The Gringotts

Entra, desconocido, pero ten cuidado

con lo que le espera al pecado de la codicia,

porque aquellos que cogen, pero no se lo han ganado,

deberán pagar en cambio mucho más,

así que si buscas por debajo de nuestro suelo

un tesoro que nunca fue tuyo,

ladrón, te hemos advertido, ten cuidado

de encontrar aquí algo más que un tesoro...


17 de octubre de 2010

The Red Petal Thread

Los pétalos de todas aquellas viejas rosas rojas están esparcidos por el suelo
Mientras el nuevo embarque de primavera cae en espirales hacia el blanco cielo
Y aún después de tanto tiempo, yo tengo amarrado un hilo rojo aquí en mi dedo
Y de este modo recuerdo lo que debo: que olvidarte no puedo.


Las nubes corren veloces, aunque lentas yo las veo, porque en mi mente ya no existe el tiempo
Y aún sosteniendo entre mis brazos, apretando contra mi pecho este viejo libro que tanto aprecio
Me susurro en mis propios oídos, dejando correr el viento,  que olvidarte es lo que debo
Porque no puedo vivir el resto de mis días esperando tu regreso, y mirando al cielo.


La melodía que una vez me dedicaste se pierde en mis propios susurros
Sentada otra noche más en el frío invierno, fundiéndome con el ambiente oscuro
Con un dolor de cabeza punzante y un vacío en el corazón demasiado profundo
Me pregunto porqué tu corazón ya no es como me dijiste antes "solo tuyo".


En mi memoria aun resuenan tus palabras, aquel discurso de despedida precipitada
"Solo seamos amigos" me dijiste casi a gritos, mientras te marchabas
Y yo que esperaba que solo fingieras y atrapada entre tus brazos, volvieras a repetir que me amabas
Pero llevo aquí mirando al cielo una eternidad, esperando por tu regreso y sigo acorralada.


Víctima de tus recuerdos, esclava de mi dependencia, prisionera de las mentiras
Incapaz de seguir adelante y continuar con este fallido intento de vida
Me pierdo entre todos estos pétalos de rosas rojas que caen a la deriva
Mientras sigo con mi hilo amarrado al meñique, esperando que el otro extremo se encuentre en tu dedo...
Claro, por si me olvidas.

13 de octubre de 2010

The Disaster

La mañana del Lunes 21 de Noviembre se presentó fría y de cierto modo, pesada. Mientras Emily se debatía entre salir de la cama, o quedarse ~5 minutitos más~ el tic tac del reloj de pared sonaba provocando un curioso eco. Un débil y tenue rayo de luz se coló por entre las cortinas de la ventana. Emily se tapó un poco más con la cobija, y fue en ese momento, en que aquella idea llegó a su cabeza, justo como la luz se había colado en su habitación.

Se incorporó de un golpe.

Lunes 21 de Noviembre.

Con el frío reflejado en la piel, se apuró a hacer su camino hacia el baño, donde se apresuró a desvestirse y entrar en la regadera. El chorro de agua caliente le despejó las ideas, y el panorama del día que la esperaba por delante se hizo más presente. Ese día, más que ninguno, era importante.

La ducha concluyó al cabo de unos 20 minutos. Se había demorado un poco más, ya que su piel no quería volver a tener aquel contacto con el frío piso. Con el frío aire que corría por ambiente.

Se vistió a toda prisa, y media hora después, se encontraba ya sentada en el asiento del conductor de su pequeño Jetta rojo, con un abrigo negro, bufanda del mismo color, un portafolio que dejó caer en el asiento del copiloto, y un pequeño y alargado termo de café que fue colocado junto a la palanca de velocidades.

Cerró la puerta de un portazo para apartar el frío exterior, introdujo la llave y giró de ella, haciendo que el motor rugiera. La calefacción fue entonces encendida para desplazar el frío interior. Un par de minutos después, Emily conducía hacia el norte de la ciudad.

La promesa de un mejor futuro estaba cada vez más cerca. Cada vuelta de rueda la acercaba a ello.

Acababa de llegar al periférico. Una calle inmensa, con 5 carriles por sentido, pasos a desnivel cada 2 x 3, así como puentes y túneles que funcionaban como un distribuidor hacia todos los puntos importantes de la ciudad. En aquél lugar cosmopolita, aquel periférico se pensaba como un estandarte a su modernidad. A su status.

Emily se incorporó rápidamente en las filas de autos que esperaban la salida para la prolongación Norte del periférico, donde algo se estaba suscitando.

La velocidad típica del tráfico para un Lunes a las 7 am, estaba resultando nada típica. El distribuidor, que en todos sus años de ser funcional nunca había provocado atascos y retrasos a las personas con prisa, de repente se encontraba varado, y los autos desfilaba a vuelta de rueda. En todos los carriles, en ambos sentidos.

