The Gringotts

Entra, desconocido, pero ten cuidado

con lo que le espera al pecado de la codicia,

porque aquellos que cogen, pero no se lo han ganado,

deberán pagar en cambio mucho más,

así que si buscas por debajo de nuestro suelo

un tesoro que nunca fue tuyo,

ladrón, te hemos advertido, ten cuidado

de encontrar aquí algo más que un tesoro...


18 de enero de 2011

The Dinner

   -¿Te parece bien cenar esta noche, en mi casa? Mía está deseosa de probar que es buena cocinera.
                -Supongo que está bien, no tengo nada planeado para hoy. ¿Será una cena formal, aunque solo seamos tú, tu esposa, mi secretaria y yo?
                -Si, quizá un poco formal. Necesito que Mía se vaya acostumbrando a todo esto. Además, hay alguien a quien quiero presentarte, ya sabes, pedirte tu opinión.
                -¿Así que siempre sí es una cena de trabajo?
                -Bueno, se involucra un poco, sí. Es solo que, me dijiste que necesitabas un director para la sucursal del banco, aquí en New York, y pues… Quiero que me digas que piensas de la selección que he hecho.
                -En ese caso, me vestiré formal. Espero no opacar a Mía.
                -Ante mis ojos, claro que no. Pero ante el joven…
                -¿Cuál joven? ¿Eso significa que tu recomendado es un adolecente?
                -Eres cruel con la gente que no pasa de los 35, Christine.
                -Mira, Hudson, es solo que… He tenido malas experiencias con niños inexpertos y, no quiero que este “joven” vaya a hacer mal uso de la sucursal.
                -Te aseguro que no pasará tal cosa. Lo he seleccionado yo personalmente. Digamos que he revisado sus antecedentes e historiales, y… Es un muy buen candidato. Además, tú eres la que tiene la última palabra. Tú decides si se queda, o se va.
                -De acuerdo, tú ganas. Estaré ahí esta noche.
                -Llega alrededor de las 8. Recuerda, cena casera, pero formal.
                -Cuenta con ello.

La llamada había ocurrido a medio día. Ahora, eran las 8.05 de la noche, y Christine se encontraba en el recibidor de la casa de Leopold Hudson, junto con su secretaria Katie, y su “consejero” Robert. Mía los saludo a los tres, y los guió por el pasillo hasta la sala de la casa, donde se encontraban Leopold y “el joven”. Los dos se levantaron de los sillones cuando vieron entrar al trío. Leopold saludó a Christine y a Katie como si fueran ya viejos amigos, y después se sentaron.

                -Pensé que solo iban a venir tú y tu secretaria, Christine –Hudson dijo en un claro intento por hacer que ella presentara primero a su acompañante.
                -Se trata solo de mi consejero financiero. Su nombre es Robert –y Robert saludó brevemente a Hudson, y al joven que lo acompañaba.
                -Pensé que no necesitabas consejeros financieros. Tenía entendido que podías hacerte cargo de tu dinero tú sola.
                -Oh Hudson, así es, pero de vez en cuando necesito a alguien para platicar, y Robert siempre está ahí. Pero, tú no me has dicho quien es el jovencito que nos acompaña.
                -Ah, sí, sí. Tengo maravillas que contarte de este jovencito. ¿Cuántos años tienes, chico?
                -28, señor.
                -Eso, eso. 28. Mira que resulta ser que este chico trabaja en un banco local. También es consejero financiero, como Robert. Es muy dedicado, y sabe de qué habla cuando habla. Además, lo que he podido platicar con él, tiene ideas muy frescas, y al mismo tiempo sabe de cosas conservadoras. Digamos que lo tiene todo.
                -¿Cómo te llamas? –preguntó Christine.
                -Jacoby Williams.
                -Pensé que no te gustaban los americanos, Hudson.
                -Bueno, bueno, tú eres americana y me agradas mucho. No hubiera firmado contrato de no haber sido así.
                -Me halagas, aunque tengo entendido que justamente a eso viniste a Estados Unidos: a extender tu compañía.
                -Bueno, sí y no. En realidad… -en ese momento entró Mía Roche, e interrumpiendo su conversación, los hizo pasar al comedor, con el anuncio de “la cena, está servida”.

Ahora, Hudson se encontraba sentado en una de las cabeceras de la mesa, mientras Mía se encontraba sentada a su derecha, y Jacoby a su izquierda. Christine se encontraba sentada en la otra cabecera, con su secretaria Katie a la derecha, y Robert a la izquierda. Mientras comían, la conversación siguió su curso, como si no hubiera sido interrumpida.

