The Gringotts

Entra, desconocido, pero ten cuidado

con lo que le espera al pecado de la codicia,

porque aquellos que cogen, pero no se lo han ganado,

deberán pagar en cambio mucho más,

así que si buscas por debajo de nuestro suelo

un tesoro que nunca fue tuyo,

ladrón, te hemos advertido, ten cuidado

de encontrar aquí algo más que un tesoro...


22 de abril de 2011

La Mademoiselle Et Le Prince: Chapitre 6

Chapitre 6
Royaumes

Sentía el latir de su corazón a mil por hora. Intentó moverse, pero la falda de su vestido se había atorado en la flecha que había sido disparada por aquel joven. Amelié tenía miedo. Rex había caído dando un golpe seco en la tierra, y parecía algo aturdido ya que no se ponía de pie para seguir ladrando al caballo, que relinchaba mientras se paraba en sus patas traseras, con el joven tratando de calmarlo. Y Amelié seguía teniendo el corazón en el puño. Intentó sacar la flecha del vestido, pero fue en vano.

El caballo finalmente se calmó, y se retiró un poco, mojando sus patas en el río, dándose la vuelta para beber un poco de agua. Amelié podía escuchar las pisadas del joven, acercándose a ella.

-¿Te encuentras bien? –preguntó el. Pero en ese momento Rex brincó y se puso entre ellos, gruñendo y mostrando sus afilados dientes. -¿Qué…? ¡Ah! –dijo el joven al ver que el perro no se quitaba.
-¿Qué quieres? –preguntó Amelié, con la voz muy agitada, evitando verlo.
-Solo creí que necesitarías ayuda para zafar tu vestido… -respondió el joven, logrando que Amelié lo mirara.

No parecía una mala persona.

-De acuerdo –respondió Amelié-. Rex, atrás –dijo firmemente, con lo que el perro la miró, un poco alicaído, y se alejó de ahí, pero aún vigilando al joven, quien se acercó a la falda de Amelié, y con un gran jalón, logró sacar la flecha.
-Es una lástima –dijo mientras la examinaba-la punta se ha doblado, y ha perdido filo. Supongo que después de todo no era una buena flecha –y se la guardó en el bolsillo.
-¿Quién eres tú? –preguntó Amelié, sin poderse contener.
-Oh, disculpa mis modales –dijo el joven, mientras extendía su mano para ayudar a Amelié a ponerse de pie-. Soy el… Me llamo Alexander. Un gusto…
-Amelié –dijo ella prontamente, mientras volvía a incorporarse.

Alexander era en verdad muy alto, ya que Amelié apenas le llegaba al hombro. Era un poco delgado, mucho comparado con Robert, pero se veía fuerte y firme. Su cabello era un poco corto, de un castaño muy claro, cuasi rubio, mientras que sus ojos eran de un azul casi gris. Su piel era muy blanca, dándole un aspecto pálido, y su voz sonaba firme, imponente.

Amelié no podía dejar de mirarlo, sobre todo porque estaba intrigada, asustada de que alguien hubiera encontrado los terrenos de Marie, asustada por la flecha.