Un poco enfadada, tomó un largo trago de su termo con café, y posteriormente tomó el celular. Una llamada rápida bastaría.

-Estoy a medio periférico -dijo cuando escuchó la voz de su jefe, al otro lado de la línea-. Al parecer a ocurrido algo. Nadie avanza, pero no se escuchan claxons por ningún lado. Es como si todo estuviera muerto.
-¿A qué altura estás?
-A una cuadra del eje Norte.
-Entiendo... -la voz susurró-. Apenas llegues ahí, salte por la lateral y enfila hacia el sur nuevamente. Salgo ahora mismo de la oficina.
-¿Pero...? ¿Y el ascenso?
-Dirígete a la oficina central. Sal por la lateral y toma el eje Norte hasta llegar al periférico Sur. Nada te detendrá ahí.

Y la llamada se cortó. Emily dejó el celular sobre el portafolio, y al voltear hacia el frente para buscar la manera de colarse y tomar la lateral, sus ojos lo vieron: Aunque no quisiera, tendría que desviarse.

A medio periférico, en sentido contrario, volteado de cabeza, había un Altima blanco, abollado, destartalado y semi achicharrado, que se mecía silenciosamente, de adelante hacia atrás. Le faltaban las dos llantas delanteras, y todos los vidrios estaban rotos, y los hierros doblados en ángulos siniestros. Al rededor de él, se formó un perímetro que bloqueaba los dos carriles adyacentes al automóvil. había patrullas, autos de bomberos, una veintena de policías, federales, y una ambulancia de la cual bajaron un par de para-médicos a toda velocidad. Emily pudo ver como se acercaban al cuerpo de una persona que yacía cerca del auto, cubierta con una manta que hasta hacía poco había sido blanca, y ahora estaba completamente teñida de rojo.

La mirada de Emily denotó asco. "Borrachos" susurró, a pesar de que sabía que ese tipo de accidentes viales ocurrían con mayor frecuencia entre la 1 y 4 de la mañana. Adoptó entonces una expresión de impaciencia, y dijo "Chismosos" mirando a los automóviles que se detenían a ver lo que había acontecido del otro lado del periférico.

Eran ellos, chismosos, los que ocasionaba el atasco.

Alejando de su mente el accidente, se apuró a llegar a la desviación, y se dirigió entonces a las oficinas centrales, donde la esperaba su jefe, futuro ex, quien le legaría el mando del departamento de ventas.

Años arañando aquel ascenso, y el accidente de algún seguro adolescente alcoholizado no la detendría.


Se encontraba de nuevo en su departamento, esta vez dando vueltas por toda la cocina. Él estaría por llegar pronto. Nunca, en aquellos 3 años que llevaban juntos había llegado tarde ni una sola vez. Ni un solo minuto. Terminó de espolvorear queso parmesano sobre la lasagna, y llevó ambos platos a la mesa del pequeño comedor. El lugar estaba cálidamente decorado con música clásica de fondo, un grupo de velas esparcidas por toda la habitación, el incienso con aroma a lavanda que se esparcía por el lugar, y un adorno floral ubicado en medio de la mesa, donde ahora reposaban pacientemente ambos platos de lasagna, junto a las copas con vino tinto.

Emily volió a la cocina, se lavó las manos en el fregadero, y miró a la puerta del refrigerador. Ahí, tenía la primera fotografía que se había tomado con su actual novio. Ambos salían sonrientes, abrazados el uno del otro, y con las miradas brillando de felicidad. Un poco más abajo, una fotografía que mostraba sus manos entrelazadas. Un poco a la izquierda, una foto donde ella besaba su mejilla, y a un lado, una foto donde él besaba su frente.

Y Emily sonrió. Sentía dentro de su pecho una felicidad que no había sentido nunca. Se secó las manos mientras la sonrisa seguía aún dibujada, y se dispuso a esperar que el timbre de la puerta sonara.

Las 7:59.
Las 8:00.
Las 8:05.
Las 8:15.
Las 8:30.
Las 9:00.
Las 10:00.
Las 12:00...

Las velas se habían consumido por completo. El incienso no olía más. La música se había terminado hacía ya rato. La mirada de Emily denotaba decepción, coraje, demasiadas emociones que hasta para ella misma eran imposibles de describir y mucho menos clasificar.

Dolida como estaba, tomó ambos platos y los aventó al bote de basura de la cocina, donde se rompieron en pedazos. Quitándose el vestido a base de desgarres, lo aventó con saña al piso, y quitándose los zapatos de un jalón, dejaron su marca al ser aventados contra la pared.

Sin detenerse a pensar nada más, se acostó en la cama dejándose caer, y se decidió a conciliar el sueño.


El martes 22 de Noviembre, despertó como cualquier otro martes. El sol volvía a colarse por su ventana, y ella nuevamente se negaba a levantarse. Después de los típicos "5 minutitos más", el baño matutino y el termo de café, Emily subió al Jetta y condujo al trabajo.

