The Gringotts

Entra, desconocido, pero ten cuidado

con lo que le espera al pecado de la codicia,

porque aquellos que cogen, pero no se lo han ganado,

deberán pagar en cambio mucho más,

así que si buscas por debajo de nuestro suelo

un tesoro que nunca fue tuyo,

ladrón, te hemos advertido, ten cuidado

de encontrar aquí algo más que un tesoro...


3 de octubre de 2010

The Karma

Sentada frente a la mesa del rincón de su cafetería favorita, Vanessa se limitaba a remover el latte que tenía frente a ella, con la cucharilla de plástico. Tenía el celular sobre la mesa, pero se negaba a echarle un vistazo. Sabía que habría pasado mínimo una hora. Dio un largo suspiro, y se dedicó a seguir revolviendo el café, mientras su mirada se perdía en el nublado día que se vislumbraba por la ventana.

Y entonces lo vio.

Aquel chico por el cual había esperado poco más de una hora, se acercaba a paso lento por la acera de enfrente. Vanessa sintió su corazón acelerarse, y al mismo tiempo, su cabeza aumentaba su alegría, susurrándole que el tiempo de espera no había sido en vano. Con la mano temblorosa, tomó el celular y vio la hora. Las 12.38.

Llevaba casi 2 horas esperando.

Sin darle mucha importancia, siguió con la vista a aquel joven alto, delgado, atlético y más que nada, atractivo, mientras que tomaba un sorbo de su café, y esperaba pacientemente que se acercara con ella, y le diera un beso.

Joshua entró al local sin muchas ganas. Se acercó directamente al mostrador y pidió un americano sin azúcar. Sin dignarse a mirar a otro lado que no fuera al frente, esperó a que la muchacha de la caja le sirviera su café, y mientras la chica intentaba coquetearle, el respondía con una seductora sonrisa. Pero apenas estuvo listo su café, se despidió sin una muestra de tacto, y enfiló a su usual mesa, ubicada en el rincón. Donde Vanessa lo esperaba.

-Siento la tardanza -dijo Joshua mientras se sentaba. Vanessa se movió nerviosa en la silla, mientras negaba con la cabeza.
-He de haber sido yo la que se ha confundido de hora. No te preocupes.

Joshua se encogió de hombros, y tomó un largo sorbo a su café. Vanessa volvió a moverse nerviosa, y se acomodó el sweter. El clima se iba poniendo poco a poco más frio. Y el ambiente también. No sabía que decirle, y su mal presentimiento se hizo presente.

-¿De qué querías hablar conmigo? -fue lo único que pudo soltar de sopetón.
-Ah, eso... -Joshua desvió la mirada del café, y miró por la ventana a las grises nubes que poco a poco iban creciendo. Metió las manos a los bolsillos de la chamarra, para ganar tiempo-. Es solo que creo, que deberíamos de darnos un tiempo.

Vanessa sintió que se le caía el alma a los pies. Su mano tembló, derramando unas gotas de café en su regazo.

-¿Qué has dicho?
-Eso. Que quiero terminar.
-Y... ¿Y por qué?
-Ya, no me siento a gusto. Creo que en este momento, los dos queremos cosas diferentes.
-Pero...
-No me digas nada, no me harás cambiar de opinión. Siento haberlo decidido sin ti, pero ya no hay nada que yo pueda hacer.
-¿Es que ya no me amas? -preguntó Vanessa a la desesperada. Joshua se guardó su respuesta en su silencio.

Un trueno se escuchó a lo lejos, y Vanessa se estremeció.

-Debo irme -Joshua dio un largo trago a su café, y dejó la taza a medias en la mesa. Se puso de pie, mientras Vanessa se aferraba al borde de la mesa, temblando.
-No puedes, yo no...
-No me harás cambiar de opinión. Lo siento, pero tengo mis motivos.