-Tienes un muy bonito nombre –Alexander interrumpió sus pensamientos-. En realidad, tu nombre es poco común… -Amelié sintió que el pecho se le oprimía-. Sólo he conocido a alguien que se ha llamado así… En realidad, no la conocí, pero sí sé quién era.
-Y… ¿Y quién era? –preguntó Amelié, temerosa.
-Era la princesa de un reino que cayó a manos de otro. Los rumores dicen que ha muerto, pero aún hay gente que no lo cree.
-¿Una princesa?
-Sí. Su reino, y el reino de donde yo vengo, eran amigos. Eran, ya que el reino aquel no existe más. Fue conquistado hace varios años. Por otro reino más poderoso. Aunque supongo que hubiera podido soportar más si no hubieran sido emboscados y atacados por sorpresa.
-¿Atacados? –Amelié se apuró a preguntar. Sabía lo que había pasado esa noche, pero quería más respuestas, y aún así, le daba mucho miedo llegar a preguntar de más, y levantar sospechas del joven.
-Así es-respondió Alexander, mientras se sentaba en la orilla del río. Amelié se apuró a imitarlo-. Aquel reino se dedica a emboscar aldeas, a someter pueblos. Están acostumbrados a hacer lo que desean. Se supone que los tres reinos más poderosos tenían una pacto de no atacarse, pero…
-¿Pero?
-Bueno, solo digamos que dos de los reinos hicieron una alianza, algo muy personal, que hizo enfadar al otro reino y… Ese fue el motivo por el cual fue atacado… -Amelié se apuró a responder.
-Hubiera sido muy interesante –dijo algo rápido-, el haber sido aquella princesa.
-¿Interesante?
-Bueno, es decir, toda mi vida he vivido en estas tierras –mintió prontamente-, no conozco nada sobre princesas, castillos, reinos lejanos… Mi vida se trata simplemente de lavar la ropa, cosechar el trigo… Supongo que toda niña sueña con ser una princesa –y sonrió tímidamente. Alexander sonrió también.
-A veces, ser de la realeza trae más problemas de los que soluciona.
-¿A qué te refieres?
-Nada, nada. Es solo que… Digamos que yo trabajo para el príncipe de mi reino. Soy parte de la escuadra de cacería –dijo Alexander, tomando nuevamente la flecha mala-. Salimos con el príncipe a cazar liebres y ardillas. Es deporte… a veces cazamos cosas más grandes, como ciervos. Y cuando el príncipe se siente muy valiente, lobos.
-¡Lobos! –gritó Amelié, tapándose la boca.
-Sí, pero ellos se encuentran más al norte, muy lejos de aquí. Esta vez… he venido solo –Alexander miró a su alrededor-. No tenía ganas de escuchar las órdenes del príncipe, ni tampoco de estar rodeado de los otros cazadores, así que decidí recorrer estas tierras, que se supone nadie viene nunca… Estaba por atrapar un conejo blanco, cuando tu perro asustó a Lancelot, y se volvió loco, haciendo que mi flecha saliera disparada.
-¿Lancelot?
-Es el nombre de mi caballo. Vaya nombres más raros les ponen en el castillo, ¿verdad? –dijo en tono de broma. Lancelot, un poco alejado, relinchó-. Pero bueno, le queda bien, y hace caso, así Lancelot será.

Rex se acercó a Amelié, empujando su mano con la nariz. Entonces, se escuchó el ruido del estómago de Amelié.

-Parece ser que alguien tiene hambre –dijo Alexander, mientras Amelié se ponía roja, y se apuraba a ponerse de pie.
-Debo irme a casa, es tarde. Seguramente han de estarse preguntando ya donde estoy…
-Un gusto conocerte –Alexander se puso de pie también, y Lancelot se acercó a él, como si le indicara que debía subirse a su lomo ya-. Si decido darme la vuelta mañana, ¿te encontraré aquí?
-Eso depende de si me seguirás contando cosas sobre tu reino, y los otros.
-Claro, siempre es bueno platicar con alguien que sí escuche, para variar.

Amelié le dirigió una última sonrisa, se despidió de Alexander, y emprendió el camino de vuelta a la cabaña, corriendo un poco, mientras Rex iba a su lado.

Alexander, por su parte, dejó la flecha clavada en el piso, subió al lomo de Lancelot, y emprendió el camino de vuelta al reino.

Era curioso. Nunca había visto a la princesa de aquel reino que sucumbió aquella trágica noche. Él era algo pequeño, y había crecido escuchando los rumores, pero se sabía la historia completamente. Y durante todos esos años que habían pasado, recordaba que siempre preguntaba por la princesa Amelié. Tenía muchas ganas de conocerla. Pero había ocurrido la masacre, y nunca pudo ir a aquel reino, a conocer a la que decían ser la doncella más bella entre todas.

-Ciertamente –se dijo así mismo, mientras salía de los límites del bosque, y podía ver un enorme castillo blanco mármol a lo lejos-, se parece mucho a la descripción que siempre me dieron de la princesa Amelié, salvo que ella se ve… Más salvaje.

Lancelot relinchó, y emprendió la carrera hacia el castillo. Mientras cruzaban las enormes puertas que protegían el pueblo, suspiró. En verdad esperaba poder volverse a escapar al día siguiente, para ver a Amelié de nuevo.