No más tráfico pesado, volvía el mundo a la normalidad.

Cuando llegó a la oficina, una veintena de personas se abalanzaron sobre ella. Emily fue siendo abrazada por cada una de las personas que se iban acercando a ella. Las mujeres se encontraban sollozando. Los hombres preferían mirar al piso. La mayoría susurró "mi más sentido pésame." Y ella seguía ahí de pie, a medio vestíbulo, preguntándose que había pasado.

-¿Es que... Es que no lo sabes? -preguntó su nueva secretaria. Emily negó con la cabeza rápidamente. Alguien se apuró a encender el televisor de la sala de espera.

El noticiero se encontraba transmitiendo. El volumen fue subido casi al tope.

-Ayer por la noche se ha podido confirmar la identidad del jóven que conducía el Altima blanco que fue víctima de una balacera ayer lunes por la mañana. -la joven del noticiero tenía detrás de ella un monitor, que mostraba lo que seguramente era el lugar de los hechos. Podía verse un Altima blanco, boca arriba, a medio periférico.

>> Para aquellos que no estén enterados, el atentado ocurrió ayer a las 7:05 am, en pleno periférico norte, a la altura de la desviación a la salida del eje norte, en sentido hacia el centro-sur de la ciudad. Según la policía y los especialistas en casos forenses, el conductor fue baleado mientras ingresaba al periférico, muriendo casi instantáneamente. El vehículo siguió su trayectoria, con una aceleración excesiva, impactándose en el muro de contención, y volteándose. Se deslizó varios metros así, rozando contra el muro que divide los sentidos de circulación, haciendo explotar el depósito de combustible, y prendiendo el auto en llamas.

Entonces recordó el accidente que le había tocado vislumbrar la mañana anterior. Aquel Altima blanco que denotaba una tumba a media calle. Aquello que ella había tomado como un accidente debido al alcohol, que en realidad había sido un deliberado acto de asesinato. Algo rebotó en su interior: su corazón latía con dolorosa fuerza.

-Ha sido apenas anoche cuando los médicos forenses pudieron terminar de investigar el cuerpo-continuo la presentadora-. Presentaba 34 heridas de bala, y quemaduras de hasta tercer grado. Después de un arduo trabajo, se pudo obtener una huella dactilar, quedando su identidad revelada. El joven responde al nombre de Jonathan Adams, un muchacho de apenas 25 años, subdirector del departamento de relaciones internacionales de la compañía de Jonhston and Co. Entre lo que se encontró dentro del automóvil, pudo apreciarse lo que seguramente era un ramo de rosas calcinadas, y una derretida caja que contenía en su interior un anillo de compromiso, completamente quemado.

Y Emily se desplomó haciendo un ruido sordo. Se había desmayado repentinamente.


"Ahora podía comprender porque su novio no había llegado nunca a su casa. Y comprendía perfectamente, que ya nunca lo haría."


12 de octubre de 2010

The Touched

                El agua caía lentamente sobre sus hombros, y recorría su espalda, mientras el calor que producía se sentía aún mientras recorría sus largas y pálidas piernas. El vapor del agua dejaba el baño en la semi penumbra, y la espuma del jabón caía con la misma lentitud, mientras ella se seguía tallando despacio, sin prisas, los brazos igual de pálidos.

                En un susurro, tarareaba una canción. Lento compás, con los ojos cerrados, el agua caía lentamente por sus labios, produciendo un eco que seguía el ritmo de su voz. Cálida sensación, como el agua jabonosa que se iba por la coladera.

                Cuando salió de la regadera, el vapor de agua se extendió por el resto del baño. La calefacción estaba prendida, por lo que una simple toalla alrededor de su cuerpo, bastó para cubrirla del frío. Se secó a concienca el cabello, usando otra toalla que se encontraba a su alcance, y cuando hubo considerado que era lo máximo que podría lograr de este modo, se desprendió de ambas toallas, dejándolas de lado, en el piso. Sus largos y delgados dedos se enroscaron alrededor de la lencería roja que esperaba ser tomada.

                Las pantys se deslizaron por sus piernas con delicado cuidado. El bra encontró su usual sitio en sus pechos del mismo modo lento y cuidadoso. Se lo abrochó mirando su reflejo en el espejo, y se dispuso a darse una mirada crítica.

                Aquel conjunto rojo con encaje de un seductor color negro, encerraba cierto recuerdo. Sonrió para sí misma, y se dispuso a terminar de secarse el cabello con la secadora.

