoran dio un respingo, y se volteó lentamente. Entonces vio a Tomoyo, y se calmó un poco-. Ya es hora de que nos vayamos a reunir con los demás.

            Ahora que todo el salón se encontraba fuera del museo, el ruido de las conversaciones había aumentado a su volumen normal, si no es que era un poco más fuerte. Confiado en que nadie le prestara atención a su conversación con Tomoyo, Syaoran le contó a su amiga lo que había presenciado en el museo.
            -¿Estás tratando de decirme que una pintura del museo se movió? –preguntó Tomoyo algo confundida.
            -Así es –le respondió Syaoran-. Después de eso, se dejaron de escuchar todos los sonidos del lugar… A pesar de que solo fue como un segundo, pero se sintió como si hubiera sido más…. Me imagino que será un fantasma o algo así, aunque no se sintió como eso… Era una sensación diferente…
            -¿Algo así como cuando te enfrentas a una Carta Clow? –aventuró su amiga. Syaoran la miró perplejo.
            -Supongo que podría ser –dijo recuperando su tono de voz normal-. Lo mejor sería ir a investigar.

            Esa noche, Syaoran abrió la ventana de su dormitorio, para bajar por el árbol que se encontraba debajo de ésta, y escaparse, ya que tenía que reunirse con Tomoyo en la entrada del museo.
            -¿Sya… Syaoran-kun? –preguntó una voz, frente a la puerta de su casa. Syaoran casi se cae del árbol, pero al ver a Yukito de pie frente a él, se sintió un poco más calmado, aunque no por eso menos nervioso-. Buenas noches… -le dijo ella
            -Hola… Yukito-chan –respondió Syaoran, mientras terminaba de bajar del árbol.
            -¿Se puede saber porque estás saliendo tan noche de tu casa? ¿Y porque lo haces a escondidas?
            -¡Eh! Es que yo… bueno… -Syaoran no encontraba la manera de dar una buena respuesta, que no pusiera en peligro lo que iba a hacer con Tomoyo y Kero, quien se encontraba escondido en su mochila-. Supongo que quería contemplar un rato la luna –apenas terminó de hablar, tuvo miedo de que sus palabras resultaran ser un poco chocantes: ¿un chico mirando la luna?
            -Lo lindo del cielo por las noches es que también hay muchas estrellas –le respondió Yukito de manera dulce y amable-. Me imagino que tu hermano está en casa –dijo dando media vuelta, y poniéndose de nuevo frente a la puerta de la casa.
            -Eh, pues si, si esta, aunque… Por favor, Yukito-chan, no le vayas a decir… -sin embargo, Yukito se acercó a Syaoran, y le dijo:
            -Syaoran-kun se encuentra dormido plácidamente en su habitación. Es una lástima que esta noche ya no pueda verlo, con lo buen chico que es.
            -Gracias Yukito-chan –dijo Syaoran en un susurró, y estaba por disponerse a marchar, cuando Yukito lo detuvo de nuevo.
            -Procura regresar temprano, por favor Syaoran-kun. Y más que nada, cuídate.
           
            -¿Silencio? –repitió Tomoyo. Ella, Syaoran y Kero se encontraban dentro de la camioneta de cosplays que Tomoyo había hecho traer nuevamente para cambiar de ropa a su amigo-. ¿Eso significa que no hace ruido?
            -Claro –le respondió Kero, revoloteando alrededor de sus cabezas, como siempre-. Esa Carta Clow detesta que se produzca ruido a su alrededor. Supongo que por eso le gustó permanecer en el museo de arte.
            -¿Y cuáles se suponen que son los poderes de esa Carta? –preguntó Syaoran, mientras trataba de fingir que no veía toda la ropa que había colgada a su alrededor.
            -A parte de desaparecer los ruidos… No tengo la menor idea –respondió Kero.