Forward To Past: Chapter 5

Capítulo 5: Años

            -En este lugar… El tiempo no existe… En este lugar… Nada es real… En este lugar… Pronto despertará…
            -¿Es un sueño? ¿Esto que oigo, esto que veo?
            -¿Quieres que sea un sueño?
            -Quiero creer en una realidad.
            -En este lugar, el tiempo no existe… En este lugar, pronto despertará… En este lugar, nada es real, pero si tú lo deseas, saldrás pronto de aquí…
            -¿Y cuanto falta?
            -Años…
            -¿Cuántos?
            -Los que sean necesarios para que nazca… Los que sean necesarios para que despierten… Debes darte prisa si deseas cumplir con tu destino…

            Abrieron los ojos lentamente. Podían escuchar el repiqueteo de las campanas, no muy lejos de ahí. Se sentaron en la cama, y se frotaron la frente. Había sido un sueño muy extraño. No, estaban seguros de que no era un sueño. Aquella esfera de luz blanca, que era lo único que iluminaba aquella horrible oscuridad, era real. Se había aparecido en su sueño, pero era real.
            Las campanas se oían cada vez más reales, despertaban poco a poco del letargo, y buscaban los zapatos a tientas en el piso. Cuando se hubieron lavado la cara, y cambiado la ropa, salieron de la habitación, y nuevamente, pudieron apreciar el lago con la copa de fuego y la esfera de aire. Había algo en ese símbolo que los atraía fuertemente.
            -Es, como si me llamara –dijeron. Pero se apuraron a pensar en lo que les esperaba ese día. Tenían que darse prisa a desayunar, porque el entrenamiento comenzaba esa mañana, y tenía que ponerse a la par del otro heredero para explotar lo máximo de su poder, en el menor tiempo posible.
            -¿Nos vamos ya? –preguntó su acompañante, quien lo esperaba silenciosamente junto a la puerta de su habitación, y los dos se dirigieron al comedor.

            La estancia se encontraba completamente a oscuras. La anciana había llevado a Kaji y a Mizu ahí para que la chica ayudara a Mizu a practicar el invocar sus poderes de agua. Kaji se apuró a entrar a la habitación y usando sus poderes de fuego, encendió todas las velas que había a su alrededor. Ahora, podían ver una estancia con un tenue tono rojo, y al centro de ella, una pequeña plataforma que parecía ser una tina pequeña, llena de agua.
            -Antes de poder crear agua de tu cuerpo, debes de saber moverla –le explicaba la anciana a Mizu-. Si la crearas sin ningún tipo de conocimiento, el agua se movería dentro de ti a su caprichoso antojo, y la presión podría matarte, así que lo más sensato, es que practiques con agua normal. Es mucho más fácil de manejar que el agua espiritual.
            Mizu se acercó a la pequeña tina, se agachó, y tocó el agua con los dedos, haciendo que se moviera un poco.
            -¿Qué es lo que tengo que hacer? –preguntó el chico mientras se ponía nuevamente de pie.
            -Debes de creer que puedes mover el agua –le explicó Kaji-. Lo más importante para mover tu elemento, es creer en él, y creer que puedes hacerlo. Yo creo en el fuego –dijo ella, y se formó una pequeña llama en su mano-. Y yo creo que puedo manipularlo –con esto, Kaji hizo que la llama saliera de su mano, y flotara en círculos alrededor de ella. Después de unos segundos, agitó su mano, y la llama se desvaneció.
            -Solo debes creer –dijo la anciana, y se sentó para observar.
            Mizu volvió a meter la mano en la tina, y dejó que el agua recorriera su piel al sacar la mano. Unas pequeñas gotas se habían quedado pegadas a él, y cuando volteó su mano, las gotas resbalaron hasta la punta de sus dedos, y cayeron nuevamente a la tina.



            Los pájaros trinaban alegremente, mientras que unos cuantos se posaban en las ramas de un árbol cercano, otros revoloteaban por el aire. Mizu y Kaji caminaban por la orilla del jardín. El anciano los había llevado a practicar al aire libre, ya que pensaba que lo mejor era que recibieran luz y aire puro. Se encontraban cerca de una fogata pequeña, que contenía un brillante fuego.
            -Será mejor que practiques primero con esto –le explicaba Mizu a la pequeña Kaji-. Cuando tengas el entrenamiento suficiente, serás capaz de crear tu misma el fuego.
            -¿Y cómo voy a moverlo? –preguntó la niña, mientras se retiraba del fuego, y se acercaba al borde de un estanque que había por ahí.
            -Todo se basa en la fuerza del corazón. Debes de desearlo con todas tus fuerzas, como si tu vida dependiera de ello, porque, no es tu vida la que depende, es la del planeta. La de todos y cada uno de los humanos que viven aquí. De los animales, de las plantas…
            Mizu se había acercado a ella, y de repente, su mirada se posó en un pequeño pez que había saltado, fuera del estanque. El pobre pececillo se sacudía de manera alterada, ya que quería regresar al estanque, pero no podía. Mizu invocó su poder de agua, y encerrando al pez en una burbuja de agua, lo regresó al estanque, donde el pececillo volvió a nadar feliz.
            -¿Te das cuenta? Solo tienes que tener en mente el proteger algo, para poder usar tus poderes.
           Kaji se había acercado a la fogata. Las llamas rojas se relamían entre ellas. Acercó su mano a ellas, y pudo sentir el calor. Uno de sus dedos entró en contacto con la llama más alta, y dejó que el fuego se relamiera con el contacto de su piel.
            Al menos, el fuego no quemaba.