Vanessa lo miró caminar alejándose del rincón, y estiró la mano para alcanzarlo, aferrarse. Pero ya era demasiado tarde, y no logró ni rozar su chamarra con la punta de sus dedos. De espaldas como estaba a la salida, escuchó como la puerta se abría y se cerraba detrás de ella. Algo lejana, algo ausente, algo vacía.

Los minutos siguieron su curso mientras Vanessa tenía la mente en otro lado. En el pasado. Mientras el café se congelaba en el fondo de la taza, la temperatura seguía bajando, y la lluvia empezó a golpear la ventana. Cuando el frió empezó a hacerse presente en su piel, y Vanessa salió de su ensimismamiento, se puso rápidamente de pie, tomo el celular, y salió a la calle.

La lluvia fría y casi congelante le dio la bienvenida.

Caminaba sin rumbo, llevada por la costumbre, sus piernas le indicaban que camino tomar, y la lluvia, aunque le calaba y hacía tiritar, no la detenía de seguir caminando.

Las nubes grises daban la impresión de que ya era de noche, pero el reloj del edificio que Vanessa tenía frente a ella, indicaba las 4:53 pm.

Vanessa cruzó la calle de siempre, envuelta en el frío de nunca, y se dispuso a cruzar el pequeño parque que la separaba de su destino. De la casa de Joshua. Necesitaba hablar con él. Saber que había pasado. Hacerlo retractarse. Hacerlo volver con ella. Que le regresara la vida.

Llevaba recorrido la mitad del parque, cuando lo vio. Estaba a punto de salir corriendo con él, hasta que se dio cuenta de que no estaba solo. Joshua estaba sentado en una poco iluminaba banca, con una chica delgada y despampanante, de cabello pelirrojo y vestida un poco destapada para el frío que estaba haciendo.

Vanessa contuvo la respiración, y se ocultó detrás de un arbusto. Joshua tenía una expresión de contrariedad, mientras que la pelirroja lloraba a lágrima viva. Joshua lentamente ponía su brazo alrededor de su hombro, y la abrazaba tiernamente. Y la pelirroja seguía llorando, al igual que Vanessa.

Mientras la pelirroja intentaba contar sus penas, mientras sus sollozos la hacían batallar, Joshua poco a poco se iba acercando más a ella. Hasta que finalmente la hizo voltear, y la besó.

Vanessa ya no pudo más, y salió corriendo.

Si se hubiera quedado unos segundos más, hubiera visto como la pelirroja se apartaba bruscamente, le propinaba una buena cachetada, y salía corriendo de igual manera.

A la mañana siguiente, Vanessa se encontraba acostada en su cama, mirando el techo de su habitación. Seguía pensando en lo que había pasado la tarde anterior, y aunque por dentro le dolía el saberse reemplazada, algo dentro de ella le decía que no podía dejar ir a Joshua sin pelear.



Resfriada como estaba, se levantó de la cama, se vistió, y partió hacia la casa de Joshua.

La rutina se repitió al menos 3 semanas. La mayoría de las veces no lo encontraba en casa, y las pocas ocasiones en las que lo logró localizar, el chico le cerraba inmediatamente la puerta, diciendo que no tenía tiempo para ella. El teléfono nunca lo contestaba, y no recibía respuesta a las cartas y e-mails que mandaba con periodicidad. El día que Vanessa y Joshua debían de haber cumplido ya un mes más desde su "rompimiento", Vanessa estuvo fuera de la casa de su ex, tocando la puerta desde las 10 de la mañana, hasta las 5 de la tarde, que fue cuando Joshua se dignó a salir.

La tomó fuertemente del brazo, hasta el punto de hacerle daño, y la llevó a un pequeño callejón, ubicado junto a la casa. Vanessa se encontraba asustada: jamás lo había visto así de enojado. Joshua la soltó bruscamente, empujándola contra un contenedor de basura, el cual se volcó sobre ella. Vanessa empezó a temblar.