Cuando hubo salido del baño, su cabello se encontraba completamente seco, y su cuerpo volvía a ser cubierto con la toalla blanca y sedosa. Se dirigió al cuarto caminando en silencio, ya que la alfombra recubría el ruido de sus ligeras y descalzas pisadas. Entró a la habitación, y emparejó la puerta. La toalla encontró lugar nuevamente en un rincón, esta vez sobre un sillón de tela guinda, iluminado solo por una lámpara de lectura, colocada en la mesilla de noche que se encontraba junto a él.

                Aquella única lámpara provocaba un efecto seductor al ambiente.

                Se acercó al armario y lo abrió de par en par. La ropa colgaba ondulante, de los ganchos que se encontraban esparcidos por todo el lugar. Aunque cabe decir que apenas y tenían espacio para mecerse silenciosamente, esperando ser tomados.

                Y la duda de siempre recorrió su cabeza. No sabía que ponerse.

                Se quedó un rato cavilando, mientras se acercaba a la ropa que esperaba ser tomada, pacientemente, y sus dedos se deslizaron por las telas de todo lo que esperaba frente a ella. Ondulante, silencioso, ténue.

                Sabía que ahí afuera, el clima estaba frío, y la luna escarlata daría una nota romántica a la velada que la esperaba. En su mente aún se dibujaba el salón donde se llevaría acabo el baile de esa noche, y optó por un vestido de cóctel. El problema era saber cual ponerse.

                Se acercó a un extremo del armario, y miró todos aquellos vestidos, de todos los colores. Junto a ellos, los abrigos colgaban pacientemente, esperando su desición, para combinar en perfecta armonía.

                En ese momento, su piel sintió cierto contacto, un poco cálido, un poco frío, en la parte baja de su espalda. Sin darle tiempo a voltearse, y cerrando los ojos, un cálido aliento recorrió el lado derecho de su cuello, haciéndo girar su cabeza, hasta dejar al descubierto el lóbulo de su oreja, que prontamente fue besado.

                Y así como el tacto apareció, súbitamente se esfumó. Volvió a abrir los ojos, lentamente. Aún podía sentir el cálido tacto de aquella mano, alrededor de su cintura.

                Se dio la vuelta, lentamente, y pudo ver un solitario camino de pétalos de rosas rojas. Sonrió para sí misma. ¿Qué estaba planeando? Sin detenerse a pensar nada más, lo siguió lenta y silenciosamente.

                Recorrió la mitad del departamento, de puntitas, siguiendo el rastro de pétalos que le ponían la piel de gallina, a pesar de que la calefacción seguía encendida. El rastro la condujo hasta la sala, dónde la alfombra parecía ahora hecho de pétalos de flores, con velas aromáticas desplegadas por todo el lugar, ofreciendo un tono aún más ténue y sensual del que reinaba hacía unos momentos, en la habitación.

                El sillón blanco perla había sido retirado un poco, para dejar el espacio de la tapizada alfombra más amplio y poético. Las cortinas se encontraban cerradas, dando la sensación de estar alejada del resto del mundo, en un rincón cálido y sensual. Sobre una mesa de té cercana, esperaba pacientemente un par de copas con champagne en ellas, así como un bowl con chocolate derretido y fresas rojas y brillantes, esperando ser sumergidas ahí.

                Una cálida y seductora música surgida de repente, se volvió el ambiente que faltaba. Aún vestida con la simple lencería roja, una mano la abrazó firme pero suavemente de atrás hacia adelante, a la altura del ombligo. Ella sintió enrojecer sus mejillas. Intentó darse media vuelta, pero el abrazo se había vuelto más estrecho, y nuevamente sentía aquellos cálidos labios recorrer su cuello; aquellos labios que se habían vuelto expertos a la hora de recorrer su piel. Cerró los ojos para sentirlo completamente.

                Sonrió mientras los besos bajan y tocaban su hombro. En señal de aceptación, tomó aquella mano que se posaba sobre su vientre, y se sujetó a ella. En ese momento, algo frío tocó sus labios, haciéndola abrir los ojos. Una rosa roja se había posado en su boca, y ahora recorría su cuello. Bajó hasta su pecho, y siguió bajando un poco más.

                Se detuvo poco antes de llegar a su sexo, y ahí se mantuvo, paciente, hasta que ella, con un lijero sonrojo en las mejillas, la tomó.

Los besos que había sentido en el cuello, bajaron a su vez. Recorrieron su espalda, mientras el abrazo se iba aflojando. Aquella mano que abrazaba su vientre se apartó un poco, y lentamente, le hizo darse la vuelta, hasta dejarla de frente a él.

                Los besos se acercaron por su cadera, recorriendo el hueso de su pelvis, trazando un silencioso pero cálido camino hacia su sexo, envuelto aún entre encaje rojo, donde la calidez de aquellos labios se desvió entre su entrepierna, tocando la parte interior de sus rodillas y recorriendo sus piernas con una mano, mientras la otra se enlazaba entre los dedos de ella, estrujando la rosa roja.