            Para la gente normal, el transcurso del tiempo habría dicho que un año había pasado ya, pero para los monjes del templo Unmei, el tiempo no existía. Las medidas del tiempo en años, en meses, eran cosa sin significado, porque, después de todo, no envejecían. Los días pasaban por ellos, como si no hubieran pasado.
            Lo mismo ocurría con sus herederos protegidos: desde que ellos existían, su protegida Kaji tenía la edad eterna de los 18 años, y desde que Mizu llegó al templo, la edad de 8 años lo acompañaba.
            Para la gente normal, un año había pasado ya. En todo ese tiempo, Mizu solo había sido capaz de no ahogarse en el agua. Podía estar dentro de ella sin sentir que se le acababa el aire, pero como había demostrado que era una habilidad que conservaba desde el principio, podría decirse que ese año había pasado en vano.

            Por su parte, en su dimensión en la tierra del mar, Kaji no había progresado nada en absoluto. Había descubierto que podía entrar completamente al fuego sin salir herida, ni quemada, ni nada de nada. Pero en cualquier otro aspecto, no había ningún tipo de progreso.

            Y cada noche, los dos chicos volvían a tener ese sueño.
            Aquella esfera de luz blanca volvía a aparecerse y a recitar sus enigmáticas palabras.
            -Tomará varios años… Necesitan despertar su poder… Necesitan manejarlo a la perfección antes de enfrentar su destino… Necesitan darse prisa porque él pronto despertará…
            Pero en un mundo sin tiempo, ¿qué significaba darse prisa?

Syaoran Card Captor: Capítulo 2

Capítulo 2
La maravillosa amiga de Syaoran

            Como todas las mañanas, el despertador de Syaoran sonaba sin parar. Aun así, el chico parecía no darse cuenta, y lentamente, se tapó más con la cobija, mientras se daba la vuelta en la cama.
            -Syaoran-kun ¡Syaoran-kun! ¿Quién puso la alarma del despertador a las 7? ¿No se supone que hoy tenias que levantarte temprano? –la pequeña y curiosa voz se escuchaba más claro, ahora que el despertador había dejado de sonar-. ¡Maldición! ¡¿Qué no me oyes?! ¡Mocoso!
            -¡Hay! ¿Quién rayos eres? ¡Nadie de mi familia habla así! –gritó Syaoran, ya que el despertador le había caído de golpe en la cabeza. Abrió los ojos lentamente -. ¡Demonios! –gritó al  ver al ser alado que flotaba frente a él, y sin avisar, le aventó el despertador, que lo manda hasta la pared de enfrente, donde se golpeó produciendo un ruido sordo, y quedó inconsciente durante unos segundos.
            -¡¿Pero que rayos ha sido eso?! –gritó el pequeño ser amarillo-. ¿Es que acaso ya no recuerdas nada de lo que sucedió ayer en la noche?
            -¿Eh? ¿Qué clase de criatura pervertida eres? –preguntó Syaoran con desconfianza, jalando la cobija para que le tapara hasta la barbilla.
            -No seas idiota, me refiero a esto –dijo la motita, mientras una alargada carta flotaba a su lado, la cual tenía dibujada a una extraña mujer alada.
            -¡Ah! –fue lo primero que Syaoran pudo decir-. Ahora recuerdo que ayer tuve que atrapar esa maldita Carta Clow. Tú eres el guardián de esas cartas.
            -Vaya, ya te habías tardado. Yo soy Kerverus... Y mira que hermosa mañana es esta, Syaoran Card Captor –agrego Kerverus, dándole la espalda, y asomándose por la ventana abierta.
            -¡Ya te dije que no quiero saber nada de esa porquería! Es de niñas...
            -Entonces me vas a decir que tú no atrapaste esto ayer –Kerverus se había puesto frente a él, y le volvía a mostrar la Carta Clow recién capturada. Syaoran estaba tomando aire para responderle, cuando se escuchó el grito de su hermano, desde la cocina:
            -¡A desayunar!