            -¡¿Te das cuenta de que eres un bueno para nada?! –le reclamó Syaoran, y trató de golpearlo, solo que esta vez, Kero se movió, e hizo que Syaoran se fuera de boca al piso-. ¿Así es como te haces llamar la bestia guardiana que protege esas cartas? –le siguió reclamando mientras se ponía de pie, y se sobaba la barbilla.
            -¡¿Qué es lo que se supone que quieres que haga?! –le reclamó Kero de igual modo-. Nunca la he oído hablar, así que no sé como sea su carácter.
            Syaoran estaba por reclamar una vez más, cuando Tomoyo lo interrumpió diciendo:
            -Creo que lo mejor será que te cambies de ropa.
            -Lo sabía… -susurró Syaoran, con los ojos cerrados.
            Tan solo diez minutos después, Syaoran había brincado fuera de la camioneta, y Tomoyo había sacado su cámara de video. Se encontraba vistiendo lo que era un chaleco de cuello alto, negro y con bordes blancos, con un extraño símbolo bordado en el pecho. Era un pequeño círculo, con tres líneas hacía afuera, dos conectadas entre sí, y una con una línea curveada sobre ella. Debajo de esto, estaban escritas 3 iniciales: G.O.A. también usaba un short demasiado pequeño, así como unas botas, que también tenían grabado el símbolo circular en la parte delantera.
            Tomoyo había tomado la mano derecha de Syaoran, y con una especie de sello, le había grabado en la muñeca el número 88.
            -Por hoy eres Zero, de Candidate For Goddess. Así que tendrás que comportarte como un alumno ejemplar de la Academia G.O.A. –y mientras lo despeinaba, añadió en un susurro-. Aunque por ser Zero tienes derecho a ser menos educado…
Tratando de ignorar lo que ella misma había dicho, y ahora que Syaoran estaba listo, Tomoyo había sacado de su bolsa una hoja de papel, con los horarios de los guardias de seguridad.
            -Disponemos de una hora antes de que los guardias vuelvan a pasar por delante de la pintura –dijo mientras comprobaba los datos en la hoja, y ajustaba la alarma de su reloj de muñeca-. Con que suene unos 5 minutos antes, nos dará tiempo de escapar.

            Habían entrado por una de las ventanas del 2do piso, usando la Carta Vuelo, pero no llevaban ni 10 pasos dados, cuando escucharon algo, que los hizo tirarse al suelo, y acercarse lentamente al barandal para ver. Debajo de ellos, caminaba Yuuki Kachibana el chico que había causado problemas esa mañana, al decir que la mujer del cuadro no debería de estar ahí. Igual que ellos, el chico caminaba lentamente, tratando de esconderse entre las sombras que las obras de arte proyectaban.
           Syaoran y Tomoyo se sentaron en el suelo, cara a cara. Kero se sentó entre ellos, mirándolos hablar.
           -¿Y a él cómo lo vamos a espantar? -preguntó Syaoran.
          -No lo sé -respondió su amiga-. Sé cómo podemos burlar a los guardias, pero no había pensado que hacer por si nos encontrábamos a ladrones de verdad.
            -Él no es un ladrón de verdad, es sólo un niño.
            -Bueno, sí, pero... A lo que me refiero es...
        -¿Se puede saber que están haciendo ustedes en el museo a estas horas? –les preguntó una voz lentamente, haciéndolos respingar a los dos. Kero dejó de moverse, fingiendo ser no más que un muñeco de felpa-. ¿Son ustedes los que les hacen travesuras a las pinturas de este lugar? No se los perdonaré.
            -Ey, ey, calmado, para tu tren –le dijo Syaoran poniéndose de pie, y dejando ver que era más alto que ese niño-. Nosotros no hemos hecho nada aún –se defendió.
            -Nosotros somos ladrones de primer nivel –dijo Tomoyo al ponerse de pie ella también, mientras tomaba a Kero con la mano y lo levantaba.