                -Entonces, me decías tus motivos por haber venido a Estados Unidos –preguntó Christine, Mía fue la que respondió.
                -Bueno, hemos vivido toda nuestra vida en Europa, y cuando Leopold me pidió en matrimonio, pedí que la boda se celebrara aquí, en New York.
                -Además –Hudson habló-, fue Mía la que me decidió a hacer negocios contigo, Christine. Al parecer también tiene buen ojo para esto de los negocios.
                -Intermediaria como ella sola sabe –agregó Jacoby-. Si no fuera por ella, yo no estaría aquí apelando por el trabajo esta noche, señora –dijo a Christine, quien miró a Mía con asombro.
                -No dudo del buen juicio de la señora Roche, así como tampoco dudo del sabor de su cena –Mía se ruborizó-. Por lo que puedo decirle, jovencito, que será bienvenido en la sucursal de New York.
                -Muchas gracias, señora.
                -Si Christine, gracias por no rechazar a mi protegido.
                -¡Oh! ¿Así que ya ascendiste de rango y ahora eres el protegido?

                El resto de la velada transcurrió en risas y bromas. La cena terminó después de una hora, y regresaron a la sala a tomar café y seguir conversando. Alrededor de la una de la mañana, Jacoby se despidió, y se retiró diciendo que tenía asuntos pendientes que arreglar por la mañana, por lo que debía dormir. Después de una media hora, Christine procedió a retirarse también.

                Ahora, ella, Katie y Robert conducían de regreso al departamento.

                -Dijiste que sería una noche muy productiva, y vaya que lo fue –dijo Robert, mientras se detenían en un semáforo en rojo-. Ese chico, Jacoby, tiene algo en la mirada…
                -¿Tienes ganas de investigar gente, no es así?
                -Sólo un poco. Acepto el trabajo por la mitad del pago usual –Christine lo miró recelosa, mientras el semáforo cambiaba a verde, y el auto volvía a arrancar.
                -Te pagaré un cuarto del pago regular, y nada más. Después de todo, lo haces para satisfacer tu curiosidad, no la mía. Este chico, Jacoby, no parece ser algo demasiado complicado.

                Llegaron al departamento, Christine y Katie se despidieron de Robert, y entraron al vestíbulo, donde tomaron un ascensor, ocupado por una mujer de piel pálida y cabello negro, que se encontraba muy ocupada realizando una llamada por su celular. Christine y Katie no le hicieron el menor caso, y ella tampoco les prestó atención, por lo que simplemente Katie pulsó el botón del piso 15, y las puertas del elevador se cerraron, iniciando el ascenso.

                -Buenas noches –la voz de la chica de piel pálida se escuchó, igual de pálida y temblorosa que sus pupilas. La voz de un caballero se escuchó débilmente por el celular-. Pensé que tu cena seguramente ya habría acabado, es algo tarde. Pensé que tu y yo podríamos hacer algo mañana, si es que no estás muy ocupado –se escuchó una leve contestación-. Oh, ya veo. En ese caso, que te parece… ¿Jacoby? ¿Jacoby?

                Pero la llamada ya se había cortado.

                El elevador llegó al piso quince, donde Christine y Katie salieron. El elevador volvió a cerrar sus puertas, mientras la chica de cabello oscuro guardaba el celular en su bolso. Christine miró a Katie.

                -¿Dijo, cena?
                -Así es señora.
                -¿Dijo Jacoby?
                -Sí, señora.
                -¿Habló de salir mañana?
                -Efectivamente.
                -¿Viste a que piso iba?
                -Al penthouse.

                Christine y Katie caminaron hasta la puerta de su departamento, y entraron en él, mientras Christine tomaba el celular, y marcaba un número de acceso directo. La llamada se conectó a los dos tonos.

                -Te pago la mitad del cheque normal si investigas a Jacoby para mañana en la mañana.
                -Algo me dice que el chico sí esconde algo.
                -Simplemente me ha ganado la curiosidad.
                -Entonces, ¿sólo la mitad?
                -Sí, sólo la mitad.
                -Ya que, no creo que sea algo demasiado difícil. Después de todo, ya tengo bastante información recolectada. Mañana a las 8 am en tu escritorio, sin falta. Buenas noches, querida.

                Christine colgó inmediatamente. Detestaba que Robert se pusiera en ese plan romántico meloso.