                Ella se rió tímidamente. Él detuvo el besuqueo, y la miró, divertido. Su mirada de ella formuló la pregunta “¿Qué estás tramando?”, mientras él se ponia de pie, y colocaba un dedo en sus labios, para pedirle amablemente que mantuviera silencio, y dejara que la música llevara el ambiente.

                Sin pensárselo dos veces, ella lo besó. Un lento y cálido cosquilleo recorrió los labios de los dos. las lenguas se entrelazaron durante un momento, y después, se separaron lenta y silenciosamente. Ambos que habían cerrado los ojos, los abrireron al mismo tiempo, y contemplaron su reflejo en los ojos del otro. Se sonrieron en silencio.

                Ella fue la primera en romperlo.

                -Pensé que la fiesta de esta noche era importante –susurró mientras la mano que quedaba libre de suejetar la rosa, acariciaba la mejilla de él.
                -Yo pienso que aprovechar mi tiempo contigo lo es más –respondió él, haciendo que ella se sonrojara, e hiciera un poco de presión sobre la rosa, y sus dedos.

                No supo como fue que terminó recostada en la alfombra. Los pétalos de las rosas, que al primer contacto se sentía fríos, ahora describían una cálida sensación ante el más minimo roce con la piel.

                La rosa roja ahora colgaba de su mano, mientras él se limitaba a recorrer su cuerpo, desde el cuello hasta el vientre, con la punta de los labios, dejando que su nariz captara el cálido y dulce aroma floral que emanaba de ella. Con los ojos cerrados, su boca describía círculos por toda su piel.

                La boca, las mejillas, su barbilla. No le pasaron desapercibidos sus hombros, sus brazos. Besó cálidamente las palmas de sus manos, y acarició suavemente su pecho. La piel de ella era exquisita al tacto, y el quería seguir tocando. Mientras la piel de ella se erizaba, él se erizaba junto con ella.

                Lentamente, sus dientes encotraron un punto de donde aferrarse, y se sujetaron a él, bajando léntamente la panty roja de encaje negro. Ella se dejo hacer, sabía que se sonrojaba, pero no quería que se detuviera.

                Una de sus manos se entrelazó con una de las de él, oprimiendo los dedos con fuerza, esperando. La panty encontró al cabo de unos instantes, un lugar un poco alejado de la alfombra. Del campo de acción. Ella abrió los ojos, y pudo ver como él se quitaba lentamente el pantalón. Cuando hubo acabado, ella misma lo ayudó a zafarse del bóxer negro, y mientras se besaban al mismo ritmo, él terminó de desprenderla de su bra, el cual le hizo compañía al resto de la ropa.

                Ahora, un hilo de chocolate líquido corría por el pecho de ella. El mojó en el la fresa, de abajo hacia arriba, como si intentara detener el escurrimiento del dulce, e hizo subir la fresa hasta los labios de ella, quien mordió la fruta de manera seductora. Mientras ella masticaba, él recorría con la lengua el camino dejado por el chocolate, que se había escurrido hasta llegar al ombligo.

                En ese momento, sus miradas volvieron a encontrarse, y los dos se sonrieron silenciosamente. Él se recostó sobre ella, y ella, abriendo lentamente las piernas, le dio aquel acceso directo, incitándolo a que la tomara. Él no tardó en responder a este gesto, y entró en ella, lentamente para no lastimarla. Ella cerró los ojos, y gimió en un susurro, haciendo la cabeza hacia atrás.

                El vaivén que producían se asemejaba a un vals, que podía ser fácilmente seguido por la música de fondo. Él se acercó a su rostro, y besó sus labios. Ella se aferró a su cuello. Con un lento pero sensual movimiento, despegó sus labios de los de él, y se acercó a su oreja. Su respiración era agitada y calurosa. Un poco apenada, tomó aire, y susurró:

                -Me voy a venir –y él sonrió.
                -Yo también –le respondió del mismo modo, en la oreja.

                Un par de segundos después, ambos habían terminado, en perfecta sincronía. Ella se dejó caer sobre la alfombra, ocasionando que algunos pétalos volaran describiendo círculos en el aire. La respiración de ambos sonaba cansada, pero feliz. Las sonrisas se dibujaron en sus rostros.

                Ella, aún un poco cohibida, giró un poco hacia la derecha, y tomó una fresa. La sumergió con cuidado en el chocolate, y después, con ese mismo cuidado, la llevó a los labios de él. La fresa fue mordida al mismo tiempo, ocasionando nuevamente un beso, con sabor a chocolate.

                Así como había terminado aquél mágico momento, se dedicaron a recorrer mutuamente su piel, con la punta de los dedos, ocasionando que un cosquilleo recorriera cada parte de su cuerpo.

                Las copas de champagne oscilaban ahora en sus manos, y después de entrelazar sus brazos, bebieron de ellas.