Joshua empezó a gritar, y ella también, con la clara diferencia que ella tenía lágrimas recorriendo por las mejillas, y un tono suplicante en su voz. Joshua estaba cada vez más enojado. Sin detenerse a pensarlo, se avalanzó sobre ella, y le propinó un par de puñetazos en la cara. Vanessa lloraba mientras intentaba cubrirse.

Y nadie se acercaba a ayudar.

Cuando Joshua se cansó de golpearla, y el llanto de Vanessa se había convertido en solo un susurro, el chico se incorporó nuevamente, le arrojó su sweter, y salió de ahí, desapareciendo entre el aguanieve que había comenzado a caer.

Vanessa tardó al menos una media hora en incorporarse. El frío de la temporada se acentuaba, y ella que había salido de casa sin sweter, no podía cubrir su piel desnuda con el simple sweter que Joshua le había aventado con desprecio.

Aquel sweter que ella misma habia hecho para él, se quedó tirado a medio callejón, mientras ella caminaba lenta y dolorosamente, de vuelta a su casa.



Cuando finalmente llegó a casa, se dirigió al baño, a quitarse el frió en una ducha con agua caliente. Mientras se desvestía, se miró el rostro en el espejo del baño. Su mejilla derecha mostraba un enorme moretón negro, y el pómulo sangraba. Se acercó a verse con cuidado, y pudo ver un ligero corte debajo del ojo, que sangraba copiosamente. Joshua no se había quitado los anillos al momento de golpearla, y le había dejado un corte y una marca impresa en su piel.



"Había pasado ya un año desde el incidente ocurrido aquella noche. El moretón había desaparecido hacía mucho tiempo, pero el corte seguía ahí, presente. Como un recuerdo silencioso de lo que había acontecido en el callejón. Un recordatorio de que amar duele. Y mucho.

Esa noche, había decidido que no volvería a regresar a los brazos de Joshua, y se dedicó a buscar a alguien con quien pudiera olvidar su amargo recuerdo. Había estado saliendo con chicos que sus pocas amigas le habían presentado, pero ninguno era lo que ella buscaba. Así, la lista de pretendientes, que empezó larga y variada, llegó a su fin sin arrojar ningún resultado.

Es por eso que no podía recordar, como había terminado en aquella heladería, esperando a alguien cuyo nombre no sabía, así como su aspecto físico. Esperaba sin apuro, a un joven que se acercaría a ella, y la saludaría de manera cortés (o al menos eso era lo que su imaginación desarrollaba en su cabeza). Y sin embargo, ya no tenía esperanzas de que aquella extraña cita a ciegas terminara en algo más.

Simplemente sonreiría, platicaría, daría gracias por la nieve, y se iría a casa. Eso era todo. Aquel desconocido que le había mandado un mensaje al celular, diciendo que se había encontrado su número telefónico anotado en un papel, desaparecería de su vida como todos los demás.

Llevaba apenas 5 minutos esperando, cuando un chico alto, moreno, de ojos y cabello negro, se acercó y preguntó tímidamente su nombre.

-¿Vanessa? -dijo algo nervioso. Ella respondió que sí-. Perfecto. Yo soy Christopher. En ese caso... -el joven extendió la mano y Vanessa no supo porqué, pero respondió el gesto extendiendo la suya-. Dime, ¿de qué pido tu helado?



La conversación se dio fácilmente. Reían y bromaban y contaban sus vidas con extrema facilidad. Para Vanessa, aquello era tan fácil, que le daban ganas de desconfiar. Y sin embargo, no podía.

-Disculpa, la marca que tienes debajo del ojo derecho... -Christoher preguntó un poco tímido.
-¿Si, que tiene? -Vanessa sintió un poco de miedo, y se apuró a tocarse la herida, para taparla. Christopher se puso serio y tomó su mano para apartarla, y ver detenidamente la marca.
-¿Es una marca de nacimiento?
-Ah... si -Vanessa mintió. No pensaba contarle a aquel desconocido sobre aquel suceso.
-Es muy linda -dijo él, mientras la recorría lentamente con su dedo-. Parece una lágrima..."