            -Buenos días –saludó Syaoran al bajar a la cocina, su hermano se encontraba de espaldas a él, cocinando en la estufa.
            -Que raro –le respondió Touya -, es la primera vez que bajas después de haberte hablado solo una vez. ¿Te caíste de la cama? –sonrió Touya.
            -¡Cállate, idiota! No hables de lo que no comprendes. Fue el despertador. ¿Qué más esperabas?
            -¡Buenos días! –se escuchó la voz de su padre, y ambos chicos de dieron media vuelta para verlo, y regresarle el saludo, como si no hubiera pasado nada.

            Unos minutos más tarde, Syaoran se había levantado de su silla, y se estaba poniendo su gorro de marinero, parte del uniforme de su escuela.
            -¿Ya te vas? –le preguntó su padre.
            -Si –respondió el, en la puerta de la cocina-, hoy me toca el aseo. Adiós.
            Syaoran salió corriendo de la cocina, y fue por su patineta. Unos segundos después, ya estaba en camino hacia la escuela.

            Cuando llegó, todo se encontraba en completo silencio. Sin detenerse a platicar, porque no había nadie con quien, se dirigió al salón, donde se sentó un rato a descansar.
            -¡Has llegado temprano, que bien! –lo saludó una voz desde la puerta-. ¡Buenos días, Syaoran-kun!
            -¡Buenos días, Tomoyo-chan! –Syaoran le regresó el saludo, mientas su amiga se acercaba a él.
            -¡Qué bueno que te encontré esta mañana! –Tomoyo se quedo de pie, junto  a él, y colocó su mochila con cuidado, sobre su pupitre-. Quería mostrarte esto –y de su mochila sacó su cámara de video-, es algo que filme ayer en la noche –y mientras hablaba, la puso sobre el pupitre de Syaoran, y presionó el botón de “play”.
            La pequeña pantalla mostraba una toma de la luna llena, brillando en todo su esplendor. De repente, “algo” alargado, con lo que parecían ser unas grandes alas saliéndole por detrás, cruzó frente a la luna. Junto a “eso”, se encontraba una pequeña mancha oscura, también con alas, y de igual manera, alargada de una forma extraña.
            -¿Qué es eso? –preguntó Syaoran confundido.
            -Si lo amplias, puedes ver mejor la imagen –Tomoyo le dijo, y mientras Syaoran observaba con la boca abierta, su amiga regresaba el video, apretaba el botón de “zoom”, y le ponía “play” de nuevo.
            Ahora Syaoran podía verlo claramente. Era él, montado sobre el báculo mágico, que estaba usando el poder de la Carta Vuelo, y por eso le habían salido unas largas alas. Junto a él, lo que le había parecido una mancha sin forma, no era otra cosa más que Kerverus, cargando su patineta. Syaoran no pudo hacer otra cosa más que levantarse a toda velocidad de la silla, mientras gritaba.
            -¡¿Qué pasa?! ¡¿Qué ocurre?! ¡Syaoran-kun, mocoso, ¿se encuentra todo bien?! ¡¿Has encontrado alguna Carta Clow?! ¡¿Dónde?!
            Syaoran no pudo hacer otra cosa más que gritar otra vez. El pequeño muñeco de felpa alado, Kerverus, había salido de su mochila, y se había quedado mirando fijamente a Tomoyo, quien no dejaba de compararlo con el video.
            -¡Pero si son idénticos! –dijo al final.