            -¡Que demo….! –dijo Syaoran, pero se quedó callado en seco, al ver la fría mirada de Tomoyo. Sería mejor que no dijera nada, o saldría a flote su bipolaridad.
            -¿Así que son ladrones? –dijo el niño, mirándolos de manera que si las miradas mataran, Tomoyo y Syaoran yacerían en el suelo-. Bueno, como sea. Si no son los que les hacen travesuras a las pinturas, no me importa. Me voy ya, porque tengo algo de prisa –y el muchacho empezó a caminar lejos de ellos dos.
            Espera un momento, por favor, Yuuki-san –le dijo Tomoyo. El chico se detuvo en seco.
            -¿Cómo es que sabes mi nombre? –le preguntó. Syaoran sacó de su bolsillo la etiqueta que se había caído esa mañana de su maletín, y se la dio. En lo que el niño la tomaba, Syaoran aprovechó para preguntarle:
            -¿De verdad piensas destruir esa pintura?
            -¡Claro que no! –se defendió Yuuki-. Yo solo quiero regresarla a la normalidad. Quitar esa fea mujer que alguien dibujó. Esa pintura la hizo mi papá, y alguien se atrevió a ponerle algo encima.
            -Yo conozco a Rey Kachibana… -dijo Tomoyo lenta y temblorosamente-. Pero tengo entendido que él murió… -los ojos de Yuuki empezaron a llenarse de lágrimas.
            -El otoño pasado enfermó gravemente, y murió. Esa pintura fue la última que hizo, especialmente para mí. El me pintó en ese cuadro para recordar esas últimas vacaciones que pasamos junto al mar. Pero a alguien… ¡No le importó que fuera mi recuerdo más valioso! Se atrevieron a dibujar unos garabatos sobre el recuerdo de mi papá y mío.
            -Creo que yo también he sentido ese coraje de que alguien vaya y garabateé sobre mi dibujo –dijo Syaoran mientras le rechinaban los dientes, y miraba a Kero, que fingía ser un simple muñeco de felpa.
            -Bueno, hagan lo que quieran –dijo Yuuki poniéndose de pie de repente, y tomando su maletín-. Yo iré a arreglar esa pintura. Pueden seguirme siempre y cuando no intervengan.
            -Supongo que debemos de darnos prisa, Syaoran-kun –le susurró Tomoyo, mientras dejaban que el chico se adelantara-. Nos hemos retrasado más de la cuenta –agregó mientras comprobaban el reloj.
            No habían tenido necesidad de caminar tanto, pues tan solo un par de minutos se encontraron frente a la misteriosa pintura. Pero el hecho de tener a Yuuki ahí cerca, a Syaoran le preocupaba: no sería capaz de usar su magia delante de él, y más importante aún, el tiempo seguía corriendo.
            En ese momento, Tomoyo viendo la complicada situación en la que se encontraban, se puso a platicar con Yuuki, tratando de distraerlo para que Syaoran pudiera sellar la carta. Pero no contaban con que la plática de Yuuki y Tomoyo se saliera de control y el chico estuviera ahora gritando. Syaoran, que se encontraba detrás de ellos con el báculo mágico en alto, vio todo nuevamente.
            La pintura acababa de hacer el mismo movimiento que esa tarde. Llevándose el dedo a los labios, pidiendo silencio, pero esta vez, además, había pasado algo diferente…
            Después del extraño resplandor dorado que los había dejado sin la posibilidad de ver durante una milésima de segundo, se dieron cuenta de que se encontraban fuera de la sala del museo. Ahora, los tres chicos se encontraban en el jardín interior, y contemplaban la pintura desde afuera.
            -Me imagino que este es el poder de la carta silencio –le susurró Tomoyo a Syaoran, para que Yuuki no los escuchara. Syaoran dijo que “si” con la cabeza, mientras se preguntaba por donde podrían volver a entrar.
            -Supongo que todo esto es obra de algún fantasma –dijo Yuuki, más para sí mismo que para alguien más. Tomoyo escuchó sus palabras, y se acercó maliciosamente.