                Nuevamente un beso. Nuevamente ella se recostó. Nuevamente el vaivén se hizo presente.

                La velada sería larga, sin duda alguna.

The You Decide, The I Lie

Si hoy te decidieras a dejarme, permíteme mentirte, y decirte que no me importaría
Exponer en este punto que tu ausencia lleva ya presente en mi vida varios días
Y que aunque lo niegue, has marcado mi piel dejándola pálida y marchita
Porque aunque no quiera reconocerlo, con tu ausencia te estás llevando mi vida.

Déjame decirte, que si te fueras, no sería una mentira admitir lo que cierto ya es
Que no existe el tacto y no se aprecia el romance cuando se roza tu cuerpo con mi piel
Y que ahora que te miro, ya no soy capaz de sentir lo que un día bello fue
Porque te anuncio, que desde hace tiempo, se ha perdido todo lo que provocabas en mí en el ayer.

Permíteme decirte y dejar en claro, que yo pienso que ya te has marchado desde hace ya tiempo
Que veo mi reflejo en tus ojos, y percibo mi tacto en tus manos, pero en realidad no te siento
Que ahora de tu boca ya no se produce más aquel añorado y cálido aliento
Y que aunque mi corazón aún tenga sentimientos, yo sé que te estoy perdiendo.
 
Y que soy de la idea de que ojalá y me equivocara, y todo siguiera como era antes
Que yo esperaba que no pasara el tiempo en vano, y aún fuéramos aquellos felices amantes
En aquellos tiempos en que nuestro futuro brillaba como un raro y exótico diamante
Y no existiera, como ahora, esta soledad gris, lúgubre, desconcertante y aplastante. Sofocante.

Y es que a pesar de todo lo que yo en este momento, decida
Permíteme decirte que hace tiempo atrás, yo ya no te quería
Así que déjame mentirte y gritarte que ya no me importaría
Tu ausencia, tu falta, tu indiferencia me hastía
No eres el mismo de antes y no lo serás por más que te lo pida
Y es que desde hace tiempo atrás, este nuevo tú, me destruía...

5 de octubre de 2010

The Eternity...

"La eternidad vuelve a ser lo mismo que el tiempo.
Nuevamente es una escala que nosotros mismos como humanos, hemos adoptado.
¿El tiempo existe?
¿Existe la llamada eternidad?
¿Por qué cuando tenemos el gusto de algo, habemos de medir su existencia?
Efímera como la mía...
¿Tendré final?
Ese final conocido como muerte.
¿Y después?
¿Qué sigue para mí?
Sólo sé que te amaré hasta que se termine esta vida mía.
Condenada a tener un principio, y un final.
Y, sin embargo, te amaré eternamente.
Romperé estos esquemas del tiempo y del espacio.
De la esencia y la vida.
Porque te amaré aún después de que abandone mi cuerpo terrenal.
Es por ello que te amaré durante todo aquello que dure la eternidad.
Y la diferencia más clara está,
En que mi eternidad dura más que la tuya.
Porque te amo.
Ese es mi final."

19/01/09

3 de octubre de 2010

The Karma

Sentada frente a la mesa del rincón de su cafetería favorita, Vanessa se limitaba a remover el latte que tenía frente a ella, con la cucharilla de plástico. Tenía el celular sobre la mesa, pero se negaba a echarle un vistazo. Sabía que habría pasado mínimo una hora. Dio un largo suspiro, y se dedicó a seguir revolviendo el café, mientras su mirada se perdía en el nublado día que se vislumbraba por la ventana.

Y entonces lo vio.

Aquel chico por el cual había esperado poco más de una hora, se acercaba a paso lento por la acera de enfrente. Vanessa sintió su corazón acelerarse, y al mismo tiempo, su cabeza aumentaba su alegría, susurrándole que el tiempo de espera no había sido en vano. Con la mano temblorosa, tomó el celular y vio la hora. Las 12.38.

Llevaba casi 2 horas esperando.

Sin darle mucha importancia, siguió con la vista a aquel joven alto, delgado, atlético y más que nada, atractivo, mientras que tomaba un sorbo de su café, y esperaba pacientemente que se acercara con ella, y le diera un beso.

Joshua entró al local sin muchas ganas. Se acercó directamente al mostrador y pidió un americano sin azúcar. Sin dignarse a mirar a otro lado que no fuera al frente, esperó a que la muchacha de la caja le sirviera su café, y mientras la chica intentaba coquetearle, el respondía con una seductora sonrisa. Pero apenas estuvo listo su café, se despidió sin una muestra de tacto, y enfiló a su usual mesa, ubicada en el rincón. Donde Vanessa lo esperaba.

-Siento la tardanza -dijo Joshua mientras se sentaba. Vanessa se movió nerviosa en la silla, mientras negaba con la cabeza.
-He de haber sido yo la que se ha confundido de hora. No te preocupes.