            Era la hora del receso. Los chicos se encontraban jugando al fútbol, y las chicas comiendo mientras platicaban. Tomoyo, Syaoran y Kerverus se encontraban apartados del resto de la escuela, para que no vieran al pequeño ser alado con ellos. Tomoyo y la cosa amarilla no dejaban de mirarse, con algo de desconfianza, e interés. Al final, Syaoran no pudo contenerse más, así que le gritó:
            -¿Por qué demonios me has seguido a la escuela?
            -Bueno, es solo que tenía curiosidad por saber cómo es un día común y corriente en la vida de un Card Captor más corriente que común –respondió Kerverus.
            -¡Oye! –se quejó Syaoran, y lo aplastó contra el suelo.
            -¿No podrías presentarnos? –preguntó Tomoyo.
            -Según él, se llama Kerverus –fue lo único que Syaoran dijo, y se dedicó a seguir comiendo.
            -Creo que le queda mejor el de Kero-chan.
            -A mi no me importa, yo lo llamo bola de queso.
            -¡No jueguen con mi nombre! ¡Yo soy el guardián que protege las Cartas Clow!
            -¿Cartas Clow? –preguntó Tomoyo confundida.
            Kero le explicó a Tomoyo todo lo que había pasado con el libro, la tarde anterior en el sótano de Syaoran, quien solo podía mirar a su mejor amigo de manera exageradamente maravillada.
            -Así que tú te encargarás de traer paz a este mundo, y de salvarnos de las desgracias –dijo Tomoyo, con una sonrisa en los labios, y los ojos brillándole de manera extraña.
            -Bueno, este, yo... –Syaoran tartamudeó.
            -¿Podrías hacer algo de magia para mí? ¿Mostrarme que es lo que sabes hacer?
            -¿Qué? –se atragantó Syaoran.
            -Vamos, hazlo –le dijo Kero -. Nadie te verá.
            Syaoran no tuvo de otra más que suspirar profundamente, y se levantó. Se paró en medio del lugar, y sacó su llave.
            -Llave que guardas el poder de la oscuridad, muestra tu verdadera forma ante Syaoran, quien aceptó la misión contigo. ¡Libérate!
            El báculo mágico surgió después de que Syaoran pronunciara su conjuro, y lo tomó con manos temblorosas. Después, miró a Kero y a Tomoyo, esperando que eso fuera suficiente para que lo dejaran comer en paz.
            -¿Así que con eso puedes hacer magia? –preguntó Tomoyo, y se levantó ella también.
            -Así es, pero necesito una carta –respondió Syaoran.
            -Y aquí hay una –agregó kero, mientras sacaba una de la mochila.
            -¡¿Por qué rayos trajiste eso?! –gritó Syaoran enojado, y le dio un golpe en la cabeza con su báculo mágico.
           -¡Porque se me dio mi regalada gana! –le respondió el, mientras se sobaba el sitio donde Syaoran le había dado el golpe.
            -¿Y no tienes ninguna pose para decir tu conjuro? –preguntó Tomoyo, quien al parecer no se había dado cuenta de la pelea que se estaba llevando a cabo delante de ella.
            -¿Qué? ¿Y eso como para qué? –preguntó Syaoran.
            -Las poses siempre van con los conjuros de magia, y me queda más que claro que tú no te verías nada mal.
            -¡Claro, claro! Además, te quedaría muy bien usar alguna especie de traje especial de batalla, para no ser intimidado ante las cartas –dijo Kero.
            -¡Tú no te metas! –le gritó Syaoran.

            Al día siguiente, cuando Syaoran llegó a la escuela, las cosas se veían un poco diferentes. Casi toda la escuela estaba reunida en el patio principal. Syaoran se acercó, algo confundido, y vio a un grupo de chicas, que eran amigas de Tomoyo, así que se dirigió hacia ellas.
            -¡Buenos días, Kinomoto-kun! –lo saludaron.
            -Buenos días –respondió Syaoran-. ¿Se puede saber que está pasando?
            -¿Cómo? ¿Es que no lo sabes? –preguntaron todas al mismo tiempo, sorprendidas. Syaoran dijo que no con la cabeza, y una de ellas agregó:-. Entonces, lo mejor será que te acerques un poco más.
            Syaoran así lo hizo, y tuvo que levantar la vista para poder observar donde terminaba la enorme pila de bancos, mesas, sillas y demás cosas apiladas una encima de otra, como una pirámide, en medio del patio de la escuela.

            Esa tarde, Tomoyo había ido a casa de Syaoran, para platicar con él y con Kero, acerca de lo que había pasado en la escuela.
            -¿Crees que ha sido obra de una Carta Clow? –preguntó Tomoyo de manera tímida.
            -¿Tú crees? –dijo Syaoran, algo indiferente.
           -No podremos estar completamente seguros hasta que no vayamos al lugar-añadió Kero-, pero lo más seguro es que sí.
            -¿Y qué clase de carta crees que sea?
            -No lo sé, pero lo que si se, es que tú debes de ir a capturarla.
            -Pero ya te dije que no me interesa ser un Card Captor.
            -No hay de otra –siguió Kero, como si no lo hubiera escuchado para nada-, iremos esta noche a la escuela.
            -¡Perfecto! –sonrió Tomoyo-, yo los acompañare.