            -¿Sabes qué Yuuki-san? Sospecho que todo esto ocurrió porque hicimos demasiado ruido cerca de la pintura. Pero me imagino que mientras estemos callados, dudo mucho que el fantasma se dé cuenta, y no vuelva a sacar de la sala.
            -¿Entonces solo debemos de permanecer en silencio? Será mejor que nos demos prisa –dijo Yuuki enérgicamente, y se apuró a entrar a la sala, con Syaoran y Tomoyo detrás de él.
            Pero parecía ser que ahora la Carta reaccionaba ante cualquier especie de sonido, por mínimo que fuera. La Carta los sacó cuando Tomoyo tropezó, cuando a Yuuki se le cayó a espátula al suelo, y cuando Syaoran estornudó. Se encontraban fuera de la sala, cuando el reloj de Tomoyo timbró. Era la señal que les indicaba que el guardia de seguridad estaba a punto de pasar. Tomoyo y Syaoran estaban demasiado ocupados buscando donde esconderse, que no se dieron cuenta de que Yuuki acababa de volver a entrar a la sala, y no solo él, el guardia también.
            -¿Se puede saber que estás haciendo aquí? – le dijo mientras lo tenía atrapado.
            -Debemos de ayudarlo –le susurró Tomoyo a Syaoran, y lo empujó fuera del matorral donde se encontraban ocultos. Syaoran, tropezándose, susurró “todo yo, todo yo”, y se colocó frente a la pared de vidrio que lo separaba de la sala, y de la pintura. Ahora, sostenía con fuerza su báculo mágico, mientras que en la otra mano, una Carta Clow se asomaba por entre sus dedos.
            -Es hora de que hagas tu trabajo, Carta Clow, ¡ve Sombra!
            La sombra de Syaoran se reflejó en el piso de la sala, donde el guardia y Yuuki tenían su pelea. La sombra de Syaoran empujó a la del guardia, con lo que consiguió que la persona cayera al suelo, y dándole a Yuuki la oportunidad de escapar. Detrás de él, después de levantarse del piso, lo seguía el guardia. Y los dos salieron de la sala.
            -Ahora, debemos de atrapar esa Carta. Regresa a la humilde forma que mereces, ¡Carta Clow!
            La Carta Silencio había reaccionado, pero era demasiado tarde. La sombra de Syaoran la había tocado, y ahora se desprendía de la pintura, mientras era absorbida y quedaba reducida a su forma de Carta.

                Un par de minutos después, usando de nueva cuenta la magia de la Carta Vuelo, Syaoran, Tomoyo y Kero salieron del museo. Ahora se encontraban caminando bajo la luz de la luna.
            -Espero que el guardia no haya atrapado a Yuuki –dijo Tomoyo mientras Syaoran escribía su nombre en la parte baja de la carta, con un marcador negro.
            -Para el caso da lo mismo, tenemos la Carta, solo veníamos por eso –respondió Syaoran de manera indiferente. Había terminado de escribir su nombre, por lo que se encontraba más ocupado tapando el marcador.
               -Aún así, es solo un niño... -susurró Tomoyo, pero al pulsar el botón de play, y ver las "magníficas escenas" que había filmado, Yuuki Kachibana salió de sus pensamientos. Kero, mientras tanto, dormitaba en la cabeza de Syaoran.
            Se encontraban tan ocupados cada quien en  su asunto, que no se dieron cuenta de que arriba del techo del museo, una figura los observaba. Se trataba de una chica, vestida con un uniforme escolar de falda verde, y que sostenía un extraño tablero con letras chinas frente a ella.
            -Siento la presencia de una Carta Clow –susurró la chica, mientras observaba en dirección hacia Syaoran, Tomoyo y Kero.
            Permanecía inmóvil, observándolos partir, mientras la luna crecía y brillaba silenciosamente detrás de ella.