The Gringotts

Entra, desconocido, pero ten cuidado

con lo que le espera al pecado de la codicia,

porque aquellos que cogen, pero no se lo han ganado,

deberán pagar en cambio mucho más,

así que si buscas por debajo de nuestro suelo

un tesoro que nunca fue tuyo,

ladrón, te hemos advertido, ten cuidado

de encontrar aquí algo más que un tesoro...


13 de octubre de 2010

The Disaster

La mañana del Lunes 21 de Noviembre se presentó fría y de cierto modo, pesada. Mientras Emily se debatía entre salir de la cama, o quedarse ~5 minutitos más~ el tic tac del reloj de pared sonaba provocando un curioso eco. Un débil y tenue rayo de luz se coló por entre las cortinas de la ventana. Emily se tapó un poco más con la cobija, y fue en ese momento, en que aquella idea llegó a su cabeza, justo como la luz se había colado en su habitación.

Se incorporó de un golpe.

Lunes 21 de Noviembre.

Con el frío reflejado en la piel, se apuró a hacer su camino hacia el baño, donde se apresuró a desvestirse y entrar en la regadera. El chorro de agua caliente le despejó las ideas, y el panorama del día que la esperaba por delante se hizo más presente. Ese día, más que ninguno, era importante.

La ducha concluyó al cabo de unos 20 minutos. Se había demorado un poco más, ya que su piel no quería volver a tener aquel contacto con el frío piso. Con el frío aire que corría por ambiente.

Se vistió a toda prisa, y media hora después, se encontraba ya sentada en el asiento del conductor de su pequeño Jetta rojo, con un abrigo negro, bufanda del mismo color, un portafolio que dejó caer en el asiento del copiloto, y un pequeño y alargado termo de café que fue colocado junto a la palanca de velocidades.

Cerró la puerta de un portazo para apartar el frío exterior, introdujo la llave y giró de ella, haciendo que el motor rugiera. La calefacción fue entonces encendida para desplazar el frío interior. Un par de minutos después, Emily conducía hacia el norte de la ciudad.

La promesa de un mejor futuro estaba cada vez más cerca. Cada vuelta de rueda la acercaba a ello.

Acababa de llegar al periférico. Una calle inmensa, con 5 carriles por sentido, pasos a desnivel cada 2 x 3, así como puentes y túneles que funcionaban como un distribuidor hacia todos los puntos importantes de la ciudad. En aquél lugar cosmopolita, aquel periférico se pensaba como un estandarte a su modernidad. A su status.

Emily se incorporó rápidamente en las filas de autos que esperaban la salida para la prolongación Norte del periférico, donde algo se estaba suscitando.

La velocidad típica del tráfico para un Lunes a las 7 am, estaba resultando nada típica. El distribuidor, que en todos sus años de ser funcional nunca había provocado atascos y retrasos a las personas con prisa, de repente se encontraba varado, y los autos desfilaba a vuelta de rueda. En todos los carriles, en ambos sentidos.

Un poco enfadada, tomó un largo trago de su termo con café, y posteriormente tomó el celular. Una llamada rápida bastaría.

-Estoy a medio periférico -dijo cuando escuchó la voz de su jefe, al otro lado de la línea-. Al parecer a ocurrido algo. Nadie avanza, pero no se escuchan claxons por ningún lado. Es como si todo estuviera muerto.
-¿A qué altura estás?
-A una cuadra del eje Norte.
-Entiendo... -la voz susurró-. Apenas llegues ahí, salte por la lateral y enfila hacia el sur nuevamente. Salgo ahora mismo de la oficina.
-¿Pero...? ¿Y el ascenso?
-Dirígete a la oficina central. Sal por la lateral y toma el eje Norte hasta llegar al periférico Sur. Nada te detendrá ahí.

Y la llamada se cortó. Emily dejó el celular sobre el portafolio, y al voltear hacia el frente para buscar la manera de colarse y tomar la lateral, sus ojos lo vieron: Aunque no quisiera, tendría que desviarse.

A medio periférico, en sentido contrario, volteado de cabeza, había un Altima blanco, abollado, destartalado y semi achicharrado, que se mecía silenciosamente, de adelante hacia atrás. Le faltaban las dos llantas delanteras, y todos los vidrios estaban rotos, y los hierros doblados en ángulos siniestros. Al rededor de él, se formó un perímetro que bloqueaba los dos carriles adyacentes al automóvil. había patrullas, autos de bomberos, una veintena de policías, federales, y una ambulancia de la cual bajaron un par de para-médicos a toda velocidad. Emily pudo ver como se acercaban al cuerpo de una persona que yacía cerca del auto, cubierta con una manta que hasta hacía poco había sido blanca, y ahora estaba completamente teñida de rojo.

La mirada de Emily denotó asco. "Borrachos" susurró, a pesar de que sabía que ese tipo de accidentes viales ocurrían con mayor frecuencia entre la 1 y 4 de la mañana. Adoptó entonces una expresión de impaciencia, y dijo "Chismosos" mirando a los automóviles que se detenían a ver lo que había acontecido del otro lado del periférico.

Eran ellos, chismosos, los que ocasionaba el atasco.

Alejando de su mente el accidente, se apuró a llegar a la desviación, y se dirigió entonces a las oficinas centrales, donde la esperaba su jefe, futuro ex, quien le legaría el mando del departamento de ventas.