            Esa noche, Syaoran y Kero se encontraban en la entrada de la escuela, esperando la llegada de Tomoyo. Unos segundos después. Una limusina y una camioneta se detuvieron frente a ellos. De ahí, bajaron cuatro altas, delgadas y muy serias mujeres, y detrás de ellas, Tomoyo.
            -¡Hola! –lo saludó su amiga, y miró a las mujeres que la acompañaban-. Syaoran, quiero presentarte a mis guardaespaldas.
            -¿Guar... guardaespaldas? –Tartamudeó Syaoran, mientras Tomoyo se despedía de ellas, y las mujeres se subían a la limusina, y se iban.
            -Ahora –Tomoyo dio media vuelta para ver de cara a Syaoran-, debemos de darnos prisa.
            -¿Prisa? ¿Para qué? –pero Syaoran no recibió respuesta alguna. El chico fue empujado dentro de la camioneta que las guardaespaldas de Tomoyo habían traído, y que se había quedado estacionada frente a la escuela. Lo que le faltaba: dentro, no había nada más que disfraces. Disfraz tras disfraz, al parecer, todos hechos por Tomoyo.
            -¿Esperas qué...?
            -Sí. Escoge uno, por favor, y póntelo. No tenemos mucho tiempo.
            -¿Quién te dijo que me pondría esto?
            -Kero-chan me ha ayudado con la idea.
            -¡¿KERO?! –gritó Syaoran -. ¡Te voy a...! –pero el resto no alcanzó a escucharse, ya que Tomoyo había brincado fuera de la camioneta, y cerrado la puerta.
            No había tenido ninguna otra opción, así que, 5 minutos más tarde, Syaoran había salido de la camioneta, con una especie de traje naranja, con detalles negros, una venda blanca en la parte superior de su pierna derecha, y una bandita algo extraña en la cabeza, que parecía tener el símbolo de una hoja.
            -¡Estás listo! –le dijo Tomoyo, y se dispuso a filmarlo con su cámara de video.
            -¿Se puede saber qué es esto?
            -Es un cosplay de Naruto -y mientras decía esto, Tomoyo le ponía una peluca rubia a la fuerza.
            -¿Anime? –preguntó Syaoran, algo confundido-. No pensé que fueras otaku...
            -Bueno, solo veo un poco... Ahora, vamos a ello.
            Tomoyo no podía dejar a filmar a su mejor amigo, verlo vestido de esa manera era su sueño hecho realidad: que Syaoran usara sus cosplays de sus series favoritas. Así, mientras caminaban, su rostro no podía borrar su enorme sonrisa.
            Acababan de entrar a la escuela, cuando un ruido los hizo detenerse en seco. La estatua de la escuela, una mujer con alas, y sosteniendo un aro por encima de su cabeza, se acercaba a ellos, a toda velocidad, flotando por el aire. De repente, se detuvo, y se dejó caer sobre ellos. Syaoran empujó a Tomoyo a un lado, y Kero voló lejos de ahí.
            -¿Has visto eso? –preguntó Tomoyo, y apuntó al suelo, donde se dibujaba la sombra de la estatua... y otra más que parecía como si alguien la estuviera sosteniendo, como si se tratara de alguien invisible, pero que podía tener sombra.
            -¿Qué significa eso? –preguntó Syaoran, observando la extraña figura que se formaba en el piso.
            Algo más se empezó a escuchar, y mientras Kero se acercaba a ellos dos, Tomoyo y Syaoran miraban a los salones, cientos de sombras movían las mesas, sillas, y todo el mobiliario, con el fijo interés de aventarlo sobre ellos tres.
            -Llave que guardas el poder de la oscuridad –dijo Syaoran, algo apurado-, muestra tu verdadera forma ante Syaoran, quien aceptó esta misión contigo. ¡Libérate!
            No había tenido otra alternativa. Para impedir que atacaran a Tomoyo, tuvo que alejarse de ella usando el poder de la Carta Vuelo. Las sombras no tardaron en seguirlo.
            Muy pronto, se encontraba en medio del cielo, esquivando todas las sombras, tratando de alejarlas de Tomoyo, quien, extrañamente, no dejaba de grabar.
            -¡Parece ser la carta sombra! –gritó Kero a Syaoran, quien apenas y alcanzó a escuchar-. Ha tomado las sombras de todos los de la escuela.
            -¿Y como se supone que la atraparé? –en ese momento, Syaoran se descuidó, y las sombras, que habían formado una extraña masa negra en medio del patio de la escuela, sujetaron la parte posterior del báculo mágico, y no le permitían volar con libertad.
            -Tenemos que ayudarlo –dijo Tomoyo, mirando a Kero.
            -Para poder atrapar a la carta, es necesario que regrese a su verdadera forma, lo cual solo ocurrirá si le da la luz del sol.
            -Pero es de noche... ¡Ah! –dijo Tomoyo, y empezó a correr hacia el edificio principal de la escuela.
            -¿Qué ocurre? ¿A dónde vas? –preguntó Kero, mientras corría tras ella.
            -Ya lo verás, tu solo ven conmigo.