Joshua se encogió de hombros, y tomó un largo sorbo a su café. Vanessa volvió a moverse nerviosa, y se acomodó el sweter. El clima se iba poniendo poco a poco más frio. Y el ambiente también. No sabía que decirle, y su mal presentimiento se hizo presente.

-¿De qué querías hablar conmigo? -fue lo único que pudo soltar de sopetón.
-Ah, eso... -Joshua desvió la mirada del café, y miró por la ventana a las grises nubes que poco a poco iban creciendo. Metió las manos a los bolsillos de la chamarra, para ganar tiempo-. Es solo que creo, que deberíamos de darnos un tiempo.

Vanessa sintió que se le caía el alma a los pies. Su mano tembló, derramando unas gotas de café en su regazo.

-¿Qué has dicho?
-Eso. Que quiero terminar.
-Y... ¿Y por qué?
-Ya, no me siento a gusto. Creo que en este momento, los dos queremos cosas diferentes.
-Pero...
-No me digas nada, no me harás cambiar de opinión. Siento haberlo decidido sin ti, pero ya no hay nada que yo pueda hacer.
-¿Es que ya no me amas? -preguntó Vanessa a la desesperada. Joshua se guardó su respuesta en su silencio.

Un trueno se escuchó a lo lejos, y Vanessa se estremeció.

-Debo irme -Joshua dio un largo trago a su café, y dejó la taza a medias en la mesa. Se puso de pie, mientras Vanessa se aferraba al borde de la mesa, temblando.
-No puedes, yo no...
-No me harás cambiar de opinión. Lo siento, pero tengo mis motivos.

Vanessa lo miró caminar alejándose del rincón, y estiró la mano para alcanzarlo, aferrarse. Pero ya era demasiado tarde, y no logró ni rozar su chamarra con la punta de sus dedos. De espaldas como estaba a la salida, escuchó como la puerta se abría y se cerraba detrás de ella. Algo lejana, algo ausente, algo vacía.

Los minutos siguieron su curso mientras Vanessa tenía la mente en otro lado. En el pasado. Mientras el café se congelaba en el fondo de la taza, la temperatura seguía bajando, y la lluvia empezó a golpear la ventana. Cuando el frió empezó a hacerse presente en su piel, y Vanessa salió de su ensimismamiento, se puso rápidamente de pie, tomo el celular, y salió a la calle.

La lluvia fría y casi congelante le dio la bienvenida.

Caminaba sin rumbo, llevada por la costumbre, sus piernas le indicaban que camino tomar, y la lluvia, aunque le calaba y hacía tiritar, no la detenía de seguir caminando.

Las nubes grises daban la impresión de que ya era de noche, pero el reloj del edificio que Vanessa tenía frente a ella, indicaba las 4:53 pm.

Vanessa cruzó la calle de siempre, envuelta en el frío de nunca, y se dispuso a cruzar el pequeño parque que la separaba de su destino. De la casa de Joshua. Necesitaba hablar con él. Saber que había pasado. Hacerlo retractarse. Hacerlo volver con ella. Que le regresara la vida.

Llevaba recorrido la mitad del parque, cuando lo vio. Estaba a punto de salir corriendo con él, hasta que se dio cuenta de que no estaba solo. Joshua estaba sentado en una poco iluminaba banca, con una chica delgada y despampanante, de cabello pelirrojo y vestida un poco destapada para el frío que estaba haciendo.

Vanessa contuvo la respiración, y se ocultó detrás de un arbusto. Joshua tenía una expresión de contrariedad, mientras que la pelirroja lloraba a lágrima viva. Joshua lentamente ponía su brazo alrededor de su hombro, y la abrazaba tiernamente. Y la pelirroja seguía llorando, al igual que Vanessa.

Mientras la pelirroja intentaba contar sus penas, mientras sus sollozos la hacían batallar, Joshua poco a poco se iba acercando más a ella. Hasta que finalmente la hizo voltear, y la besó.

Vanessa ya no pudo más, y salió corriendo.

Si se hubiera quedado unos segundos más, hubiera visto como la pelirroja se apartaba bruscamente, le propinaba una buena cachetada, y salía corriendo de igual manera.

A la mañana siguiente, Vanessa se encontraba acostada en su cama, mirando el techo de su habitación. Seguía pensando en lo que había pasado la tarde anterior, y aunque por dentro le dolía el saberse reemplazada, algo dentro de ella le decía que no podía dejar ir a Joshua sin pelear.



Resfriada como estaba, se levantó de la cama, se vistió, y partió hacia la casa de Joshua.