Años arañando aquel ascenso, y el accidente de algún seguro adolescente alcoholizado no la detendría.


Se encontraba de nuevo en su departamento, esta vez dando vueltas por toda la cocina. Él estaría por llegar pronto. Nunca, en aquellos 3 años que llevaban juntos había llegado tarde ni una sola vez. Ni un solo minuto. Terminó de espolvorear queso parmesano sobre la lasagna, y llevó ambos platos a la mesa del pequeño comedor. El lugar estaba cálidamente decorado con música clásica de fondo, un grupo de velas esparcidas por toda la habitación, el incienso con aroma a lavanda que se esparcía por el lugar, y un adorno floral ubicado en medio de la mesa, donde ahora reposaban pacientemente ambos platos de lasagna, junto a las copas con vino tinto.

Emily volió a la cocina, se lavó las manos en el fregadero, y miró a la puerta del refrigerador. Ahí, tenía la primera fotografía que se había tomado con su actual novio. Ambos salían sonrientes, abrazados el uno del otro, y con las miradas brillando de felicidad. Un poco más abajo, una fotografía que mostraba sus manos entrelazadas. Un poco a la izquierda, una foto donde ella besaba su mejilla, y a un lado, una foto donde él besaba su frente.

Y Emily sonrió. Sentía dentro de su pecho una felicidad que no había sentido nunca. Se secó las manos mientras la sonrisa seguía aún dibujada, y se dispuso a esperar que el timbre de la puerta sonara.

Las 7:59.
Las 8:00.
Las 8:05.
Las 8:15.
Las 8:30.
Las 9:00.
Las 10:00.
Las 12:00...

Las velas se habían consumido por completo. El incienso no olía más. La música se había terminado hacía ya rato. La mirada de Emily denotaba decepción, coraje, demasiadas emociones que hasta para ella misma eran imposibles de describir y mucho menos clasificar.

Dolida como estaba, tomó ambos platos y los aventó al bote de basura de la cocina, donde se rompieron en pedazos. Quitándose el vestido a base de desgarres, lo aventó con saña al piso, y quitándose los zapatos de un jalón, dejaron su marca al ser aventados contra la pared.

Sin detenerse a pensar nada más, se acostó en la cama dejándose caer, y se decidió a conciliar el sueño.


El martes 22 de Noviembre, despertó como cualquier otro martes. El sol volvía a colarse por su ventana, y ella nuevamente se negaba a levantarse. Después de los típicos "5 minutitos más", el baño matutino y el termo de café, Emily subió al Jetta y condujo al trabajo.

No más tráfico pesado, volvía el mundo a la normalidad.

Cuando llegó a la oficina, una veintena de personas se abalanzaron sobre ella. Emily fue siendo abrazada por cada una de las personas que se iban acercando a ella. Las mujeres se encontraban sollozando. Los hombres preferían mirar al piso. La mayoría susurró "mi más sentido pésame." Y ella seguía ahí de pie, a medio vestíbulo, preguntándose que había pasado.

-¿Es que... Es que no lo sabes? -preguntó su nueva secretaria. Emily negó con la cabeza rápidamente. Alguien se apuró a encender el televisor de la sala de espera.

El noticiero se encontraba transmitiendo. El volumen fue subido casi al tope.

-Ayer por la noche se ha podido confirmar la identidad del jóven que conducía el Altima blanco que fue víctima de una balacera ayer lunes por la mañana. -la joven del noticiero tenía detrás de ella un monitor, que mostraba lo que seguramente era el lugar de los hechos. Podía verse un Altima blanco, boca arriba, a medio periférico.

>> Para aquellos que no estén enterados, el atentado ocurrió ayer a las 7:05 am, en pleno periférico norte, a la altura de la desviación a la salida del eje norte, en sentido hacia el centro-sur de la ciudad. Según la policía y los especialistas en casos forenses, el conductor fue baleado mientras ingresaba al periférico, muriendo casi instantáneamente. El vehículo siguió su trayectoria, con una aceleración excesiva, impactándose en el muro de contención, y volteándose. Se deslizó varios metros así, rozando contra el muro que divide los sentidos de circulación, haciendo explotar el depósito de combustible, y prendiendo el auto en llamas.

Entonces recordó el accidente que le había tocado vislumbrar la mañana anterior. Aquel Altima blanco que denotaba una tumba a media calle. Aquello que ella había tomado como un accidente debido al alcohol, que en realidad había sido un deliberado acto de asesinato. Algo rebotó en su interior: su corazón latía con dolorosa fuerza.

-Ha sido apenas anoche cuando los médicos forenses pudieron terminar de investigar el cuerpo-continuo la presentadora-. Presentaba 34 heridas de bala, y quemaduras de hasta tercer grado. Después de un arduo trabajo, se pudo obtener una huella dactilar, quedando su identidad revelada. El joven responde al nombre de Jonathan Adams, un muchacho de apenas 25 años, subdirector del departamento de relaciones internacionales de la compañía de Jonhston and Co. Entre lo que se encontró dentro del automóvil, pudo apreciarse lo que seguramente era un ramo de rosas calcinadas, y una derretida caja que contenía en su interior un anillo de compromiso, completamente quemado.

Y Emily se desplomó haciendo un ruido sordo. Se había desmayado repentinamente.


"Ahora podía comprender porque su novio no había llegado nunca a su casa. Y comprendía perfectamente, que ya nunca lo haría."