            Syaoran se encontraba al borde de la desesperación. No importaba que tanto lo intentara, que tanto se esforzara y jaloneara, las sombras eras más fuertes que él. Si tan solo pudiera usar la Carta Viento, pero se encontraba sentado sobre el báculo.
            De repente, sin previo aviso, todas las luces de la escuela empezaron a prenderse. Los salones, las oficinas, los pasillos, los baños, y el patio, quedaron completamente iluminados. Las sombras que detenían a Syaoran del báculo se desvanecieron,  el pudo volver a volar con total libertad.
            -¿Qué ha pasado? Ya no veo ninguna sombra –preguntó confundido, y se acercó hacia donde Tomoyo y Kero se encontraban: el cuarto de luces de toda la escuela, que controlaba la electricidad de todos los edificios.
            -Como no podemos hacer que se haga de día a la mitad de la noche, lo menos que podemos hacer, es encender las luces –respondió Tomoyo.
            -Gracias, Tomoyo-chan –le dijo Syaoran.
            -Syaoran-kun, mira –le dijo Kero, apuntando al patio de la escuela. Esa es la verdadera sombra.
            Syaoran volteó para mirar hacia donde Kero señalaba. En medio del campo, caminando silenciosamente, se movía una figura negra encapuchada. Syaoran no tardó en ir detrás de ella, y brincó para bajarse del báculo, cuando estuvo frente a ella.
            -Es tu oportunidad. ¡Muéstrale lo que sabes hacer! –le gritó Kero.
            -Ahora, Carta Clow, haz tu trabajo. ¡Viento!
            La carta recuperó su forma original, y la mujer alada embistió en contra de la figura encapuchada, la cual quedó atrapada, sin la más mínima posibilidad de moverse. Era ahora, o nunca. Syaoran levantó el báculo mágico, y gritó:
            -Regresa a la forma humilde que mereces. ¡Carta Clow! –la forma de una carta se dibujó en el aire, y la figura encapuchada fue absorbida por ella. Segundos después, Syaoran sostenía la Carta Clow en sus manos.
            -Eso ha estado genial –gritó Kero, mientras él y Tomoyo se acercaban corriendo.
            -Hubieras podido usar un rasingan, pero eso estuvo bien –sonrió Tomoyo. Syaoran puso cara de confusión, ya que no había entendido ni una palabra.

            Al día siguiente, Syaoran caminaba por los pasillos de la escuela, buscando a Tomoyo.
            -Hola –saludo a unas chicas de su clase-. ¿Alguna de ustedes ha visto a Tomoyo-chan?
            -La vi hace unos momentos en el salón de audiovisuales.
            -Gracias –se despidió, y empezó a caminar hacia allí –Tomoyo-chan... –dijo al llegar -, nada más quería agradecerte por lo de... ¡¿Qué coños es eso?!  -gritó al abrir la puerta.
            -¡Buenos días! –lo saludo alegremente su amiga.
            Detrás de ella, en la mega pantalla del audiovisual, podía verse una grabación de lo que había pasado la noche anterior, cuando Syaoran había sellado la carta sombra.
            -¡¿Lo grabaste todo?! –preguntó más que enojado.
            -Claro, no podía perderme la oportunidad de filmarte usando un cosplay de Naruto, y capturando una Carta Clow usando tu magia. Espero y la experiencia se repita pronto –sonrió su amiga, y volvió a dirigir su atención a la pantalla-. Y se ha grabado con gran nitidez. ¿Me dejarás acompañarte a capturar las demás cartas?
            -¿Qué?
            -Y por supuesto, seguiré preparándote más cosplays para tus futuras batallas.
            Syaoran no pudo hacer más que suspirar. Sabía que la única respuesta que Tomoyo aceptaría, sería un sí. Solo le quedaba resignarse, y aceptar que, de ahora en adelante, su vida sería un asco.