La rutina se repitió al menos 3 semanas. La mayoría de las veces no lo encontraba en casa, y las pocas ocasiones en las que lo logró localizar, el chico le cerraba inmediatamente la puerta, diciendo que no tenía tiempo para ella. El teléfono nunca lo contestaba, y no recibía respuesta a las cartas y e-mails que mandaba con periodicidad. El día que Vanessa y Joshua debían de haber cumplido ya un mes más desde su "rompimiento", Vanessa estuvo fuera de la casa de su ex, tocando la puerta desde las 10 de la mañana, hasta las 5 de la tarde, que fue cuando Joshua se dignó a salir.

La tomó fuertemente del brazo, hasta el punto de hacerle daño, y la llevó a un pequeño callejón, ubicado junto a la casa. Vanessa se encontraba asustada: jamás lo había visto así de enojado. Joshua la soltó bruscamente, empujándola contra un contenedor de basura, el cual se volcó sobre ella. Vanessa empezó a temblar.

Joshua empezó a gritar, y ella también, con la clara diferencia que ella tenía lágrimas recorriendo por las mejillas, y un tono suplicante en su voz. Joshua estaba cada vez más enojado. Sin detenerse a pensarlo, se avalanzó sobre ella, y le propinó un par de puñetazos en la cara. Vanessa lloraba mientras intentaba cubrirse.

Y nadie se acercaba a ayudar.

Cuando Joshua se cansó de golpearla, y el llanto de Vanessa se había convertido en solo un susurro, el chico se incorporó nuevamente, le arrojó su sweter, y salió de ahí, desapareciendo entre el aguanieve que había comenzado a caer.

Vanessa tardó al menos una media hora en incorporarse. El frío de la temporada se acentuaba, y ella que había salido de casa sin sweter, no podía cubrir su piel desnuda con el simple sweter que Joshua le había aventado con desprecio.

Aquel sweter que ella misma habia hecho para él, se quedó tirado a medio callejón, mientras ella caminaba lenta y dolorosamente, de vuelta a su casa.



Cuando finalmente llegó a casa, se dirigió al baño, a quitarse el frió en una ducha con agua caliente. Mientras se desvestía, se miró el rostro en el espejo del baño. Su mejilla derecha mostraba un enorme moretón negro, y el pómulo sangraba. Se acercó a verse con cuidado, y pudo ver un ligero corte debajo del ojo, que sangraba copiosamente. Joshua no se había quitado los anillos al momento de golpearla, y le había dejado un corte y una marca impresa en su piel.



"Había pasado ya un año desde el incidente ocurrido aquella noche. El moretón había desaparecido hacía mucho tiempo, pero el corte seguía ahí, presente. Como un recuerdo silencioso de lo que había acontecido en el callejón. Un recordatorio de que amar duele. Y mucho.

Esa noche, había decidido que no volvería a regresar a los brazos de Joshua, y se dedicó a buscar a alguien con quien pudiera olvidar su amargo recuerdo. Había estado saliendo con chicos que sus pocas amigas le habían presentado, pero ninguno era lo que ella buscaba. Así, la lista de pretendientes, que empezó larga y variada, llegó a su fin sin arrojar ningún resultado.

Es por eso que no podía recordar, como había terminado en aquella heladería, esperando a alguien cuyo nombre no sabía, así como su aspecto físico. Esperaba sin apuro, a un joven que se acercaría a ella, y la saludaría de manera cortés (o al menos eso era lo que su imaginación desarrollaba en su cabeza). Y sin embargo, ya no tenía esperanzas de que aquella extraña cita a ciegas terminara en algo más.

Simplemente sonreiría, platicaría, daría gracias por la nieve, y se iría a casa. Eso era todo. Aquel desconocido que le había mandado un mensaje al celular, diciendo que se había encontrado su número telefónico anotado en un papel, desaparecería de su vida como todos los demás.

Llevaba apenas 5 minutos esperando, cuando un chico alto, moreno, de ojos y cabello negro, se acercó y preguntó tímidamente su nombre.

-¿Vanessa? -dijo algo nervioso. Ella respondió que sí-. Perfecto. Yo soy Christopher. En ese caso... -el joven extendió la mano y Vanessa no supo porqué, pero respondió el gesto extendiendo la suya-. Dime, ¿de qué pido tu helado?



La conversación se dio fácilmente. Reían y bromaban y contaban sus vidas con extrema facilidad. Para Vanessa, aquello era tan fácil, que le daban ganas de desconfiar. Y sin embargo, no podía.

-Disculpa, la marca que tienes debajo del ojo derecho... -Christoher preguntó un poco tímido.
-¿Si, que tiene? -Vanessa sintió un poco de miedo, y se apuró a tocarse la herida, para taparla. Christopher se puso serio y tomó su mano para apartarla, y ver detenidamente la marca.
-¿Es una marca de nacimiento?
-Ah... si -Vanessa mintió. No pensaba contarle a aquel desconocido sobre aquel suceso.
-Es muy linda -dijo él, mientras la recorría lentamente con su dedo-. Parece una lágrima..."